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A Emilia, su madre, dedica Gustavo Martín Garzo su último libro, 'El cuarto de los sombreros' (Galaxia Gutenberg). Un poco porque le llevó al santuario de Lourdes con 13 años, otro poco porque le mostró la belleza de los templos sin beatería. La segunda de ... las dos novelas cortas que lo forman no es una narración religiosa pero sí aborda la fe como inspiración plástica, como territorio mágico, como refugio, consideración que comparte con el arte y el amor para el escritor vallisoletano. Son «las bellas mentiras» en las que «buscamos la plenitud que no nos da la vida real. Nos ofrecen cosas que no existen pero que no existan no quiere decir que no necesitemos», aclara el Premio Nacional de Narrativa.
«Cuando voy a escribir no sé qué saldrá. Mi primera idea era hacer una trilogía de novelas cortas, un género que me gusta mucha, pero una de ellas creció demasiado y se convirtió en mi anterior libro, 'El último atardecer'. Me quedaron estas dos que tienen su correspondencia, declarada y secreta, tocan los mismos temas», relata. 'El cuarto de los sombreros' y 'La mentirosa' «tienen que ver con la revelación, las dos reivindican el mundo de al visión más allá de la verdad».
La primera es la historia de dos mujeres de distinta procedencia, clase social y aspiración personal. La narradora trabaja cuidando al padre de la escritora Paulina Quiroga. Concebida como un 'flash-back', la cuidadora, que ya ha cumplido los setenta, descubre que la novela póstuma de Paulina cuenta su vida en común. Los hechos se corresponden con sus recuerdos pero la interpretación es dispar. Plantea Garzo la multiplicidad de seres que habitan en cada uno, la variedad de aristas que ofrecen a cada otro. Las protagonistas tienen como película fetiche 'Gertrud', de Dreyer, que en un momento dice «soy muchas, todas distintas».
«Son mujeres que no se conforman con la vida que les tocó, siempre esperan otra cosa más allá de la realidad ordinaria. Como decía Pessoa, 'la literatura, como el arte, es la demostración de que la vida no basta'». Viven «una historia de amor intensa. La escritora se niega a aceptarlo, la otra no sabe que pasa. El amor es un territorio temido y deseado».
Ese oficio raro
En 'La mentirosa' el escritor se dejó llevar por la historia de Bernadette, la niña que vio lo que su hermana llamó Virgen, lo que la Iglesia determinó como «apariciones marianas». «Bernadette es un ser cándido que no tiene nada y acude a esa gruta, un lugar de revelación. No tiene educación, lo llama en occitano 'lo otro'», y a partir de ahí comienza su desgracia hasta «ser obligada a ser monja y morir sola». «Para mí la religión es una esas bellas mentiras que nos explica el mundo. El problema es la Iglesia, en cuanto aparece en Lourdes instrumentaliza la visión y lanza la idea de la Inmaculada Concepción, lo transforma en dogma porque le conviene como defensa frente a los gobiernos laicos». También en la primera novela aparece la Iglesia «que en la República juega un papel nefasto. Sin embargo, más allá de eso la fe católica es fuente de relatos, imágenes, arte ¿qué hacemos con ello? ¿cómo no estremecerse ante al belleza de la Catedral de Burgos, ante la música religiosa?». Considera Martín Garzo que la falla entre vida y religión no es tan grande en el mundo judío. «Escritores abiertamente heterodoxos integran la estética de su religión. En el catolicismo, el mundo laico se ha vuelto contra ella».
Aunque trabaja cada día en este «oficio raro, de tarea inacabada» que le lleva a empezar un libro detrás de otro escribiendo «como un vagabundo, como un explorador, suena más digno», Gustavo quiso ser director de cine antes que escritor. «En su momento era muy difícil entrar en la Escuela de Cine de Madrid. No he sido director pero como espectador he vivido muchos de los momentos más intensos de mi vida en el cine, donde sigo acudiendo semanalmente. Mantiene la metáfora de la cueva, donde una luz te enseña el mundo». Probó en el cortometraje y tiene preparado el guión del que podría ser su ópera prima. «Esta comunidad es culturalmente nefasta. No existe ningún apoyo y no hay una televisión propiamente autonómica que es el punto de partida del florecimiento del cine gallego, vasco, catalán o andaluz». Su escritura está transida de esa vocación.
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