Luis Ribot rememora su infancia en 'Las primeras horas del día'

«He sido un afortunado, mi familia no sufrió las consecuencias de la guerra por estar en el bando nacional y vivimos en una ciudad tranquila. Hay dos cuestiones que me marcan claro: la falta de libertad que se dejó sentir en la educación y el peso enorme de la Iglesia, vivíamos en el nacionalcatolicismo». Bajo esas coordenadas Ribot, creció en una familia numerosa, sin privaciones ni lujos, que tenía en la casa de los abuelos, cerca de San Quirce, una huerta, el edén deseado en los veranos. «Eso me permitió acercarme a una vida rural en la ciudad ya que no teníamos pueblo». Una ciudad que comenzó su radical cambio por mor de la industralización y la especulación. «Valladolid podía haber sido como Pisa, tenía cierta unidad desde el XVI. Pero se destruyeron cantidad de casas palaciegas en los sesenta. Esa herida la lleva para siempre», lamenta el catedrático de la UNED. El texto va acompañado de fotografías de la época. Ribot no se plantea seguir haciendo la memoria de la juventud porque considera que «una biografía debe ofrecer acontecimientos interesantes y gentes que los acompañen. Si siguiera escribiendo sobre mí, sería más una reflexión». De momento trabaja en un libro colectivo sobre El Hechizado.