María Fernanda Ampuero, en su Guayaquil natal. páginas de espuma

María Fernanda Ampuero: «Quise explorar el terror en el trópico, donde un cuerpo se pudre en un día»

Publica 'Sacrificios humanos', su segundo libro de cuentos, en los que el horror viene del prójimo y de las ratas, de lo imaginado y lo real

Victoria M. Niño

Valladolid

Martes, 13 de abril 2021

Deslumbró con sus cuentos en 'Pelea de gallos' (Páginas de Espuma) y ese mismo sello publica su segunda entrega, 'Sacrificios humanos'. María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976) empotra al lector en su asiento, le deja en manos de sádicos desconocidos y torturadores familiares, le ... aterroriza con tremendismo doméstico, con sanguijuelas sedientas y plagas de mosquitos. Mafe, su diminutivo español, está acuñando el subgénero del terror tropical.

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–¿Son doce sacrificios humanos?

–Tengo espíritu de poeta, alguna vez quise serlo, y me gusta intentar resumir todos los cuentos con una palabra, la gran metáfora de lo que pasa en ellos. Siento que es un libro que clarísimamente responde a su título.

–Transe todos los cuentos una atmósfera asfixiante, no da respiro ¿era su pretensión?

–Es una película de terror, sí. Es que no quiero hacer otra cosa. No quiero que suene rimbombante y egocéntrico pero mi pretensión es conseguir que tú te sientas asfixiada, que te asustes, que se te dilaten las pupilas, eso quiero conseguir. Como mi primera lectora que soy, necesito esa literatura que me ha hecho como soy, una forma de ver el mundo. Las historias que me interesan, también en el cine o en el teatro, te ponen al borde de la butaca, son de las que sales habiendo vivido un viaje y casi te convierten en superviviente.

–Hay intensidad en otras emociones ¿sus primeras lecturas fueron de terror?

–Un poco sí, mis primeras lecturas eran enciclopedias, soy de los setenta. Había una de historias infantiles de todo el mundo y avanzabas según ibas creciendo hasta llegar a la mitología griega. No hay nada de cuento en los cuentos de hadas originales, en los que carecían del filtro Disney. 'Barbazul', un feminicida; 'La sirenita' era tristísima, después Wilde y el cuento de 'El ruiseñor y la rosa', tremendo. Por favor, devuélvanme mi infancia. Todo tiene que ver con el miedo infantil al abandono de los padres, como esos pobres Hansel y Gretel. Una niña que creció sin filtro de Disney escribe estas historias.

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–«El trópico todo lo degrada», dice. ¿Dónde nació este libro?

–'Pelea de gallos' lo escribí en Madrid cuando llevaba allí casi quince años. En 2019 vine a Ecuador a trabajar. Cuando comenzó la pandemia, me quedé atrapada en Quito y este libro está escrito en una situación extraña. Soy de Guayaquil, de la costa, que es casi otro país. Es como comparar las Canarias y el País Vasco. Estuve en un departamento rodeada de montañas, Quito está rodeado por los Andes. No sé cómo viven ellos sin mirar el horizonte, genera sensación de encierro, levantas la vista y no ves más que esos monstruos de montañas oprimiéndote. Paralelamente en Guayaquil la gente moría de forma descontrolada por el covid, los cadáveres llenaban la calle, se hizo mundialmente famosa la imagen de un cadáver en una banca a la que alguien puso un parasol de colores.Ahí viven mis amigos y mi mamá. No es que una se encierre y aproveche el mal rollo para escribir. 'Sacrificios humanos' es un libro que me agarró. Eligió nacer y hay esta presión de las historias que de repente mi cabeza no puede dejarlas. Puedo estar tiempo sin escribir pero si tengo una idea, ya no la suelto. Lavo platos o el baño y la estoy dando vueltas. Llegar a ese lado es difícil y raro.

–¿Está creando el subgénero del terror tropical?

–Había algo terrible en las noticias, en Guayaquil estaba muriendo mucha gente. Aquí un cadáver se pudre en un día, se pudre todo, el agua, el cuero, los zapatos. La gente de fuera lo ve como un destino soñado por el calorcito pero este calorcito trae problemas inmensos. Fachadas, metal, techos, madera, coches, todo se lo come la humedad, la salinidad. En este contexto me parecía interesante el género del terror poniendo algo orgánico como los seres humanos en el centro. El terror siempre se asocia a la niebla, al castillo, a la nieve, al frío. Con todo pudriéndose, con los pantanos llenos de bichos, peligroso, ponzoñoso, me encantaba pensar en explorar terror en esa atmósfera en la que crecí y siempre da miedo. Sacas unos zapatos de tu armario y tienes el 50% de posibilidades de que haya un animal.

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– Hay muchos niños y adolescentes. ¿Interés literario o vital?

–Para mí fue difícil sobrevivir a mi adolescencia. A veces en las películas se trata con nostalgia esas ganas de vivir cuando eres la persona adecuada físicamente pero cuando no calzas, cuando no te aceptan, es fácilmente derivable a la soledad más opresora, te odias. Luego creces, lo aceptas y buscas tu lado bonito, pero en la adolescencia te bombardean con la imagen de cómo ser una persona exitosa y tú no lo eres. Todo lo que sientes en la adolescencia te envuelve y nunca he dejado de sentir ese frío en la espalda de estar en una fiesta y que nadie te saque a bailar. Para mí siempre ha sido la adolescencia un momento delicadísimo de la existencia en el que el despertar sexual es algo que nos hace volar por los aires. Hay algo terrorífico en ese despertar y en esa primera vez de atracción sexual vinculada al peligro. Hay un material literario interesante de quien se siente periférico.

–Sus mujeres, ¿más desamparadas cuanto más fuertes?

–Las mujeres no somos mejores, tenemos más estrategias de supervivencia pero claro cuando una mujer demuestra su fortaleza se convierte en objeto de burla, odio, discriminación, es peligrosa. En mi infancia, cuando somos cemento fresco y todo te marca, al pasar junto a una mujer soltera –le llamaban solterona– se llenaba de aire de luto, era como pasar delante de un muerto. ¿Qué mensaje le dices a la niña que va contigo cuando señalas que eso es lo peor que te puede ocurrir? Yo las veía como figuras mitológicas, me preguntaba cómo serían sus casas sin hijos. A mí nunca me dijeron 'puedes ser lo quieras' sino que debía ser esposa. Me sigue impactando la narrativa que hay para niñas de lo que significa triunfar: ser bonita y conquistar un hombre. Nada que ver con el esfuerzo o las neuronas.

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–Utiliza expresiones como «ser de caucho»frente al ser de goma de aquí, «dar cocachos» por collejas. ¿Qué le parecen los intentos por ahormar un español 'académico'?

–He vivido entres países de habla hispana y de todos he robado palabras. Esta cosa de lo ajeno de palabras de tu idioma, me parece reduccionista, idiota. Si tienes en Argentina una forma de decir algo que no tienes en Ecuador ¿por qué no usarlo? Digo que soy trilingüe porque hablo español argentino, ecuatoriano y de España. El hibridismo me gusta, la mezcla es vida, luz.

–¿Qué plagas nos acechan?

–La peor de todas es como sube la extrema derecha. Un ser humano de 2021 no puede decir que no sabe. Están diciendo palabras peligrosas, que se dijeron en Europa y vimos lo que pasó, se convencieron de que eran verdad. La xenofobia es impensable sin un discurso de ellos y nosotros.

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