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Nieves García Catalán lleva 23 años luchando para que se exhumen los restos mortales de su abuelo, Dióscoro Galindo. En 2008, después de la investigación abierta por el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, aseguraba ver «algo de luz al final del túnel, ... pero todavía hay que esperar».
Y tanto. A las dificultades de cualquier exhumación relacionada con los años del enfrentamiento bélico, en su caso se sumó la postura contraria de los herederos del poeta Federico García Lorca a remover la tierra, con el argumento de que la exhumación desvirtuaría la memoria de aquella época.
Dióscoro Galindo nació el 12 de diciembre de 1877 en el número 16 de la calle del Medio. Marchó pronto a Madrid, donde empezó sus estudios en Veterinaria. Allí, tras un percance con un tranvía, quedó cojo y regresó a Madrid para estudiar Magisterio. Acabó su carrera en Pulianas, donde se le conoció como el 'maestro rojo' por la educación que impartía, especialmente a gente humilde.
Murió fusilado a los 59 años, el 18 de agosto de 1936 y enterrado en un lugar que 85 años más tarde aún no se ha podido identificar. Muchos han sido los intentos que sus descendientes han procurado para intentar localizar sus restos. «Creo que mi abuelo debe de estar enterrado en un cementerio, como todo el mundo. Lo que no es normal es que esté en una fosa común de la Guerra Civil», defendía en 2008 Nieves García, nieta del maestro republicano. Y es que lo que la familia busca con su lucha no es tanto poner distancia geográfica entre una fosa común y un enterramiento convencional . Su objetivo es sacar los restos de Dióscoro de Alfacar y llevarlos al cementerio de Pulianas, donde impartió clase en su último destino antes de morir, una distancia de apenas 8,3 kilómetros, trece minutos en coche, respecto a la fosa común. No, no es distancia física, es distancia emocional. Es cuestión de justicia.
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