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Estrenó los ochenta en pandemia y se dio el capricho de escribir en primera persona sobre cada jornada del confinamiento. José María Merino (La Coruña, 1941) invita al lector a su casa, a sus hábitos, a las conversaciones con las mujeres que le rodean. La ... literatura es una manera de mirar la realidad y cuando esta es limitada, el narrador la multiplica. 'La novela posible' salta al XVI siguiendo a una pintora de la corte de Felipe II, Sofonisba Aguissola.
–El título ¿alude al tiempo incierto o a la suma de materiales que desdibuja el género?
–Es la típica novela de confinamiento, en ese momento hay muchos enredos y es muy misterioso todo. Empecé a tomar notas de lo que pasaba cada día.Luego pensé en Sofonisba y en una tercera historia para cerrar el ciclo.
–¿De dónde surge su fascinación por las mujeres del Siglo de Oro?
–Al descubrimiento del Siglode Oro llego cuando descubro América. Trabajé allí durante algunos años para la Unesco y conocí Centroamérica y México. A partir de ahí me acerqué a nosotros desde la cultura americana, a los cronistas de Indias y descubrí nuestro Siglo. Así encontré de casualidad a Lucrecia, profundicé en otra mujer, Olivia, y últimamente en Sofonisba.
–Más allá de ser la pintora de la Corte de Felipe II ¿quién es Sofonisba?
–Me interesó mucho hace años, también por casualidad. Como era viajero de enciclopedias, la encontré en la Espasa. Luego cuando vi la cantidad de obras suyas que se atribuyen a Juan Patoja de la Cruz y otros pintores del Prado, y me fascinó aún más. Compré los libros que hay sobre ella y vi que era un personaje estupendo para novelar su biografía, muy atractivo y empático. A España la traen para que sea asesora de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, en materia pictórica. Creció en una familia noble pero pobre, con un padre culto que necesitaba unas hijas así para influir en la sociedad. Las cuatro pintaban y, como no se podían vender cuadros firmados por mujeres, él los regalaba. Sofonisba es psicológicamente muy atractiva.
–Son tres historias entrelazadas protagonizadas por mujeres.
–Al hilo de mi escritura y lecturas del confinamiento me pareció divertido que hubiera tres, siempre me gustan las triadas, y que esta tercera, la historia de la bibliotecaria fuera el contrapeso de la de Sofonisba. La pareja de Teresa es un pintor contrapeso de aquella. Hay una teoría que dice que se puede ser un estupendo artista que no se corresponde con un buen carácter. Frente a la agradable Sofonisba, el ser aborrecible y buen pintor que es Fortu.
–El diario del confinamiento le coloca en la autoficción. ¿Se pierde con la experiencia el pudor a mostrarse con su familia?
–Nunca podría soñar un espacio tan grato como el mío. Posiblemente a mis 81 años veo las cosas de otra manera a como las veía cuando empecé. El confinamiento había que contarlo de una manera íntima, fue como una autoinmersión. Todos los días estábamos dentro de nosotros, esperando a ver cómo salir y recuperar la normalidad.Seguramente lo mire con ojos de mayor.
–¿Ha cambiado su relación con la ficción?
–La literatura trata de la realidad, vista esta con una cierta perspectiva que no vemos normalmente. Me gusta decir que la realidad no necesita ser verosímil pero la ficción, aunque sea fantástica, sí. La ficción da verosimilitud a la realidad. Pueden coincidir un volcán con Putin, nunca sabemos por dónde puede salir la realidad y en la literatura tienes que dar un orden y una lógica.
–Evoca los «recuerdos miedosos de mi infancia», ¿son indelebles?
–Si pienso en literatura, empecé a leer pronto y fue fervoroso lector aunque en mi época no estaba bien visto leer novelas. Yo tenía muchas en casa y el apoyo para leer, eso fue un elemento definitivo para mí. Por ejemplo, el paraíso perdido tiene en Heidi, para mí, el arquetipo; la búsqueda de tesoros, en el libro de Stevenson; en 'La vuelta al mundo en ochenta días' están Quijote y Sancho. Con pocos años te cuesta ver al Quijote como un héroe como me lo describía mi padre porque le rompen los dientes, luego te das cuenta de que estaba en muchos libros que leíste antes de la obra de Cervantes. Estaba en 'Tom Sawyer', en 'La hija del capitán', y es importante porque de niño fijas los arquetipos para ayudar a entender la realidad y muchos recuerdos infantiles nutren tu memoria.
–¿Le afectó la política?
–Me eduqué en el franquismo y mi padre, que no era franquista, recibía folletos del extranjero y visitas de al policía para registra su casa. Él procuraba siempre quedarse con alguno e iba a la comisaría para entregarlos. Me eduqué en los maristas, a los que guardo mucho afecto, pero no se leía demasiado. Sí se escribía. Las novelas estaban prohibidas hasta 'Los mosqueteros', había índice. Así que yo era un lector clandestino y tenía otro amigo que también lo era y nos pasábamos los libros sin decírselo a nadie
–Tres grandes narraciones salpicadas de relatos ¿es por encima de todo cuentista?
–Cuando escribió novela soy novelista, cuando escribo cuentos, cuentista. Durante el confinamiento se me ocurrían cuentos, oscuros, pesimistas y con humor, pero me daba el gusto de escribirlos porque en un rato lo resuelves. En cambio la novela es un proyecto de largo recorrido no puedes resolverlo sobre la marcha.
–Hace una reflexión sobre León ¿es leonesista de corazón, victimista de condición?
–Hay una excesiva centralización vallisoletana que a unas comarcas les va bien y a otras, no. No hay más que ver estadísticas. Vamos bastante a León y lo constatamos, ahora con el buen tiempo habrá más gente en el Camino de Santiago pero recorres la provincia y no encuentras a nadie. No sé si estoy de la España vaciada es general pero allí se nota mucho.
–¿Cómo ve el país?
–Cada día veo el vaso medio lleno o medio vacío. Con los años me sorprende el florecimiento colectivo de los 80 y 90. La esperanza europea no ha cuajado, no hemos ido más allá de la economía. Lo vemos con el Brexit, con la barbarie de la guerra de Ucrania. Empezamos el siglo XXI como el de la globalización y resulta que en África se ha pasado la pandemia sin vacunas; la India, sin oxígeno; hay cientos de miles de personas intentado escapar de sus lugares de origen para sobrevivir. Hay suficientes posibilidades para hacerlo más igualitario, tenemos la capacidad y riqueza. Y en España, si pienso en la transición, con políticos como los de hoy no hubiéramos tenido ni Constitución. Vivimos un momento complejo y oscuro.
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