Gustavo Martín Garzo, en el Círculo de Recreo, antes del pregón. Henar Sastre

Martín Garzo: «La literatura es la guía para adentrarse en el territorio oscuro del corazón»

El escritor vallisoletano inauguró la 53ª Feria del Libro de Valladolid con un pregón en torno a su condición de lector

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 25 de septiembre 2020, 20:07

Feria determinada por la pandemia, con mascarillas y geles, con control de aforo, pero feria al fin. Eso intentará ser la 53ª edición de la Feria del Libro de Valladolid que ayer inauguró Gustavo Martín Garzo con un pregón de título prestado por su último libro, 'Elogio de la fragilidad' (Galaxia Gutenberg). «Intenté escribir algo sobre lo que estamos viviendo pero vi que todo eso lo conocemos por los medios y que podía servir mejor a esta pequeña comunidad de libreros y lectores en mi papel de lector y escritor, intentado aportar al oyente un poco de belleza, consuelo, emoción y verdad», anunció poco antes del pregón el narrador vallisoletano. Y se hermanó con los presentes en su común condición de lectores.

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Colocó al libro como protagonista y recorrió su itinerario de lector, con apuntes para el centenario de Miguel Delibes, la pandemia y una coda de cuento. Una de las autoras que más frecuentemente cita Garzo es Isak Dinesen, la escritora danesa para quien contar cuentos era pertenecer a «una tribu antigua, ociosa, extravagante e inútil». El pregonero manifestó su gusto por esa tribu y deseó que su historia le hiciera «merecedor de pertenecer a ella». Porque «no nos conformamos con nuestra vida, sino que buscamos palabras para transformarla en relato que llegue a los demás». Otro de sus autores es Proust de quien trajo al discurso su cita de que «sin literatura nuestra vida nos sería desconocida». Los libros son para el autor de 'La ofrenda' «la vía más directa para comprender el territorio oscuro del corazón humano».

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Nombre de poeta

El arte, más allá del entretenimiento «que está muy bien», es «crítica, no acepta la realidad como es, suele ser disconforme, plantea cambios. El arte sin eso es casi nada. Básicamente hay que pedirle que nos obligue a hacernos preguntas». Entre quienes han sido compañeros inseparables en su camino nombró a la citada Dinesen, a Emily Dickinson, Franz Kafka, Cervantes, Ovidio. «Son muchos más, pero casi me salen más poetas. Porque cuando comencé a escribir yo quería ser poeta, quizá porque así lo decía mi nombre, que es Gustavo Adolfo. Mi padre lo eligió quizá para que yo fuera lo que él no pudo ser». Los libros de esos autores son para este Premio Nacional de Narrativa y de Narrativa Infantil y Juvenil «compañeros extraordinarios que han hecho mi vida más interesante».

Recaló en las referencias que recoge su último libro, una recopilación de ensayos sobre el arte. «Diría que el primer libro que recuerdo es la Biblia, porque sus relatos en la infancia de una familia católica como la mía te los contaban en el colegio y en casa. Estabas familiarizado con la historia de Abraham e Isaac, con la Anunciación o con Jacob. Para mí es un libro de alta literatura que recoge historias importantes, oscuras, que te enfrentan al misterio de la vida. También fueron importantes para mí los mitos griegos», explica quien se mantiene fiel a los libros y las películas que le gustaron. «Raro es que relea algo que me gustó y no me siga gustando», dice el también psicólogo considerando «que cambiamos poco. A eso de los veinte años ya somos lo que seremos. Luego nos suceden cosas y no sé si aprendemos de ellas. Al final creo que evolucionar es ir perdiendo certezas, terminar no sabiendo gran cosa».

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Del elogio al arte que ha hecho soportable el confinamiento a la fragilidad. «Está ligada a la belleza, a la lectura, a la vida. Siempre que queremos algo bello nos acompaña la amenaza de la pérdida.Decía Nabokov que la belleza es la cualidad de lo que tiene que morir. Y ese temor provoca que cuidemos lo que queremos. Esa fragilidad nos lleva a estar en el filo del abismo», declaró Garzo. «Vivimos en un mundo de poder, de dinero, de éxito. La literatura nada tiene que ver con eso, habla de lo contrario, de renunciar al poder, de renunciar a imponer nuestras certezas, a querer organizar el mundo según nuestras ideas. El arte renuncia a eso para proponer el mundo como posibilidad, no como algo terminado, sino como campo de libertad. Hay otras formas posibles más allá de las dadas. Esa es la función del arte».

El escritor llevó su reflexión al punto de vista social y político. «El mundo no está cerrado, no es solo lo que parece, aunque nos dicen que es como es y no puede ser de otra manera. Eso está cerca del totalitarismo. El arte está vinculado a las preguntas, al anhelo de otras cosas, ahí está la fragilidad, quién se plantea preguntas parece estar en una posición más débil que quien maneja certezas. Por eso nos gustan las novelas porque los grandes personajes están desamparados, perdidos. Basta pensar en los protagonistas de los cuentos clásicos, son seres vulnerables, heridos, y representan lo que somos. Vivir humanamente es tener sentimientos de carencia».

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Omisión del rostro

Martín Garzo lamentó que el centenario Delibes se haya visto truncado por la situación excepcional que vivimos pero celebró que se retomen los actos y tuvo un recuerdo para Jiménez Lozano, fallecido el 9 de marzo. «Tuvimos una relación de amigos, me interesó su mundo, compartíamos el gusto por algunos autores y para mí fue alguien inesperado, de una cultura tan amplia y rica en aquel Valladolid».

La pandemia es un tema insoslayable. Para quién gusta del cine de terror, esta situación de mascarillas y omisión del rostro le lleva al fantasma de la ópera o al hombre lobo. «El crimen está ligados a esa pérdida del rostro. Pero más allá de esto, que pasará, hay que hacerse la pregunta de qué mundo queremos después, si igual al que teníamos o uno en el que se invierta en lo que de verdad importa».

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