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Refugio. El entorno de las tierras de Trujillo inspiró a Julio Llamazares su libro 'Primavera extremeña'. Lorenzo Cordero
Julio Llamazares: «La naturaleza me decía que la vida sigue pese a la tragedia»

Julio Llamazares: «La naturaleza me decía que la vida sigue pese a la tragedia»

El escritor leonés escribió el libro 'Primavera extremeña' durante el confinamiento en una casa junto a la sierra de los Lagares, cerca de Trujillo

Cristina Núñez

Cáceres

Lunes, 4 de enero 2021, 21:06

No sabemos si Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) fue de los que horneó bizcochos sin descanso durante el confinamiento, una de las actividades a la que los españoles se dieron con más ahínco. Lo que sí creó, contra todo pronóstico y llevado por los senderos del azar, fue un libro donde vuelca toda la belleza que el campo extremeño le regaló en los 90 días que permaneció aislado en una casa rural propiedad de la familia de su mujer y próxima a Herguijuela, en el antiguo lagar de Los Almendros.

Desde ese refugio privilegiado, como relata el diario Hoy, sintió, ante el telediario, la misma congoja que experimentamos todos, pero también se dejó contagiar por la maravilla de la naturaleza, imparable. 'Primavera extremeña' no existiría si no nos hubiera engullido la pandemia del coronavirus, ni si el miedo a cómo se estaban poniendo las cosas en Madrid no hubiera empujado al escritor y su familia a huir ese 13 de marzo, como tantas familias de la capital que pusieron pies en polvorosa para creerse a salvo, con el consiguiente recelo de la población autóctona de los pueblos. «Hay libros que te pide el alma, libros que te pide el cuerpo y libros que se escriben por azar», reflexiona Llamazares, que dejó parada la novela en la que trabajaba para cantarle a la primavera húmeda.

Julio Llamazares y Konrad Laudenbacher. Lorenzo Cordero

Tampoco existiría este libro sin Konrad Laudenbacher, que vivió el confinamiento en una casa cercana a la de Llamazares y es autor de las acuarelas que salpican toda la obra, editada por Alfaguara y que ya va por la tercera edición, ni sin Ricardo González Muñoz, el guardés de varias fincas de la zona, incluida Los Almendros, que se convirtió en una especie de guía para el autor de 'Luna de Lobos', 'La lluvia amarilla' y otras obras de múltiples registros, de la novela a los viajes o la poesía. El libro está dedicado a Ricardo.

Seis meses después de la experiencia Llamazares y Laudenbancher se reúnen con este diario en el mismo lugar, vestido ahora de otoño. Sobre la espesa sierra de los Lagares por momentos amenaza alguna nube, pero el día es agradable, el campo verdea y los naranjos ya están a tope, desparramando sus frutos por el sendero que lleva a la casa, agradable, grande y reformada, sin un ápice de la rudeza originaria con la que fue concebida. En ella ya no viven campesinos. Dan ganas de confinarse ahí una década.

«A medio plazo el gran activo de Extremadura será el olvido en el que ha estado»

Todo empezó por una acuarela, la que Konrad le regaló el día de su cumpleaños al escritor, en donde se distingue la sierra de Santa Cruz. «Cuando yo vi esa acuarela pensé que yo tenía que hacer lo mismo». Varios días después redondeó la idea. «Le dije a Konrad que si escribía algo que mereciera la pena me gustaría publicarlo con acuarelas suyas, pero le pedí que no lo contara porque no estaba convencido de que saliera nada, no se lo dije ni a mi mujer por miedo a que se quedara por el camino».

La primavera avanzaba al tiempo que lo hacía la pandemia y su rastro de muerte. «El libro fue surgiendo como dictado por el entorno». La idea de Llamazares no era hacer un tratado sobre el virus ni sobre el confinamiento en sí mismo. «Yo quería contar cómo la vida sigue a pesar de las tragedias, y aquí , en la naturaleza, era muy evidente, no cuento nada de lo que pasaba dentro de la casa, que era lo que estaba pasando en muchas casas». El libro, concebido como «un consuelo», pretende aportar una mirada optimista. No es un diario, ni un libro de viajes. «Es una narración sobre el paso de una primavera muy particular, son acuarelas escritas», sitúa el lector leonés.

