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Julia Rodríguez hubiera querido ser docente, como su padre, un «maestro nacional con vis teatral». Pero la medievalista se decantó por la archivística y ... ha seguido los pasos de su hermano José Luis, que también dirigió el Archivo de Simancas (AGS).
–¿Han vuelto ya los investigadores a sus salas?
–Sí, el tesoro del Archivo son los fondos documentales. La dimensión de servicio público y la vida se la dan los investigadores.
–¿Ha cambiado algo el virus la inmersión en sus 14 kilómetros de documentos?
–Durante la próxima temporada todo documento consultado o utilizado en reprografía estará un tiempo en cuarentena antes de poder usarlo de nuevo.
–Los archivos celebran su semana internacional con el lema 'Empoderar sociedades del conocimiento'. ¿Son ustedes más fuente de datos o de reflexión?
–Los datos, las cifras que tanto obsesionan hoy, son susceptibles de un uso espúreo y no deben ocultar la verdad. La historia es a veces un dardo, un instrumento utilizado para crear discursos que validan idearios. Está amenazada por mensajes simplistas y aldeanos con fines políticos que nada tienen que ver con el riguroso conocimiento, con la reflexión. Ese es el peligro actual. Se apela al pasado para evitar buscar soluciones a problemas actuales y para lanzarse acusaciones. Simancas es un archivo donde siempre se ha trabajado de forma científica, rigurosa, internacional, fuera de los límites de falsas fronteras de juicios radicales y simples. Es un espacio de libertad y siempre ha sido un antídoto contra esos peligros que amenazan el escenario político y cultural.
–¿Se sienten usados por los políticos?
–El político usa las instituciones culturales como escaparate en muchos casos. Sí son utilizadas pero siempre que sean usadas bien, bien vendido sea, pues dependemos de ellos. El problema es el mal uso.
–La instrucción de su archivo fue la primera en el mundo, ¿ha sido modélica?
–Sí, Simancas ha sido el padre el creador de otros archivos. Fue un modelo que respondía a un proyecto archivístico y político a gran escala. Esa primera instrucción es considera pionera hasta tal punto que cuando se construye el Archivo de Indias, ya en la Ilustración, se escribe que debe hacerse a la luz del AGS.
–Joseph Perez, Braudel, Netanyahu, Parker, Elliott, Egido, ¿se creó una familia de historiadores en el AGS?
–Siempre se han establecido relaciones estrechas. Los historiadores que nos visitan dicen que Simancas es un estado de ánimo, una forma de estar en el mundo ligada al placer, la libertad y la paz, un lugar que ha permitido interesantes debates historiográficos e intercambio de ideas.
–¿Nunca quiso ser uno de los historiadores a los que sirve el Archivo?
–Al inicio sí, pero en seguida me enganché al servicio y nunca lo he lamentado. De hecho no he escrito nada, soy ágrafa. La universidad me sirvió para tener una sensibilidad hacia las posibilidades de la documentación y ese trabajo ha sido mi pequeña aportación.
–¿La paleografía le ha servido para entender la letra del médico?
–En algunos momentos se nos han pedido servicios de peritajes en el juzgado, pero ya hay métodos más eficaces. La paleografía es un instrumento esencial para hacer una lectura compresiva y rápida, hay que leer los documentos como quien lee el periódico.
–¿Qué criterio de compra de documentos siguen?
–Sabemos de documentos que se perdieron en manos de secretarios, virreyes o gobernadores. Estamos atentos a lo que se ofrece en las subastas. Solo se adquiere lo que tiene un valor extraordinario y es una carencia significativa. Hay que tener mucho cuidado con los mercaderes del papel.
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