

Mariano Nieto, el vallisoletano que escribe su primera novela a los 95 años
El autor presenta este 2 de junio 'Júbilo, dolor y esperanza', una historia ambientada en Valladolid entre 1931 y 1978
No, nunca, nunca. Yo nunca antes había escrito narrativa», cuenta Mariano Nieto (Avilés, 1926), mientras sujeta entre sus manos 'Júbilo, dolor y esperanza', la novela que comenzó a escribir con 93 años y que el 2 de junio, cuando esté a punto de cumplir los 96, presentará, a las 19:30 horas, en la Casa Zorrilla. Esta es su primera novela, aunque no su primer libro, porque a lo largo de su carrera profesional (catedrático en la Escuela Técnica Industrial) ya había publicado multitud de manuales de dibujo técnico y textos sobre geometría. Entonces, ¿por qué ahora?¿Qué le animó a sentarse delante del teclado (no escribe a mano, sino a ordenador)para dedicarle tantas horas a la ficción?
La respuesta quizá esté en un acto de orgullo y rebeldía. «Los sábados, mis nietos vienen a comer a casa. Y la más pequeña, Ángela, me dijo: 'Abuelo, la profesora nos ha preguntado si tenemos algún familiar mayor que haya vivido la II República y la Guerra Civil para que venga a explicarnos a clase cómo lo vivieron, sus recuerdos de los bombardeos, el racionamiento...'. Le contesté: 'Hija mía, yo encantado'. Me hacía una ilusión bárbara», confiesa Mariano, quien ya empezó a darle vueltas a lo que podría contar a aquellos chavales de cuarto de Secundaria en un instituto de Delicias.
Sin embargo, el sábado siguiente, la nieta llegó con malas noticias:'Dice la profesora que va muy mal de temario y que no quiere perder tiempo con la charla'. «A mí aquello me indignó. No entendía cómo alguien que enseña Historia renunciaba a que una persona que ha vivido aquello cuente a los chavales los horrores de la guerra para evitar que se repitan». Entonces, Mariano ideó un plan. «No os preocupéis –les dijo a sus nietos–, vosotros sí que vais a conocer mi historia». Y comenzó a escribir una suerte de diario: 'Las memorias del abuelo'.
Allí contaba que su padre era ferroviario, que durante una temporada estuvo destinado en Asturias y que por eso él nació en Avilés. Que, cuando apenas tenía tres meses, la familia se mudó a Valladolid porque aquí trasladaron a su padre. Que se instalaron en el número 10 de la calle Embajadores. Que allí, en esa calle, estudió en la escuela con doña Perpetua. Que siguió su formación luego (1937)en el actual instituto Zorrilla, donde coincidió con «tres grandes profesores: Narciso Alonso Cortés, Valentín Orejas y Martín Santos».
Que con cinco años aprendió a leer con las noticias de El Norte de Castilla, cuyas letras góticas reproducía una y otra vez porque además es un apasionado del dibujo. Y de la química. «Yo veía a mi madre encender todos los días la lumbre con una cerilla y a mí me maravillaba aquello. ¿Cómo era posible que de una chispita brotara una llama?Yo preguntaba: 'Madre, ¿qué es eso?' Y ella me contestaba: 'Es el fósforo, que provoca una reacción química y por eso surge el fuego'. A mí aquello se me quedó metido en la cabeza y pensé: 'Cuando sea mayor, me ocuparé de las reacciones químicas'.
Así que ese libro de memorias podría haber contado que se hizo técnico industrial químico (en la escuela de la calle La Merced), que a principios de los años 50 entró a trabajar en Nicas, que se casó y tuvo dos hijos, que lo destinaron durante una temporada a Santander, que a su regreso a Valladolid descubrió su pasión por la docencia. Que durante años fue profesor en la Escuela de Ingeniería Técnica Industrial. Que se jubiló en 1991 como profesor emérito de la UVA. Y que a los 93 comenzó a escribir un libro que primero fueron unos diarios.
«El caso es que, cuando ya llevaba varias páginas, se lo enseñé a mi hijo mayor y me dijo:'Padre, esto no lo va a leer nadie. A las cinco páginas se van a cansar y lo van a tirar a la papelera. Hay que meter una trama, pasajes de ficción que hagan más interesante estas vivencias'». A la historia veraz y viva había que sumarle hechos ficticios. «Y yo le dije: 'Joder, pues tienes razón, hijo'». Fue así como Mariano, a sus 93 años, comenzó a transformar aquellas memorias en una novela, con ayuda de su hijo, Mariano Nieto Antolín.
La novela estuvo a punto de no ver el punto final. «Mi hijo falleció de cáncer de páncreas. Y yo pensé en dejarlo todo, en tirarlo a la basura». Se acabó, hasta aquí, para qué seguir.Pero después de pensarlo, comprendió que terminar la novela sería el mejor homenaje posible a su hijo. Además, todos los beneficios de la venta del libro (25 euros, editado por Maxtor) se destinarán a la Asociación Española Contra el Cáncer.
Y por eso, Mariano continuó madrugando (se levanta a las siete), siguió sentándose al frente del ordenador y avanzó con la escritura de esta novela que cuenta la historia de Ángel,Salva y Justi, tres amigos de las Delicias, «republicanos, socialistas hasta la médula», que viven una juventud dichosa hasta que en 1936 llega «la hecatombe». Primero el júbilo del que habla el título de la novela. Luego el dolor.
«Ángel tiene que huir de Valladolid, escapar a Asturias y luego a Rusia, donde vive una trama de espías hasta que, a la muerte de Stalin, regresa a Valladolid para reencontrarse con su familia (los Sanz García), su antigua novia y con sus amigos de la juventud, convertidos ahora en médico, abogado y él en profesor de Historia. Al final, está esa esperanza que llega con la Constitución de 1978.
«Escribir para mí a estas alturas de mi vida ha sido una experiencia nueva con la que no contaba. Y un entretenimiento. A mi edad, los amigos se van perdiendo. Hasta antes de la pandemia, salía con otros dos amigos a tomar unos vinitos (blancos) a la Plaza Mayor, a la cafetería del Felipe IV. Ahora uno ha muerto, el otro no puede salir. Yo sigo dando mis paseos, pero no es lo mismo». Así que ha dedicado su tiempo a escribir. ¿Habrá más libros? «No, no creo que me de tiempo», dice Mariano Nieto Oñate, que a sus casi 96 años presume, con razón, de la publicación de su primera novela.
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