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Dejó el puzzle a sabiendas de que había blancos. Dos décadas después, gracias a la apertura de los archivos, ha podido terminarlo. Andrés Trapiello publica 'Madrid 1945' (Destino), la historia completa de los guerrilleros que asaltaron la subdelegación de Falange en Cuatro Caminos en ese ... año. Hubiera pasado por una escaramuza más de la posguerra de no ser porque 300.000 ciudadanos salieron a la calle en la manifestación más numerosa que conoció el Madrid hasta esa fecha. La multitudinaria reacción a los hechos –dos muertos a manos de cinco maquis– levantó las sospechas del escritor leonés. Las piezas que faltaban del puzzle estaban al otro lado del Atlántico. Tres comunistas implicados y condenados fueron salvados in extremis por la Embajada de Estados Unidos.
Esta segunda versión de 'La noche de los Cuatros Caminos' abre el foco al complot internacional, al escaparate propagandístico de Franco y al cambio de postura de EE UU y UK respecto a España. Todo es historia contada desde la literatura porque Trapiello no quiere «rebajar ni un átomo la realidad», porque «aquello que nos parece tan lejos tiene coletazos hoy». Se refiere a la Ley de Memoria Histórica, luego Democrática.
Historia que, sin embargo, emerge de un comienzo «tan kafkiano y cervantino que no sucede ni en la novelas malas». Comienza en la Cuesta de Moyano, en el puesto de Alfonso Riudavets en que husmeaba Trapiello. Allí se topó con un dossier con fotos, recortes de prensa clandestina, en una carpeta de la Dirección General de Seguridad donde se relata «el procesamiento y ejecución de siete maquis, la detención de otros y el desmantelamiento de prensa clandestina en Madrid. El asalto no constaba ni en la historia franquista ni en la del PCE».
Tres desaparecidos
Contactó con «la última superviviente, con hijos de los ejecutados, herederos de policías torturadores, de jueces». Armó las biografías de los protagonistas, el ambiente del Madrid del momento, de los sótanos donde trabajaban las minervas, de los descampados de Cuatro Caminos, de los lugares de encuentro, como las barcas voladoras. «Lo que era la historia de España y de Madrid, la confrontación de dos fuerzas –comunistas y franquistas–, la lucha por la supervivencia, estaba bien referenciada. Quedaba por descubrir el final de tres de ellos. Llegué a pensar que quizá eran infiltrados, gentes que habrían llegado a algún acuerdo con policías o jueces».
La apertura y digitaliación de los archivos le dieron la respuesta. «Di con los expedientes. Eran miembros del PCE, detenidos, torturados, condenados a muerte pero que el día de su ajusticiamiento son liberados.Hay un acuerdo al más alto nivel de los servicios secretos americanos con el Gobierno de España para sacarlos, les llevan por Lisboa a Estados Unidos y luego a México sin documentación. Allí se sorprenden los propios camaradas comunistas, no hay precedentes de condenados que lograran la libertad a menos que hubieran llegado a un acuerdo a cambio de delatar», sigue explicando.
«Es una metáfora de lo que ocurre en el mundo. Faltaban dos meses para el fin de la Segunda Guerra Mundial. Franco había apoyado a Hitler y Alemania es perdedora. Había repatriado a la División Azul y va aproximándose a Gran Bretaña y Estados Unidos, que, a su vez, habían luchado junto a Stalin contra Hitler, y apoyado a las fuerzas antifranquistas. El PCE era la única resistencia organizada con apoyo internacional débil. El régimen preparó la manifestación en Madrid para que trascendiera que Franco tenía tras de sí a España, que no podían venir a ocupar como habían hecho en Sicilia».
Personas que no personajes, realidad que no ficción, pero con las herramientas de la literatura. «Quería mostrar el lado humano de esta historia, el coste de esta política. El libro es una catarata de vidas desdichadas contada como la crónica de un suceso a través de un relato literario. Todo lo que sucede es verdad, no invento que un guerrillero cobraba 1.000 pesetas por matar a un hombre, que los comunistas que daban 'golpes económicos' –como llamaban a los atracos– se quedaban con algo a espaldas del partido, que en la Dirección General de Seguridad había un boxeador profesional para torturar cuando los policías se cansaban...».
Consulta a Carrillo
Pasó una tarde con Carrillo, le preguntó por la muerte de León Gabriel Trilla, vallisoletano fundador del PCE, destituido de la ejecutiva tras el fracaso de la invasión del Valle de Arán y la noche de Cuatro Caminos. «Jugó a confundir a Trilla con Monzón. Tanto Quiñones como estos dos eran buenos comunistas que entregaron su vida al partido pero a los que sometieron a una campaña de desprestigio. Con enorme calma, me dijo que él no dio la orden porque no la tenía que dar nadie. Todos los militantes sabían cómo actuar ante un soplón o un traidor. Me volvió a contar lo del Valle de Arán, amañándolo diciendo que él dio la orden de retirada pero era mentira. No salió bien y él fue el primero en saltar del barco».
El autor de 'Las armas y las letras' enlaza con la contemporaneidad. «Carmena quiso inaugurar un monumento a las víctimas de la Guerra Civil y en la lista estaban los siete de Cuatro Caminos. La pregunta que deja el libro es si consideramos a los siete fusilados en 1945 víctimas del franquismo o luchadores por la democracia y las libertades. Si la ley (de memoria histórica) reconoce a los maquis como luchadores por la democracia entonces ¿los dos asesinados en el asalto son muertes justas, merecían morir en pos de la libertad?». Y sigue «claro que fueron víctimas del franquismo, que sufrieron torturas salvajes, juicios demenciales llenos de contradicciones penales, pero también fueron víctimas los que se llevaron por delante en este caso. No me meto en si ejecutan a un coronel o un torturador, hablo de este caso. ¿Eran muertes necesarias? El PCEo el estalinismo no conocía la libertad, era un partido criminal que asesinaba a sus militantes.De esto hablamos».
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