«El periodismo o incluso la política son actividades nobles, pero todo está prostituido»

La sensación de privilegio le acompañó durante sus tres meses en tierras de Trujillo. No es que se sintiera culpable, ya que tiene claro que sus actos no perjudicaron a nadie, pero sí era muy consciente de cómo muchas personas afrontaban esas jornadas entre cuatro paredes, en pisos ínfimos. Y él en el paraíso. «Cuando hablaba con muchos amigos intentaba no dar muchos detalles, porque era hasta obsceno». También se hacía cargo del temor que podía generar su mudanza temporal. «El miedo convierte en enemigo al vecino, al que está al lado, nosotros éramos los madrileños que podríamos traer el enemigo con nosotros». Hay un fragmento en el libro que muestra esta situación. Acude a una tienda de Herguijuela a comprar comida, y al regreso a casa de nuevo su familia le pregunta cómo ha ido la aventura de hacer la compra y él responde bromeando: «Bien, nadie me disparó».

Con naturalidad cuenta los paseos y encuentros en medio del monte, que él y su mujer mantuvieron con Konrad y su esposa, aprovechando la vecindad y el aire libre. Fuera de las normas en ese momento, como «fugitivos», dice.

Extremadura

¿Qué hay en el libro de Llamazares de Extremadura, más allá de la bella postal y de la sensación de lejanía y aislamiento, una de las grandes cruces de esta región? «Para mí Extremadura es el 'far west' español por esas grandes extensiones de naturaleza y de paisajes y por ser la zona más desconocida por los españoles, España siempre ha mirado hacia Europa, hacia Francia y Alemania, pero siempre ha dado la espalda a Portugal y ese desinterés también lo han sufrido las zonas limítrofes como esta». Cree que se ignoran demasiadas cosas sobre la región y que no es justa la imagen de sequedad y pobreza. «Es un continente en miniatura y una de las zonas más bonitas de España, es curioso como muchos alemanes e ingleses están enamorados de esta tierra más que los españoles».

Inevitable abordar la situación de la España rural, vacía o vaciada, buscar explicación al fenómeno o alguna solución al hecho de que vivir en un pueblo o en zonas aisladas siga siendo una opción minoritaria y aún estigmatizada. «En España todavía hay una mentalidad contraria a los pueblos, se siguen haciendo chistes sobre los paletos». Pero él defiende el valor de los lugares «puros». «A medio o a largo plazo el gran activo de Extremadura será precisamente el olvido en el que ha estado a lo largo de la historia, tal y como está evolucionando el mundo la gran riqueza va a ser la pureza de los territorios, hay lugares que están tan superpoblados que hacen que mucha gente ya no quiera vivir allí». Pero es muy consciente de que una cosa es venir de visita y otra vivir en una zona en la que nadie se queda por falta de oportunidades. «Yo soy de una zona en la montaña de León en donde los pueblos están desapareciendo, el debate es si deben seguir desapareciendo o llenarse de molinos de viento».

Llamazares, que firma una columna en el diario El País, ha hecho incursión en el mundo del periodismo, aunque se siente «un intruso». Es crítico con ciertas formas de ejercerlo. «El periodismo me parece una de las actividades más nobles que hay, incluso la política, pero creo que está todo muy prostituido ya, ahora parece que todo el mundo es periodista, que todo el mundo puede informar o dar noticias, hemos creado un mundo en el que pensamos que todos servimos para todo». También considera que «el nivel de 'hooliganismo'» de la prensa española ha llegado a unas cotas altas y «peligrosas».

Cree, en todo caso, que el periodismo no es el único caso de sector influido por el intrusismo o por ciertos malos usos de Internet. «El otro día fui al centro de salud y me dijo la doctora que se pasa el 80% del tiempo quitándole a la gente las ideas que ha leído en Internet, vivimos en una sociedad que ha confundido la información con el conocimiento, porque ahora tienes toda la información que quieras, y eso está muy bien, pero requiere un proceso de maduración y de reflexión, tener muchos datos no siempre significa saber mucho».

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