Los libreros, como los árboles, mueren de pie. Y de pie, en su puesto de combate en la batalla por una sociedad lectora, ha permanecido hasta el último momento Carlos Duque, librero emblemático de Valladolid. Un trabajador inagotable por ese sueño compartido con su otra ... mitad, Estrella, de construir un mundo mejor desde los libros. Los libros en general, los de autores vallisoletanos, los libros para niños…, no sé si por este orden.
La «creación de una sociedad lectora»es precisamente el mérito mayor que reconoció a Estrella y a Carlos la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, cuando le concedió a Oletum el Premio Librero Cultural. La actividad cultural siempre al lado (a veces parecía que por encima) del objetivo fundamental de todo librero que se precie: vender libros. Las letras al lado de los números. Esos números de hormiga laboriosa que Carlos representaba como pocos cuando, hace algo más de un año, subió a recoger el premio de la CEOE de Castilla y León, que distinguía a su librería por su capacidad de competir «con grandes plataformas y mercados cada vez más globales», así como por su «apoyo los autores locales, divulgando su obra y permitiéndoles ocupar un espacio cada vez más complicado en la era de la nube». Desde los primeros ordenadores, que fueron su obsesión, hasta la nube de un mundo digital, pero con libros de papel y autores de carne y hueso, como era su devoción.
Cuarenta años dan para mucho en Valladolid. También en el sector del libro. De estas dos cosas sabía hablar muy bien en primera persona Carlos Duque. Calles, locales, negocios, personas y personajes… y miles de niños y de escritores. En las bonanzas y en las vicisitudes, como esas que se llevaron por delante el gran sueño compartido de la librería de la calle Teresa Gil, con los ladrillos vistos de la historia como escaparate mayor de la librería... Cuando los más líquidos pensaron entonces en eso tan odioso del reinventarse, ellos optaron por lo contrario: ser más ellos mismos. Más y mejor. Acertaron.
Entre otras distinciones, Carlos presumía del sello de su empresa como Librería de Calidad. También de que Oletvm formara parte del grupo de Librerías con Huella. Eso es lo que deja Carlos Duque: huella en el sector, en la ciudad, entre los amigos. En el sol y en la sombra. En la tienda y en la trastienda. En los números y en las letras. La huella inolvidable de un conversador de tono suave y mirada profunda. Una mirada a veces punzada por esa ironía brillante que en Valladolid se dice retranca. Otras vibrada por una cierta y extraña ternura. Casi siempre, iluminada por un curioso escepticismo a favor de obra. Un mundo propio, que seguirá con nosotros cada vez que pasemos junto a una librería.
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