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Un barbero con un pájaro del fin del mundo, un viajante de ruta ignota, un poeta dadaísta, un jubilado en conversación con el diablo. Son personajes de la 'Fábrica de prodigios' (Páginas de Espuma), de Pablo Andrés Escapa.
El escritor leonés deja «respirar por ... las costuras» sus relatos en este libro que reúne tres novelas cortas. «Soy lector de cuentos y pasar a escribirlos fue natural. El cuento conlleva la exigencia de la concisión, la capacidad simbólica, el retrato de personajes a pinceladas y un lenguaje poético con potencia metafórica». Aunque se reconoce parte de la tradición 'filandera', siente que esta 'Fábrica de prodigios' es más «cervantina». Sea por la ironía, sea por la concepción de la literatura como «interpretación simbólica de la realidad», Escapa escribe más cercano a las 'Novelas ejemplares'. «El reto ha sido no dispersarme, saber cuando callar. El silencio en literatura y en la vida es sugerencia, invita a la fabulación, a que sea rellenado por la imaginación del lector».
Elige la primera persona en los tres «testimonios», porque «así habla el personaje directamente al lector, sin la imposición del autor. Son personajes enfrentados a lo que no comprenden, a la complejidad de la realidad». Y en todos ellos aparecen sueños cuyos soñadores atrapan escribiéndolos. «Los sueños son un recurso narrativo muy antiguo que nos introduce en otra dimensión paralela, forman parte de la vida». A Escapa no le interesa la literatura de la constatación, «no sé a donde iré cuando me pongo a escribir. Me inclino por la exploración de la zona de sombra, de lo que hay bajo las apariencias, de lo que no se ve o entiende. Yeso tiene que ver con el delirio, con ese diablo del cuento final que incita al protagonista a dar el paso, a internarse en lo desconocido». En el tercer cuento, 'El diablo consentido', nos dice que «escribir es dejar memoria de lo extraño» y «dejar constancia del trastorno de la vida. Sin delirio no arte que valga». Porfirio, Belarmino, Alejo, Serafín son nombres de otro tiempo, como los guardapolvos y las barberías. «Forma parte de al ambientación. No me interesa lo inmediato, por eso tiendo a un territorio mítico, sin espacio ni fecha definida, lo que favorece el misterio, la ensoñación». Escapa trabaja en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. «Un fondo antiguo te ofrece algún conocimiento de la historia de la lectura». Y ¿cómo ve la deriva de la lectura en el siglo XXI?. «Vivimos un momento de transición, como siempre en la historia, solo que el modelo cambia más rápido. Ahora hay más lectura fragmentada y una creación de mensajes más breves, concisos y vacíos. La lectura de hoy es un suspiro. La lectura tradicional, enfrentarse a un texto complejo, es ya una actitud de resistencia porque implica buscar un espacio, un silencio y una concentración. Es un ocio exigente frente a la fragmentación de las redes. Ya se habla de metapoetas, metalectores y metapolíticos, que se mueven a golpe de 'tweet' en vez de a golpe de ideas».
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