Literatura

Una novela recrea la vida del aventurero Juan Pablo Carrión, explorador de los mares orientales

El novelista Ángel Miranda recrea cómo el héroe castellano salió victorioso de la batalla filipina del Cagayán

Jueves, 11 de marzo 2021, 07:48

Igual que ocurre en las grandes películas, en las que los actores secundarios a veces son más relevantes que los protagonistas, la Historia no sólo ... la escriben las figuras de la primera línea de los libros de texto, sino también aquellos hombres y mujeres menos conocidos, incluso anónimos, sin los cuales las gestas de los primeros no hubieran sido posibles. Héroes que, como el aventurero castellano Juan Pablo Carrión, protagonizaron algún momento fulgurante, de esplendor heroico, pero que no impidió que pasaran al anonimato de tantos hacedores de la Historia.

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El vallisoletano de adopción Ángel Miranda Vicente ya rescató del olvido a Carrión en su cómic 'Espadas del fin del mundo', que reconstruye su hazaña más memorable: la batalla de Cagayán, en las Filipinas, en la que, con tan solo 40 soldados, derrotó a un ejército de un millar de piratas japoneses -incluidos ex soldados y ronin- que saboteaban el comercio asiático del Imperio español.

Pero aquello le supo a poco a Miranda, que este año se prepara para lanzar una biografía específica sobre el personaje (del que se duda de si nació en Carrión de los Condes o en Valladolid) que ya ha logrado financiar, como sus proyectos anteriores, mediante una colecta de crowdfunding (ver página Carrión, un canalla sin ventura — Verkami) que está resultando todo un éxito. Si la idea inicial era recaudar 6.000 euros, la propuesta de Miranda se acerca ya a los 22.000 gracias a las aportaciones de casi 800 interesados que se han prestado a adelantar el dinero para la edición de la obra, de la que recibirán un ejemplar (más otras ventajas, según el tipo de patrocinio elegido) una vez que la tirada se haya completado.

«En mi cabeza siempre estuvo primero la novela, pero también soy aficionado al cómic y hace cinco años surgió la oportunidad de lanzar 'Espadas del fin del mundo' que cuenta los últimos años de la vida de Carrión. Pero seguí trabajando en la novela y he pensado que era el momento de publicarla». Ángel Miranda asegura que con su relato ha querido homenajear «a esos secundarios de la historia que aparecen detrás de los grandes acontecimientos». Como hizo el año pasado con Blas de Lezo, del que editó, nuevamente en cómic, la primera parte de su vida, y ahora trabaja para ultimar el segundo tomo que cierre la obra.

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Uno de esos grandes secundarios de la Historia es Juan Pablo Carrión, cuya biografía ofrece un perfil guadianesco. Sabemos dónde está en algunos momentos de su vida, y el papel que juega, pero otros grandes periodos permanecen en la sombra y de ellos lo ignoramos casi todo. Entre los datos relevantes que conocemos destaca su vinculación con las exploraciones marinas con Asia, especialmente cuando los españoles buscaban el 'tornaviaje', el trayecto que permitiera volver desde Filipinas a México aprovechando los vientos y las corrientes marinas.

Carrión participó como timonel, con tan sólo 31 años, en la expedición de Ruy López de Villalobos, una de las que fracasaron en el intento. Aquella aventura partió del puerto mexicano de Barra de Navidad, el 1 de noviembre de 1542, con una flotilla de cuatro navíos mayores, un bergantín y una goleta. La experiencia fue desastrosa y demuestra que los grandes éxitos están empedrados en fracasos previos. Porque el 'tornaviaje' al fin se encontró, pero Carrión no formarían parte de la expedición que se llevaría la gloria. Con todo, nuestro aventurero palentino tuvo, al menos, la fortuna de formar parte del escaso grupo de supervivientes de aquella aventura fallida por el Océano Pacífico.

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Miranda recrea estas penalidades en varios capítulos de su libro 'Carrión. Un canalla sin ventura'. Uno de ellos lo titula de forma gráfica 'De como navegué el mar Océano y fui testigo de su cólera'. En otro recrea lo que debió ser la agonía vivida en el mar del Sur: «Sentímonos cada día más faltos de espíritu a causa de la quietud y las muertes. No se oían ya rezos antes de las comidas ni canciones para acompañar el ritmo de las maniobras. La marinería se hallaba exhausta, deprimida, ausente. Ya ni las hirientes pulgas lograban despertarnos. Se nos iba la vida en un goteo incesante ante el hambre y el padecimiento».

