Laura Fernández | Escritora

«En la literatura se juega a hacer justicia con lo que el pasado no permitió resolver»

«En el libro se explica la historia de cada cuento, cómo se me iban ocurriendo o de qué manera se relacionan entre sí dentro del mismo universo», cuenta Fernández (Tarrasa, 1981). Siguiendo la tradición de otras literaturas de género como, la más explícita, la obra de Stephen King (no en vano Polly Chalmers, coprotagonista de 'La tienda', aparecía en 'La señora Potter...'), la obra recopila todo un universo donde los personajes forman parte de un mundo mayor que el del relato en el que aparecen: «Es inevitable cuando se crea una historia: los personajes nacen, están vivos, y me resiste a que mueran. Me pregunto cómo se desenvolvería en otro contexto».

Estos experimentos forman, para Fernández, parte esencial de lo que es el espíritu lúdico a la hora de crear literatura: «Cuando era pequeña, veía películas y después reelaboraba las historias con mis muñecos para 'hacerlas mejores'», rememora. «Al crecer, empecé a hacer exactamente lo mismo con la literatura: es un enorme espacio de libertad, como una alacena con botes que se pueden mezclar y poner todo a la vez». Según la escritora, la literatura funciona como una puerta de entrada a ese momento de juego donde una persona se divierte, retuerce las cosas, las crea y eventualmente descubre que todo cuanto ha formado parte de la experiencia eran asuntos preocupantes que se resuelven dentro del juego: «Creo que en el fondo jugamos y lo pasamos bien, pero jugamos a hacer justicia con lo que hemos vivido como niños, con lo que no nos ha gustado del pasado o con lo que la vida no nos ha dejado resolver».

Por ello, para Fernández es fundamental retener elementos de comedia en la ficción: «El humor desactiva la realidad completamente, todo lo que duela lo deja KO, y soy una gran defensora de lo fantástico como algo que no te puedes tomar mucho en serio». Rechaza, pues, cierta solemnidad instaurada hoy en obras audiovisuales de superhéroes, capas y espadas o imperios galácticos, y reclama más aquellas historias en la línea del humor británico de Douglas Adams, donde las personas son insignificantes virus que dificultan el progreso de su planeta y tan solo una especie más, no muy lista, entre las muchas del universo: «No podemos permitir que se destruya lo único sagrado de la fantasía: la huida del mundo real, por eso creo que los superhéroes realistas son completamente absurdos». «Que la ficción se contamine de la seriedad y de la gravedad me aterra y me cabrea», sostiene la autora. Según Fernández tenemos miedo a aceptar lo diferente y el exceso de control nos ha llevado a querer nombrarlo todo: «El realismo es algo que nos hemos inventado para no volvernos locos, pero las cosas pasan: no controlamos ni siquiera los algoritmos, más allá de la parte que podemos conocer».