Hay silencios dubitativos que hermanan a emisor y receptor por muchos escalones que les separen; el primero por mostrar los recovecos de su pensamiento, el segundo por su paciente espera. Luis Landero se disculpó ayer varias veces por ese hablar pensando, por ese decir sin ... haber escrito antes –que es su modo de entender–. Resulta agradable y extraordinario en un entorno sobrado de sentenciadores. El escritor extremeño trajo a la 54ª Feria del Libro de Valladolid 'El huerto de Emerson', un «paseo por mi pasado».
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No aprecia diferencias entre novelas y textos «autorreferenciales» porque «en el fondo todo forma parte de lo mismo, de contar, vivir, soñar y escribir». Si 'En el balcón de invierno' rememoraba aristas del pasado, «como la relación con mi padre», este 'huerto' al otrora guitarrista le suena a «bulería, tango, seguidilla, algún palo movidito con su remanso dramático». Recuerda fugazmente un concierto en el Teatro Lope de Vega y sigue. «El libro es una celebración de lo vivido, tiene luz, alegría y ojalá haya sabido transmitirlo».
En él vuelve al campo de Albuquerque de su infancia y al descubrimiento de la ciudad, al madrileño barrio de Prosperidad donde se hizo adolescente. «La infancia es la edad más feliz, la que más se acerca al paraíso, cuando vives plantado en el presente, sin la amenaza del futuro ni la construcción del pasado, cuando se descubre el mundo y todo es de primera mano». Un estado de «perpetuo asombro» necesario en el artista. «Un escritor es quien prolonga su infancia».
De los 15 a los 21 años se entrenó en la frase corta del verso, pero «quedé curado, convencido de que el mío es un contar con frases largas. También la prosa te da cancha para ser poeta». Cuando el prosista venía en Alvia de Madrid a Valladolid pensaba que eso era lo que necesitan en su tierra. «Ni siquiera un AVE, Extremadura necesita un tren rapidito y que no se estropeé». Considera que tanto España como su comunidad «han avanzado mucho desde la Transición dentro de los límite de lo digno y ahora se está degradando ese estado de bienestar. Soy de izquierdas y eso hoy es intentar preservar lo conseguido».
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Última generación
Profesor de instituto entre 1978 y 1995, recuerda que cuando aprobó la oposición «ser profesor tenía su prestigio, un sueldo digno, la gente respetaba esa labor, ahora ya no». Landero detecta un «reajuste de valores» a partir de Internet, «estamos en el año 20 después de Internet». Y si lo lleva a la literatura habla de su generación «de Mendoza, de Muñoz Molina, Marías, Mateo Díez, Merino, un grupo de escritores que en los años ochenta y noventa conseguimos cierto prestigio. Pero fuimos los últimos. Pensemos en Sara Mesa, Marta Sanz, Ovejero, y otros tantos de hoy que no son peores que nosotros, pero la sociedad no les otorga ningún reconocimiento. Ya no hay escritores, profesores, pensadores de referencia porque la sociedad cambió y no concede prestigio a la literatura, pasó a otro plano. No es que nosotros seamos la generación tapón para los que vienen detrás».
Hombre de pueblo y de barrio lamenta no conocer bien Extremadura, «es la historia del emigrante que vuelve a su pueblo». Por eso su 'huerto' está poblado de los lugares de su infancia, «la casa de los abuelos, la finca del campo, de eso se alimenta al ensoñación».
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En esa eterna vuelta a la «verdadera patria», que decía Rilke, se siente acompañado por Machado, Jiménez, Cernuda, Alexandre, Lorca, y también por Sartre, «que releo y me sorprende como se nutre de la infancia. Ahí es donde se descubres formas veladas, territorios nuevos, brechas dentro de la realidad que permiten un ir más allá».
Emerson le iluminó con la idea del jardín y la filosofía es su descanso entre literatura y escritura. «Frente al entender no entendiendo del poeta, la explicación racional de la filosofía. Te agranda el territorio de otra manera. Cada poco releo a Schopenhauer que me explica el mundo de una manera consoladora. Creo que corazón y cerebro no están tan lejos sino que hacen un dúo magnífico. Mi bagaje de lecturas 'racionales' también pesa a la hora de escribir las mía». Fue acabar este segundo libro memorialístico y empezar una novela que tiene previsto publicar la próxima primavera.
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