El escritor y académico Luis Mateo Díez. Emilio Naranjo-Efe

Luis Mateo Díez: «Tengo vendida mi alma al diablo, la vida imaginaria me interesa más que la real»

El narrador leonés vuelve a su Territorio para entresacar los relatos en 'Celama (un recuento)'

Victoria M. Niño

Valladolid

Domingo, 13 de marzo 2022, 00:42

Desordenado y prolífico, rodeado de afectos y dispuesto a «cualquier cosa hermosa que llegue a mis manos». Así se define Luis Mateo Díez (Villablino, 1942), que sonríe al decirlo porque, como los personajes de sus últimas novelas, ha elegido un cristal oscuro para tamizar con ... humor la luz de los acontecimientos. El académico de la letra 'l', un contador de cuentos infinitos, ha vuelto al Territorio que creó hace tres décadas y ha entresacado historias en 'Celama (un recuento)' (Alfaguara).

Publicidad

–¿Qué le ha hecho volver a Celama?

–Celama es un mundo en el que hay muchos cuentos incrustados en la trama de las tres novelas que conforman el 'Reino de Celama'. Ya de un tiempo recibí alguna sugerencia, sobre todo de Ángeles Encinar que me ayudó en la decisión, percibiendo que hay muchos relatos, no historias intercaladas. Es un territorio donde se cuentan muchas cosas, hay muchos personajes que hablan. Haciendo una prospección había un número de cuentos que podían tener identidad en sí mismos y que conformaban una armonía simbólica. Vimos los cuentos, los retoqué para que tuvieran sustancia propia y no débitos con el hilo narrativo de las novelas. Por debajo está la teoría de la novela compuesta. El trabajo era un recuento de Celama estructurado por afinidades, por temas.Era una mirada de territorio que permite ver Celama, revisitarla con otra dirección.

–¿El tiempo es circunstancia o esencia en ese índice?

–En el libro influyen muchos de los elementos simbólicos que hay en Celama, en ese submundo que he trabajado metafóricamente. Un elemento crucial es la muerte. Hice Celama como un gran obituario, una mirada al pasado, a los cementerios de esa tierra rescatando las vidas de los muertos. Atraviesa el tiempo con un decurso peculiar, especial, casi siempre detenido, que sojuzga las vidas de personajes, y un tiempo más vertiginoso, en el trance de las estaciones, en la mirada de la nieve al secano, del frío al calor, contiene la atmósfera de Celama,

–Sigue las etapas de la infancia, juventud, madurez, del campo.

–Están las estaciones y los elementos propicios a ese tiempo, esas edades que se cumplen y en los que se puede observar esas transiciones tan dadas de esa manera. Este orden le daba al libro una personalidad peculiar. No es caprichoso ni una nueva inmersión, sino mirar Celama desde los viajes, desde los amores, desde el tiempo de muerte, los destinos de familias, hay hasta un fabulario, el mundo sagrado de deidades. El recorrido tiene algo de antropología literaria. Recontar Celama y ofrecer la posibilidad de conocer lo que es Celama por otro conducto.

Publicidad

Noticia Relacionada

–Hay tres cuentos añadidos, uno de ellos que estaba inédito y que pone a prueba al lector, como el 'Ulises' de Joyce.

–En las historias el mundo de ficción está parcelado de esta manera, detallado, es un universo total en el que se ve la inmensidad del paisaje y, si lo apretamos, podemos conocer a muchas gentes, vicisitudes, fabulaciones. En los cuentos hay muchas técnicas; de monólogo interior, de contraste de voces objetivas y muchos personajes que cuentan desde su presencia. Había un cuento, 'Hemina de Ovial', que era un relato experimental, basado en un cúmulo de emociones ante un suceso trágico como es el levantamiento de un cadáver, y se acaban descubriendo voces que apuntan el destino de todas las personas presentes. Al inicio del libro hay un relato nuevo que propone un viaje a Celama. Intento imaginar la experiencia de un posible viajero/lector que quiere ir y encuentra cierta imposibilidad para llegar. La metáfora que tiene este relato pretende ser introducción para saber a dónde llegar, si puedes, que es a un mundo irreal. Siguiendo la pauta de Borges de que la verdadera condición del arte es la irrealidad, Celama es un mundo de pocos alicientes sociológicos o históricos y de muchos presentimientos, secretos, misterios, sensaciones, que conforman un conglomerado narrativo de irrealidad, donde trabajo más.

Publicidad

–En esa irrealidad ha ido conquistando continentes dispares, de León capital a una provincia llena de ciudades de sombra.

–Esa irrealidad me hacía despegarme de un realismo inicial que se puede ver en 'Las estaciones provinciales'. Pero desde el comienzo hay una camino de conciencia de fantasmagoría que me llevó a la definición de lo que llamo ciudades de sombra donde se desarrolla casi toda mi obra. Las 'estaciones' transcurrían en una ciudad innominada, que de alguna manera era León, pero las siguientes ya no. Había un camino que se acentuaba, un punto tragicómico, y se fue transformando desde una escritura alambicada y barroca hacia una expresión depurada que conllevaba la creación de otros espacios.

