Están el tranvía de la calle Santiago y el templete para músicos en la Acera de Recoletos. Están el campanario hoy perdido de San Benito y una plaza de toros huérfana de viviendas a su alrededor. Están la calle Angustias sin semáforos y un grupo ... de niños que juegan en Duque de la Victoria. Están estas y muchas fotos más en un cuaderno que recopila postales antiguas de Valladolid, que hace cuarenta años llegó a las librerías y quioscos de la ciudad y que ahora recuerda El Norte de Castilla con fotos comparadas de aquellas tarjetas antiguas.
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«Fue una aventura maravillosa que no salió tan bien como me hubiera gustado», recuerda Vicente Buzón (Palencia, 1952), impulsor de un proyecto que nació con la idea de llegar a todas las provincias de Castilla y León... y que se quedó en este curioso incunable vallisoletano.
«Esta idea la copié de París», cuenta Vicente, un apasionado de la fotografía que descubrió en la capital francesa un 'souvenir' que quiso acercar hasta su tierra castellana. Allí, a orillas del Sena, vio que vendían unos cuadernillos que ofrecían una colección de postales con fotografías antiguas de la ciudad.
Las tarjetas estaban troqueladas y bastaba con quitarlas del cuadernillo, ponerlas un sello y meterlas en un buzón. Eso, si no se quería conservar el cuaderno como objeto de coleccionista, que es en lo que al final quedó convertida esta iniciativa. «Durante un tiempo me dediqué a recorrer mercadillos y rastros para recopilar fotografías antiguas. Primero pensé en Palencia, mi ciudad, pero tuve miedo de que no encontrara suficientes imagénes, así que decidí empezar por Valladolid», cuenta.
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Al final, sí que obtuvo bastante material no solo de estas dos ciudades, sino de otras como Burgos y Salamanca. Así que, planificó diversas entregas de estos cuadernillos que, a principios de los 80, se estrenaron con Valladolid.
Hizo una primera tirada de 3.500 unidades en la imprenta Merino Artes Gráficas, con local en el número 45 de la calle Mayor de Palencia.«Pusimos número 1 en la portada, con la idea de que luego vinieran más, pero no pudo ser».
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Con todos esos ejemplares en el maletero de su coche, un Talbot Horizon de color blanco, salió de Palencia rumbo a Valladolid para distribuir los cuadernos en quioscos y librerías de la ciudad. «Nada más salir, me encontré con un control de la Guardia Civil y me eché a temblar. Pensé: 'Como me manden sacar los 3.500 cuadernos, a ver luego cómo los vuelvo a cargar yo solo'. Porque era un control de los serios, buscarían droga o a algún terrorista de la época», rememora Buzón.
Su librito con postales antiguas de Valladolid se vendió muy bien en la ciudad. Hubo puntos de venta que los agotaron en muy poco tiempo. «El problema es que la logística era muy complicada. No me quise meter con una distribuidora, porque los márgenes se quedarían muy reducidos... y era un jaleo el reparto, la retirada de los ejemplares no vendidos, cuadrar las cuentas con los quiosqueros...».
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Así que el proyecto nació y murió en Valladolid. No vio el número 2 que iba a estar protagonizado por Burgos.Tampoco el número 3, dedicado a Salamanca. Muchas de las postales que obtuvo de Palencia le han servido después para ilustrar dos libros dedicados a su ciudad, que también será protagonista de su próxima obra, un recorrido visual por la Palencia de los años 50 y 60.
Junto a las postales que formaban parte del libro vallisoletano(con imágenes del Lope de Vega, la calle Gamazo, el puente mayor o la plaza de San Miguel), Buzón incluyó en texto que firmó como integrante de la SEC, una asociación de coleccionistas que propiciaba el intercambio de material entre provincias.
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«Si alguien encontraba una foto de Valladolid, por ejemplo, en Barcelona, se ponía en contacto con nosotros por si nos interesaba». Así, cuenta, fue posible rescatar mucho material que, de otro modo, en aquellos años previos a Internet, podría haber terminado en la basura o escondido en un cajón.
«Fue una idea que cogí con mucha ilusión, que me gustó. Y que ahora recuerdo con cariño», dice Buzón, convencido de que todavía son muchos los hogares que tal vez conserven en casa aquel cuadernillo con postales antiguas de Valladolid que hace cuarenta años distribuyó para su venta en las librerías, y especialmente los quioscos, de la ciudad.
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