Más tarde, Carrión participaría en los preparativos de otra de las expediciones que buscaban el tornaviaje, la de Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta, pero el castellano se quedó en tierra, por desavenencias con el promotor que al fin daría nombre a la aventura, un fraile conocedor de aquellos mares, y de aquellas lenguas, que triunfó donde otros fracasaron antes. Para infortunio de Carrión, este viaje, que partió de México en 1564, y en el que tanto trabajó, no le permitió desquitarse de sus penalidades de veinte años atrás. La expedición de Urdaneta fue la que estableció una ruta de navegación fiable, a través de la corriente de Kuro-Shivo, que permitiría establecer una ruta comercial estable entre México y Asia a través del Galeón de Manila. Como buen secundario de la historia, Juan Pablo Carrión estuvo a punto de estar ahí, en el cogollo del éxito y del triunfo en la exploración marina del Pacífico, pero se vio obligado a rumiar en tierra su frustración y sus ansias de aventura.

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Entre el intento fallido de Villalobos y el frustrado, para él, de Urdaneta, Carrión vivió en España donde ejerció como tesorero del arzobispo de Toledo, Juan Martínez Guijarro, lo que le permitió disfrutar de unos años de vida tranquila, e incluso casarse con María de Salcedo y Sotomayor en 1559. Sin embargo, tras la muerte del arzobispo, se lanzó de nuevo a la aventura americana trabajando en el puerto de la Navidad, en tierras del virreinato de Nueva España, donde se armaban los barcos destinados al Pacífico. Allí permaneció cinco años ayudando a construir embarcaciones, y fue allí donde intentó enrolarse en la célebre expedición del tornaviaje.

Pero también allí cometió el delito que provocaría que la temida Inquisición entrara en su vida: primero cohabitando con Leonor Suárez de Figueroa, mientras su mujer seguía en Sevilla, y luego, en 1566, casándose con ella, pese a que el anterior matrimonio seguía vigente. Aquello propició un procedimiento por bigamia que conllevó la confiscación de los bienes del aventurero, además de la obligación de regresar a Sevilla a convivir con su primera esposa como medida de resarcimiento de la ley y orden.

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Todos estos ingredientes, y todos los demás que se ignoran en torno al personaje, despertaron la imaginación de Ángel Miranda. «Es un personaje muy poco conocido, con muchas sombras en su vida. No se sabe bien cómo acabó en Filipinas o en Nueva España. Eso despertó mi imaginación, y me animó a intentar rellenar esas lagunas en una novela». Miranda se permite algunas licencias, porque su finalidad no es sólo crear una biografía sino «contar las historias de las navegaciones en Oriente, que son muy poco conocidas, y situar a Carrión en el contexto de su tiempo». Así, por ejemplo, la novela arranca con la batalla de Villalar, de la que este año se cumplen 500 años; una contienda que se dirimió cuando el palentino apenas tenía ocho años, pero que Miranda relaciona con él a partir de la figura de un familiar suyo que habría participado en la batalla.

Con todo, el episodio más espectacular de la biografía de Carrión sigue siendo el más conocido, y aquel que le ha brindado la escasa notoriedad que hasta ahora ha disfrutado: la batalla de Cagayán, de 1582. Una gesta militar que culminó, además, con 69 años a cuestas, y sin ser él precisamente un profesional de la guerra, aunque no le faltaran experiencias de batalla. El triunfo de 40 contra un millar en Filipinas forma parte de esas grandes hazañas de las que el Imperio Español fue capaz de aquellos tiempos de descubrimientos y aventura, que aún sorprenden.

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En este caso, el enemigo eran los piratas japoneses llamados wokou, 'bandidos enanos', que en los años 80 del siglo XVI vivieron un momento de esplendor que les permitió desafiar al más importante imperio de aquel tiempo. Un imperio que se desperdigaba por medio mundo, y que no siempre era fácil mantener mediando tanta distancia entre sus territorios.

