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Es ya una costumbre que ciertas conductas tóxicas, orgullosas de su perversidad, y 'chuletas' por utilizar un término ya trasnochado tuvieran éxito... hasta que se dejaba atrás el instituto y se daba el salto a la universidad o al mundo laboral. Hasta ahora. Porque estos ... modos de ser son cada vez más mediáticos y se encuentran en políticos, películas y series de televisión, la publicidad o, claro, las redes sociales. Y lo que es más, sigue resultando rentable. El ilustrador e historietista Mauro Entrialgo ha recopilado varios de los casos mediáticos más representativos de los últimos años en un breve ensayo; 'Malismos: la ostentación del mal como propaganda', que se presenta este miércoles en Salamanca, tras su paso previo por otras provincias de Castilla y León como Burgos.
«Han sido entre cuatro y cinco años recogiendo ejemplos de 'malismos'», rememora Entrialgo, que así ha acuñado estos conceptos que abarcan desde aquel «¡Que les jodan!» de Andrea Fabra en 2012 al lema electoral '¡Que te vote Txapote!' o al reciente calificativo de la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hacia el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que pronto devino en la campaña de política pop-comercial 'Me gusta la fruta'.
«La idea es recoger ejemplos conocidos por todo el mundo, muchos de ellos ya olvidados, sin ánimo de ser completistas pero recorriendo una teoría que hiciera pensar a los lectores», añade el creador de Ángel Sefija: «El tiempo ha demostrado que hacer maldades y utilizarlas como propaganda funciona». Además de la denuncia del acto descaradamente malvado, Entrialgo señala la falta de respuesta: «Sean tonterías o auténticas barbaridades, no quedan contestadas, por lo que el malismo ha seguido yendo a más a lo largo de los años».
La obra, editada por Capitán Swing, trata de ser, en palabras de su autor, «modesta», y por ello se limita a listar los distintos casos más allá de buscarles un motivo o una manera de combatirlos: «Las redes sociales han sido un caldo de cultivo evidente para testar desde el anonimato pequeños y grandes 'malismos', y una vez comprobado que funcionan, lanzarlos dando sus nombres y apellidos»
Muchos son columnistas «que buscan tener relevancia a través de la indignación, gente con más ganas de meter ruido que de debatir», deplora el autor, y aunque sostiene que «la ultraderechización de la ventana política resulta evidente y hoy opiniones de centro como las que puede tener Angela Merkel o el papa parecen muy de izquierdas», también señala que el malismo es transversal: «Las redes incendian el debate desde cualquier lado, y si bien es cierto que la ultraderecha ha hecho de este un mecanismo una costumbre sin la cual no existirían, verlo en la izquierda produce una sensación de extrañeza».
Entrialgo también se muestra firmemente convencido de que «buena parte de la derecha no cree en los 'malismos' que sostienen, pero se dan cuenta de que tienen un rédito político». Lo compara, así, con las bravuconadas del colegio en la que se medía la popularidad mediante fanfarronerías de todo tipo.
Cuestionado sobre si la cultura refleja estos modos de proceder, o si hay una irrupción de figuras 'malistas' en el cine y la televisión a los que tratamos de emular (de Tony Soprano al Joker, pasando por Don Draper, Walter White o los protagonistas de 'American Psycho' y 'El lobo de Wall Street'), Entrialgo considera que «principalmente la cultura, el arte y la publicidad recogen lo que sucede en la sociedad». El autor también apunta a «fenómenos extraños como algunas series o películas, tipo 'The Boys' o 'El club de la lucha', que aunque su mensaje es de crítica a que esto suceda en la realidad, la gente no las entiende y se las reapropian como si las representasen».
Entrialgo tampoco es ajeno al resurgir de ciertas películas y series, como 'Doctor en Alaska', que muestran un torrente de personas sedientas de volver a tramas pacíficas, evasivas y ciertamente 'buenistas': «Quiero ser optimista y hay que esperar a que un número de gente significativo empiece a manifestar que el 'malismo' no es soportable'. Con todo, el autor no se atreve a aventurar más ideas sobre cómo combatir estas conductas, aunque considera que evidenciarlas es un buen primer paso: « Nombrarlo nos da herramientas para clasificar a quien usa estas estrategias, pienso que es una forma de luchar contra ello».
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