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«Estuve clínicamente muerto durante un poco más de tres minutos», cuenta Juan Pizarro, natural de Valladolid, cuando recuerda aquella «noche desgraciada» del 13 de abril de 2014 en la que sufrió un aparatoso accidente de moto. Conducía su vespa por la avenida de ... Salamanca cuando tuvo «un vahído de sueño». Fue apenas un segundo, pero suficiente para perder el control de la moto y chocar, a 57 kilómetros por hora, contra el bordillo del carril bici. «Me rompí todo lo rompible: costillas, un dedo, la nariz, los dientes. Pero el golpe en la cabeza fue lo peor. Me consiguieron desfibrilar a la tercera y de ahí me llevaron directamente al hospital», cuenta Juan, quien permaneció en coma durante casi una semana.
Le diagnosticaron una lesión axonal difusa en grado tres. «Es una de las más graves que hay. En el 90% de los casos, provoca la muerte directa. El otro 10% suele quedar vegetal o comatoso». Juan, milagrosamente, se recuperó. «Uno de los neurólogos que me trató me dijo que haber leído tanto durante toda mi vida (y haber escrito también) había preparado mi cerebro para que recuperara mejor su plasticidad. Leer no solo contribuye a evitar el deterioro cognitivo, sino que, en mi caso, me sirvió para superar el daño cerebral adquirido. Leer me salvó la vida».
Este es el mensaje que Juan Pizarro lanza en conferencias como la que este miércoles (19:00 horas) ofrecerá en la Casa de Cultura de Simancas. En encuentros así, cuenta su experiencia y comparte su afición por la lectura. Ha llevado su mensaje a bibliotecas e institutos, a residencias de ancianos y museos como el de la Evolución Humana, en Burgos.
«Leer ayuda a tu cerebro. Si te fijas, muy pocos escritores tienen Alzhéimer o enfermedades degenerativas del sistema neurológico. Tienen el cerebro muy entrenado y llegan mucho mejor a la tercera edad», apunta Pizarro. Sus palabras hallan refrendo en los informes de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que sitúan la lectura como «una de las actividades más beneficiosas para nuestra salud, puesto que se ha demostrado que estimula la actividad cerebral y fortalece las conexiones neuronales», explica Guillermo García Ribas, portavoz de la SEN. «Mientras leemos, obligamos a nuestro cerebro a pensar, a ordenar ideas, a interrelacionar conceptos, a ejercitar la memoria y a imaginar, lo que permite mejorar nuestra capacidad intelectual estimulando nuestras neuronas», aseguran desde la comunidad de neurólogos. «Llevando a cabo actividades preventivas, como fomentar la lectura, se retarda y previene la pérdida de la memoria», añade García Ribas.
Pizarro está convencido de que hay géneros que ayudan más que otros. En ese sentido, reivindica el poder de la novela negra. «En este tipo de libros, el lector se va anticipando a lo que va a ocurrir. Piensa: el arma va a estar aquí, el asesino es este…». Y recuerda que nunca es tarde para aficionarse a la lectura, aunque mejor si el hábito se adquiere desde pequeños.
Él comenzó a devorar libros con tan solo cuatro años. Cuenta que su casa estaba llena de las novelas y manuales que consultaba su padre, un abogado, jurista militar. «Yo compartía dormitorio con uno de mis hermanos y tenía una cama abatible que, cuando la bajábamos, quedaba a la altura de una de las librerías». Ahí, un día, se topó con uno de esos libros que acababa de soltar su padre. Era un ensayo sobre un grupo de anarquistas italianos.
«Te puedes imaginar lo que entendí yo de ese libro, con cuatro años. Pero como soy muy cabezón, no lo solté». Porque es difícil no ver a Juan sin un volumen en la mano o una lectura ante los ojos. «Soy el típico amigo que siempre llega pronto. Así que me compré un 'kindle' para tener algo que leer mientras espero». Entre sus libros favoritos y recomendables, 'El principito'. «Si todo el mundo leyera este libro, habría menos problemas. Lo habré leído mil veces y siempre descubro algo nuevo», asegura Pizarro, quien destaca una de sus líneas favoritas en ese momento en el que el protagonista aprende la diferencia entre amar y querer. «Si dices querer, es porque te quiero mía. Si dices amar, es porque quiero estar a tu lado», dice un escritor que recuerda como uno de los mejores momentos de su vida esas mañanas del fin de semana en las que, junto a sus hermanos, iba desde la casa de Isabel la Católica al quiosco de Poniente, no para comprar chucherías, sino tebeos.
Estos recuerdos articulan unas charlas como las que esta tarde ofrecerá en Simancas, bajo el título 'La literatura salva vidas'. «A mí me la salvó. Por eso, cuando voy a los colegios, siempre les digo lo mismo. Puede que de cara al verano quieran tener los músculos de Cristiano Ronaldo o el tipín de una modelo, pero nuestro músculo más importante es el cerebro. Y con la lectura se ejercita. Leer un cuarto de hora al día es el mejor gimnasio cerebral que te puedas imaginar», concluye.
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