Los wokou se encontraron por esas fechas con un gran número de luchadores profesionales dispuestos a integrar sus filas, lo que los convirtió en una amenaza temible. Por un lado, estaban los vencidos en las abundantes guerras civiles de Japón, que se veían empujados a buscar un futuro en el mar. Por otro, el exceso de samuráis sin señor, los célebres 'ronin', así como los abundantes soldados sin ejército (los 'ashigaru') que se aprestaron a formar parte de las fuerzas de ataque de los piratas japoneses.

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Un millar de aquellos guerreros, capitaneados por Tay-Fusa, atacaron por sorpresa la isla de Luzón y establecieron una base propia en Cagayán, una zona situada al norte de las Filipinas. Sorprendentemente, dado que ni por edad ni por experiencia militar parecía el más indicado -éste es uno de esos misterios de su vida- a Juan Pablo Carrión se le encomendó desalojar a los ladrones con una flotilla de seis naves y tan sólo cuarenta soldados. Con tan exiguos recursos debía enfrentarse a un millar de piratas y a una flota que superaba en número a todos los recursos marinos con que contaba el Imperio español en Asia.

Una parte de la victoria se tejió en el mar, cuando Carrión echó mano de su determinación para atacar, y destrozar, una de las naves principales de los piratas y, a partir de ahí desarbolar una parte importante de embarcaciones menores de la flota enemiga. Pero la gesta principal se fraguó en tierra.

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En un recodo del río Cagayán Carrión desembarcó a sus tropas. Allí se atrincheró y se fortificó instalando la artillería en los lugares más efectivos. Y se sometió al asedio de los piratas utilizando la táctica habitual de los tercios, pero aderezada con ingenio: para evitar que los enemigos arrebataran a sus soldados las picas en las que se apoyaba su muro defensivo, fueron embadurnadas con sebo, para hacerlas resbaladizas. A partir de ahí se fueron produciendo los asaltos sucesivos que los españoles soportaron no sólo con entereza sino infringiendo con su pólvora grandes bajas a los piratas japoneses, pese a que también contaban con armas de fuego que habían podido comprar a los portugueses.

El tesón y la disciplina en la batalla permitieron a los españoles resistir en la trinchera y causar a Tay-Fusa 800 bajas, por tan sólo una decena de los de Carrión. Los piratas fueron derrotados y el asentamiento se mantuvo seguro. Como colofón de su labor, Carrión fundó en aquellas tierras filipinas Nueva Segovia, concebida como puesto defensivo estable desde el que hacer frente a las futuras incursiones piratas, que seguirían produciéndose, si bien ya con menos éxito y determinación.

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Vista parcial de la portada de la novela gráfica 'Espadas del fin del mundo', guionizada por Ángel Miranda.

Una trayectoria de éxito en la autoedición

V. A.

Lo mínimo que puede reconocérsele a Ángel Miranda, es un extraordinario olfato y una exitosa trayectoria en el terreno de la autoedición. Una aventura que inició hace cinco años con el cómic 'Espadas del fin del mundo', con dibujo de Juan Aguilera (que tuvo una reedición y que actualmente se encuentra agotado); que prosiguió el año pasado con la obra gráfica 'Lezo', ilustrada por Guillermo Mogorrón, que batió récords de recaudación en su campaña de crowdfunding, con más de 2.600 contribuyentes y casi 70.00 euros recaudados; y que supera ahora un nuevo jalón con la novela 'Carrión. Un canalla sin ventura', que cuenta con ilustraciones de Alberto Taracido.

En los proyectos anteriores, Ángel Miranda ejerció de promotor de la idea y guionista, labor que en 'Carrión' se despliega con la voz de un narrador que bebe de la literatura del siglo de Oro y la picaresca, y que tampoco oculta la influencia de Arturo Pérez Reverte. «Mentiría si dijera que no es uno de los autores que he leído. Pero lo que ocurre es que se ha llevado a su terreno toda una época que ahora se asocia con él», explica. En su caso, su objetivo ha sido construir una ficción atractiva y con nervio sin que ello suponga faltar al rigor histórico, al menos en lo que se refiere a la parte de la biografía de Carrón que podemos conocer. «Espero de mi libro que emocione y que atraiga por narrar una historia interesante», asegura. Ángel Miranda, madrileño de nacimiento, ha vivido en Palencia y Valladolid, donde cursó sus estudios de Periodismo (en la Universidad Europea Miguel de Cervantes), y donde también realizó prácticas en El Norte de Castilla. Valladolid es, además, la ciudad donde viven sus padres. [firma pie foto]

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