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Luis García Jambrina, con su última novela. M. Á. Laya Sánchez
Luis García Jambrina: «No es momento de pedir perdón por la conquista, sino de conocer la verdad»

Luis García Jambrina: «No es momento de pedir perdón por la conquista, sino de conocer la verdad»

El profesor de la USAL retoma la serie protagonizada por Fernando de Rojas con el 'Manuscrito de aire'

Victoria M. Niño

Valladolid

Lunes, 23 de septiembre 2019, 07:21

Le faltaba el aire, el cuarto elemento en su tetralogía de novelas históricas protagonizadas por Fernando de Rojas. Luis García Jambrina (Zamora, 1960) envía al pesquisidor a La Española. Allí transcurre el 'Manuscrito del aire', precisamente entre un pueblo, los taínos, que carecía de escritura y la palabra oral era más importante que cualquier contrato sobre el papel. «Me fascina que mantengamos palabras suyas como huracán, yuca o guateque», dice el profesor de la Universidad de Salamanca.

–Cuarta entrega de los manuscritos, ¿a Fernando de Rojas le quedan más aventuras?

–Le quedan más, es un personaje que da mucho juego y la época es una de las más interesantes y movidas de la historia de España. Tenía prevista una tetralogía y con esta novela se cierra, pero al mismo tiempo la serie queda abierta. Hay otros lugares y acontecimientos en la vida de Rojas en los que me gustaría que participara.

–En este caso cruza el Atlántico, ¿se le queda pequeña Salamanca?

–Sí, hay un momento de necesidad de sacar al personaje fuera de Salamanca, ese escenario fundamental, y aprovechar para internacionalizarle. Ahí está el Nuevo Mundo, recién descubierto, y viviendo los primeros momentos de la colonización, me pareció interesante. Lo tenía previsto desde la primera novela, cuando su amigo fray Antonio de Zamora anuncia que iba a viajar por curiosidad. Me parecía un momento y un lugar interesante para desarrollar la nueva novela.

–¿Qué le llevó a los dominicos y los taínos?

–La conexión con Castilla no desaparece. Tiene bastante importancia el hecho de los dominicos, partiendo de convento de San Esteban donde estaban muy vinculados a la Universidad, van a La Española y adquieren un papel fundamental. Se habla mucho de Bartolomé de las Casas, pero hay que tener en cuenta que, antes de él, varios dominicos fueron defensores de los indios, de los taínos, se enfrentaron a los encomenderos y a las autoridades. Esa sería la base del reconocimiento posterior de los derechos humanos. Es algo de lo que deberíamos presumir.Esos monjes desde Salamanca se convierten en defensores de los indios.

El Sermón de Adviento

–Quizá lo más desconocido sea el enfrentamiento entre encomenderos y dominicos.

–Fueron unos valientes. Van allí en 1510 y en desde el primer momento toman partido de forma clara y radical. Ahí hay un acontecimiento histórico que debemos conocer y recordar: El famoso Sermón de Adviento que pronuncia Antón de Montesinos, el 21 de diciembre de 1511. Convocan a encomenderos y autoridades a una misa y allí pronuncia un discurso que me parece documento histórico y una pieza literaria de primera categoría. Les reprocha su comportamiento, les advierte de que así no entrarán en el reino de los cielos y podrían ser condenados sin ser confesados. Les plantea la pregunta: «¿Es que estos no son hombres?». Luego vino todo lo demás, las leyes de Burgos de 1512, la Controversia, las ideas y la obra de Francisco de Vitoria, sin esta base de los dominicos en La Española, lo demás no hubiera existido.Ellos lanzan la voz de alarma y hay que reconocerlo. Se vieron en peligro, les quisieron echar, tenían que alimentarse de lo poco que les daban, no pedían limosna. Fueron marginados en peligro y hasta el final la Corte tuvo que convocar una Junta de teólogos para debatirlo. Uno de los que se convierte es Bartolomé, que era encomendero y testigo de las atrocidades y que gracias a esta labor de los dominicos baja del caballo y pasa de encomendero a defensor de los indios. Era una personalidad poderosa, de gran cultura, y se acaba convirtiendo en el gran referente de defensa de los indios. Esa es la otra cara de la conquista y la colonización, hay una cara buena y otra mala. Otros países no pueden presumir de haber tenido unos cuantos frailes que defendieron a los indios. Lo hacían porque querían evangelizarlos, pero se jugaron la vida. Funcionaron como un antecedente de la teología de la liberación.

–Hay voces que reclaman que se pague por abusos de hace cinco siglos. ¿Tenemos un especial sentido de la culpa si nos comparamos con nuestros vecinos europeos?

–Es cosa de cada uno. No se trata de pedir disculpas o perdón o de hacer acto de contricción, pero creo que sí debiéramos saber lo que de verdad ocurrió, asumir unas cosas y felicitarse por otras. No todo es negro ni blanco. En la conquista de América hay hechos portentosos, heroicos y maravillosos, y otros terriblemente crueles y nefastos. Pero no es momento de pedir perdón, lo mejor que puede hacerse es que los historiadores lo estudien con objetividad y neutralidad. Han pasado cinco siglos y lo que corresponde es hacer justicia histórica. No se trata de volver a la leyenda negra ni a intentos de blanquear nuestra historia. Aún hay historiadores que insisten en que los indios murieron por enfermedad. Es verdad, pero la llevaban la españoles y se vio favorecida por las circunstancias en que les hacían vivir. Les sometieron a un trabajo al que no estaban acostumbrados. Ellos no tenían que esforzarse por conseguir el sustento y tampoco eran acaparadores, gozaban de muchos momentos de ocio. Es el pueblo con la vida más envidiable que conozco. Y llegamos nosotros y les pusimos a trabajar en las minas. En esas condiciones, cualquier enfermedad o virus se cebaba con ellos.

–Fernando alude a sus propios personajes, Calixto y Melibea.

–Además de jurista y pesquisidor, escribió un libro de mucho éxito y tiene que ver con su vida y su estancia en Salamanca. Por primera vez en mis novelas hay un romance, una relación amorosa que es insólita. Así que es lógico que evoque pasajes de su propia obra.

–En esta entrega le sale un Fernando de Rojas romántico. ¿Su fascinación por Ana de Guevara, Huiguemota, es también la que siente por lo exótico, lo misterioso?

–En las dos últimas novelas De Rojas llevaba una vida acomodada como jurista, como alcalde mayor de Talavera era muy respetado, le gusta hacer vino y estar con su familia. Pero de repente se ve obligado a enfrentarse con un mundo nuevo. Me interesaba el contraste de los dos mundos entre los que está a caballo. El amor por esta taína bautizada que es un personaje histórico. Es la hija de Ana Pavona, gran cacica de La Española, que se enfrentó a los españoles y fue ejecutada. Huiguemota provoca fascinación en Rojas, la misma que siente por naturaleza exuberante de allá, por ser tan distinto a Castilla. Rojas se abre a una doble vida, él que siempre había sido tan discreto por su condición de converso y la necesidad de no llamar la atención, pero por otra parte se ve envuelto en una vida agitada y aventurera. Hace que viva todo eso desgarrada, con contradicciones.

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