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Tenía solo 46 años cuando un cáncer de pulmón robó el último aliento del escritor parisino George Perec. Fue el 3 de marzo de 1982 (hace ahora cuarenta años) y tal día como hoy, 7 de marzo, de seguir vivo, estaría soplando las 86 velas ... de una tarta de aniversario. Y quién sabe, tal vez, habría fiesta para celebrarlo en esta librería que, desde hace apenas unas semanas, le rinde tributo en Valladolid. La Perecquiana (calle Felipe II) es un sueño de infancia del berciano Rodrigo Simón. Desde los once años fantaseaba con tener su propia librería. Y el proyecto se hico realidad con Perec como compañero de viaje.
«Para mí es un escritor fundamental. Encarna muchas de las cosas que me gustan en literatura. Por ejemplo, la pasión por las palabras, su ejercicio de la escritura como un juego infantil. Le encantaban los crucigramas, las sopas de letras, no se olvidaba de esa parte de niño que todos tenemos y que se adormece con esa palabra tan fea que es madurez». Perec fue un malabarista del lenguaje (escribió las más de 300 páginas de su novela 'La desaparición' sin utilizar, en el original francés, la letra más común en ese idioma:la e). Su visión lúdica de la escritura está en libros fundamentales como 'La vida instrucciones de uso'.
«Pero yo no empezaría por ahí», recomienda Rodrigo Simón. Para adentrarse en la juguetona escritura de Perec, sugiere 'Las cosas'.«Es un libro que habla sobre el paso de la última adolescencia a la edad adulta. Habla de los años universitarios, del primer trabajo, del primer amor, con una visión muy propia de los años 60:la importancia de la música, del papel de la independencia. Si te gusta la cultura, la política, la polémica, es un libro estupendo». Y otro título más, 'Un hombre que duerme', «la historia de un chico que decide abandonarlo todo para vagabundear por París».
RODRIGO SIMÓN
LA PERECQUIANA
Cuenta Rodrigo que llegó a Perec –como ocurre a menudo con las mejores lecturas– por casualidad. Para la carrera de Filosofía tuvo que preparar un ensayo sobre 'Los cantos de Maldolor', del Conde de Lautréamont. A través de la bibliografía, de las conexiones con otros autores, se adentró en 'Las cosas'. Y aquellas páginas le conquistaron hasta no poderse despegar del papel. Perec, su autor preferido, cede hoy su nombre a la librería con la que Rodrigo soñaba desde los 11 años.
«De pequeño no me gustaba mucho leer (tal vez porque me rebelaba contra la imposición de mi padre para que leyera), pero me encantaba escribir. Inventaba mis cuentos, mis historias. Y en ellas siempre había una librería. O un librero. Siempre quise tener una propia». Cuenta que las librerías han sido una tabla de salvación en los momentos de marejada y gruesa mar. Aquellos eran espacios de calma y protección. Durante el tiempo que miraba o compraba libros, se narcotizaba el dolor. «Y al salir de la librería, volvía el malestar», cuenta. Allí adentro, la literatura se convertía en ese juego que reivindicaba Perec:una aventura, un espacio donde no sabes muy bien qué libro vas a encontrar». Por eso, dice, es tan feliz con su propio local. «Esto es un sueño». Durante dos años aprendió el oficio en una librería de viejo de Pontevedra. Y ahora se ha lanzado con su propio negocio.
El 5% de su catálogo son novedades. El resto, la inmensa mayoría, libros de segunda mano, de lance, descatalogados, en unos anaqueles con mucho ensayo, voces femeninas, autores fetiche (Faulkner, Eimer McBride, Kiko Amat). «La librería se va acercando a lo que siempre imaginé. Quería que fuera como el salón de una casa:con sillones, luces bajas, una cafetera, un espacio acogedor donde la gente entre sin temores, se siente, comparta y hable de libros».Está a punto de estrenar un club de lectura (con 'No, mamá, no', de Verity Bargate), en un local donde, por si hubiera dudas, nunca faltan los libros de Perec.
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