–Vuelve a Celama 30 años después, ¿le ha afectado el cambio climático, el mundo exterior?

–El Territorio está en la eternidad quieto, fuera de cualquier posible cambio, es el espacio de las palabras. Celama es una conquista abstracta, está detenida y, a la vez, es un espejo, quizá algo opaco, de lo que ha podido ser el destino del trabajo de la tierra como sufrimiento, de la atadura a la tierra, de cierto humus de los hechos culturales del mundo campesino, espejo de un pasado que está ahí fijado. Volver a Celama, como propongo en el primer relato, es un viaje imposible pero me ha reconfortado ver el poder de las historias, el valor de los personajes y de lo que les pasa, ese cúmulo de presentimientos, ese vivir en un límite, no de lo agrario y lo rural –eso es sociología–, sino del límite de las experiencias tal vez metafísicas. Me ha gustado reconocer que para mí Celama fue una experiencia de llegada. Llegué como escritor a ese reino imaginario y tuve claro que lo que iba a escribir después sería otra cosa. El reto avanzó con una mayor ambición de depuración, intentado perfilar de la manera más hermosa y fascinante posible ese mundo en el que me moví desde entonces.

Publicidad

–¿Seguimos necesitando historias, hemos cambiado las tradicionales por las instantáneas?

–Las historias son cruciales. Un elemento poderoso de los humanos es la imaginación que, conectada con la memoria y la experiencia a través de la palabra, hace que seamos contadores, inventores de otro mundo más allá del que vives. Eso si no eres un conformista que te resignas a lo cotidiano dentro de la atmósfera terrible y dura que vivimos, a pesar de las cosas nuevas y maravillosas que arrastra ese progreso que tira hacia adelante y de pronto el ser humano se empequeñece, se entretiene, hace de los grandes artilugios en vez de un medio sustancioso de comunicación, esas pequeñas maquinitas se quedan en entretenimiento y comunicación malévola, vacía, estúpida. Se aprecia más sentarse a charlar que darle a la maquinita, aunque sea fundamental. Sigue siendo crucial inventar historias, el patrimonio imaginario de la humanidad –en el arte en general– es el espejo de lo que somos y un incremento de la aventura de vivir y la emoción, la conmoción y la belleza de las cosas que se pueden disfrutar escuchándolas, leyéndolas viéndolas. Somos narradores, fuimos narradores orales, y siempre necesitamos contar la vida y, cuando no hay nadie, nos la contamos a nosotros mismos.

–La invasión rusa nos ha hecho aprender el mapa de Ucrania, pero en sus cuentos ya hay un personaje de Jarkov que parece salido del periódico de ayer.

–Ese cuento tiene 30 años, es una historia intensa y muy celamesca. Ese hijo que se marchó, en Celama hay muchos emigrantes, algunos se mueren de miedo al llegar y no vuelven por vergüenza o lo hacen empobrecidos, hay pocos que regresen ricachos. Ese chico que se va con la División azul, se perdió y de pronto vuelve alguien a ver a la madre en Celama, una madre que a pesar del tiempo no se resignaba a darlo por perdido. Yllama a su puerta un ruso en cuyos brazos murió su hijo. Hablan de dos estepas distintas, la de Ucrania y la de Celama y, sin embargo, hay un misterioso sentido de unión entre lugares y gentes. Vivimos en esta situación penosa en la que la maldad ha llegado. Habíamos pasado males, epidemias, pero ahora es la maldad y llega a desordenar el mundo y a afectarnos a todos. Hay un ser humano pernicioso, dueño del mal, que imprime al destino de las naciones y las personas una suerte de castigo vil, de algo relacionado con la miseria de lo que es. Putin, el mayor desalmado, aprieta el botón de la guerra. El ucraniano del cuento vuelve a Celama como una expiación, a saldar una cuenta de culpabilidad.

Publicidad

–Tras 'Los ancianos siderales' ¿vuelve a su humor expresionista?

–Escribo y publico mucho, aunque eso no es aval de ser bueno, con muy poco puedes llegar al límite. Tengo un mundo especial, con la peculiaridad de lo fantasmagórico, me ha costado pero lo he aceptado. En esa fantasmagoría los seres están siempre en una condición humana de extrema fragilidad lo que da pie a la cómico. El humor cada vez me interesa más. Es un camino de indagación hacia no se sabe dónde pero que da pie a que se reactive mi capacidad de escritura y que siga muy viva la disposición de lo que decía Henry James de que escribir es descubrir. El camino del descubrimiento está atado a mi vida.Ahora sí le tengo vendida el alma al diablo, la vida real me interesa menos que la imaginaria, escribiendo vivo más intensamente que vivido lo poco que me queda.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad