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SAMUEL REGUEIRA
Jueves, 7 de junio 2018, 22:49
'Las hijas del capitán' fue, junto a 'Los pacientes del doctor García' de Almudena Grandes, uno de los libros más vendidos el pasado 23 de abril en la Plaza Mayor de Valladolid. Está claro que, pasen las obras que pasen desde 'El tiempo entre ... costuras', María Dueñas ha sabido retener a un segmento significativo de su público más fiel que continúa esperando, cada trienio más o menos, una nueva obra de esta escritora que pese a huir de las secuelas no deja de desprender un cierto aroma a ese concepto marquetiniano de la marca personal. Y eso que, tal y como admitió ayer en conversaciones previas a su acto en el Teatro Zorrilla, enmarcado en la 51ª edición de la Feria del Libro de Valladolid, «hay un prejuicio general del sector masculino de lectores».
«No me propongo llegar en exclusiva a las mujeres», defendió, «aunque yo sea mujer y mi prisma literario resulte femenino, puedo entender que mi sensibilidad llegue a otras mujeres, pero esto, que no es nada forzado ni artificioso, puede llegar también a interesar a algunos hombres: a los que sin prejuicio se acerquen a mí». Para Dueñas, si ellas hiciesen igual no habrían leído «ni 'El Quijote'», y considera injusta la falta de interés movida por aquel prejuicio general hacia su literatura.
Pero la autora de 'Misión Olvido' y 'La templanza', que en este trabajo vertebra la historia de tres hermanas -Victoria, Mona y Luz- que se ven abocadas a viajar de España a Estados Unidos para ocuparse del negocio familiar de su padre, también se resiste a que esta novela sea susceptible de transformarse en emblema del empoderamiento femenino y de convertirse en símbolo dentro del cada vez más boyante movimiento feminista: «Si en algún momento mis personajes son inspiradores para los lectores, me alegro enormemente; siempre es muy reconfortante, pero he sido maestra veinte años y con mis novelas quiero huir de lo pedagógico y de lo didáctico», aseveró, como un eco de las palabras que ayer abrazara Javier Sierra. «Resulta muy grato y muy reconfortante que estas formas de ser y estos patrones admirables y dignos de mérito resulten de utilidad, pero no como modelo de vida, sino como desencadenantes de actitudes positivas».
Las luces y las sombras son el motor de esfuerzo para los personajes de María Dueñas, desde los personajes reales de contexto hasta las hermanas protagonistas ficticias que sostienen el conjunto del libro, tres veinteañeras que llegan arrogantes a Estados Unidos negándose hasta a aprender inglés y su posterior toma de contacto con realidad, que les obliga a posponer su retorno a España continuamente mientras luchan por seguir adelante en el Nuevo Mundo. Entre ellas también emergen diferencias de construcción argumental: Mona resulta la más resolutiva y proactiva, Victoria ostenta un carácter de mayor timidez y, finalmente, la artista Luz supone ser la hermana más ingenua e infantil.
Es precisamente esa idea general de la emigración que hubo en España en los años 20 y 30 la base germinal de la construcción literaria de 'Las hijas del capitán': «Por aquel entonces nuestro país cargaba con carencias enormes e igualdades grandes». Una buena parte de los migrantes españoles viajaron hacia el continente americano; de Cuba a Paraguay, pasando por Brasil y, por supuesto, Estados Unidos: «Llegó a haber casi cuarenta mil españoles viviendo en la Gran Manzana en una colonia cohesionada», indicó Dueñas, quien desea que hoy pudiéramos reconocer, a los migrantes a los que negamos asilo y suelo español, «a quienes son los mismos que éramos nosotros hace no demasiadas décadas».
Si bien la escritora identifica la misma base en aquel flujo migratorio con las actuales dinámicas que hoy se mueven a lo largo y a lo ancho de Europa, sostuvo ayer que «nada tenían que ver» los jóvenes obligados a salir de España en pos de un trabajo. «En comparación con aquellos inmigrantes que peleaban por una habitación, han podido salir bien formados, sabiendo inglés, con titulación universitaria y un portátil y un teléfono inteligente en el bolsillo». Sobre su relación con el éxito, Dueñas rechazó permitir que las ventas del libro anterior influyan en aquello que está por escribirse: «Cada nuevo proyecto literario es ilusionante, me vuelco con la vista puesta en disfrutar del proceso de escritura y con ilusionar a mis lectores». Con todo, concedió que la personalidad permea, de una manera u otra, en lo que va escribiendo, «algún trazo común puede haber, pero intento no repetirme y no constreñirme en lo que llevo dentro. Me pueden etiquetar pero no es mi intención que así sea».
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