

Secciones
Servicios
Destacamos
Hay personas envidiosas, trepas, corruptas, indeseables, sibilinas, rencorosas, rastreras… Lo peor que te puedas imaginar. Y muchas de ellas están 'La arquitectura del mal' (Plaza&Janés), la primera novela del vallisoletano José Manuel Vega, que ha ideado una galería de tipos con una fachada deseable y un fondo ponzoñoso. «Se nos ha vendido la imagen de un éxito falso que en ocasiones está construido sobre una montaña de mentiras y corrupción», cuenta Vega.
«Muchas veces, esas empresas que facturan muchísimo, con millones de euros de ganancias, esos directivos exitosos, esos políticos que lo ganan todo… han llegado hasta ahí después de quitarse de en medio al compañero, de pisar al de al lado». Ese es el mal que atraviesa las páginas de este 'thriller' de alto poder y bajas pasiones. La traición como una de las bellas artes. La corrupción como un fino trabajo de orfebrería.
Carlos Mir, 45 años, acaba de recibir el premio al mejor ejecutivo del año y se posiciona para tomar el relevo de Telcom, la empresa de telecomunicaciones para la que trabaja. Pero no cuenta con que hay dos directivos más que pueden hacerse también con el cargo.
Sofía Labiaga («delgada, melena rubia, manos huesudas») es consejera de Infraestructuras en la Comunidad de Madrid y tiene, bajo la caldera de su casa, un huequecito donde guarda el dinero de las mordidas y grabaciones de políticos, jueces y empresarios, porque nunca se sabe cuándo será necesario echar mano de las cintas.
Manuel Villacampa es un comisario corrupto al que acuden cuando se quiere activar la máquina del fango: amenazar, propagar noticias falsas, imputar delitos inexistentes… Son tan solo tres de los personajes que pululan por estas páginas que, dice Vega, nacen no solo de la imaginación, sino también de las portadas de los periódicos y de la propia experiencia personal. Porque, cuenta el autor, sí, a veces se ha cruzado con personas de esta calaña, capaces de contribuir con sus malas mañas a la arquitectura del mal.
Vega estudió dos ingenierías en Valladolid (en la politécnica primero, luego en la escuela de Teleco) y hace 25 años emigró a Madrid. Allí, durante diez años, trabajó por cuenta ajena y ahora es socio de El Equipo E, una agencia de creatividad. Autor de varios libros sobre emprendimiento, negocios y venta, sintió la necesidad de lanzarse a la ficción con un libro en el que no todo es inventado.
«Por mi trabajo, he tenido trato con ejecutivos de multinacionales, con altos funcionarios de la administración y me he encontrado un poco de todo. Había gente maravillosa, claro que sí, pero eso no te da para una novela negra. Pero luego estaban los otros, gente que en una reunión era capaz de soltar frases que parecen increíbles cuando las pones en boca de un personaje». ¿Por ejemplo? «En el libro, Sofía, la política, dice: 'Primero para mí, después para el partido y, si sobra, para los ciudadanos». Eso lo he escuchado», desvela Vega, quien recuerda cómo, durante la escritura de la novela, se encontraba en la prensa con noticias de sonados casos de corrupción que ofrecían detalles que parecían sacados de la mente de un guionista.
«El mal, la agresividad, la violencia es inherente al ser humano. El mal está dentro de cada uno de nosotros. Pero gracias a la educación lo podemos aplacar. Aunque, es verdad, hay algunos que lo sostienen más que otros», asegura el autor de un libro con frases tan brutales como…
-«Conspirar y amenazar son ejercicios de creatividad».
-Claro. En estos contextos, no trabajan con eso de vamos a la calle que te parto la cara. Aquí las amenazas son mucho más sutiles, más veladas. Hay que echarle creatividad para amenazar al contrincante con el que te estás peleando para conseguir el puesto en una dirección, o para lograr una comisión.
-«Hasta para ser un corrupto hay que trabajar duro».
-Esta es la reflexión que se hace Sofía, la política de mi libro, para justificar que es una corrupta. Ella dice: es que no hay nadie esperándote con un maletín lleno de billetes y las puertas abiertas. No, no. Ella cree que se lo tiene que currar mucho: echa todas las horas del mundo, tiene que llegar a acuerdos con unos y con otros, debe lidiar con la prensa. Y se convence de que, a cambio de todo ese esfuerzo personal, quedarse con un poco de carne en las uñas tampoco es para tanto. Esa es la justificación que se dan a sí mismos los corruptos, que operan con una falta de conciencia brutal.
El libro tiene un local de sexo como uno de sus escenarios («quería entrar también en el debate de qué prácticas son habituales y cuáles no») y apunta que el inmenso poder de los partidos políticos no viene de los resultados electorales, sino de su capacidad de influir. «En muchas ocasiones, un partido minoritario que es llave para que el Gobierno tiene más influencia que otro con muchos más votos», evidencia Vega, quien defiende que «los partidos políticos son el gran mal de la democracia».
«Los partidos son como una dictadura con careta de ONG. No están dirigidos por la persona mejor preparada, la que ha tenido más mérito, sino por la que que ha conseguido medrar haciendo la pelota a las personas correctas, estando en el lugar y el momento adecuados. Ahí no hay meritocracia. Es puro peloteo. Es una pena que los partidos no sean una estructura mucho más limpia. Si la democracia fuera un sistema que buscara el bien común, deberíamos cargarnos los partidos y tener un sistema basado en meritocracia e inteligencia artificial», indica Vega.
Y añade: «Una vez escuché a Rodríguez Zapatero (expresidente del Gobierno) que una de las grandezas de la democracia era que permitía que cualquier persona del país llegara a presidente. Y es curioso que esto sea así cuando para un nivel bajo de la administración te piden superar una oposición o para ser directivo de una empresa, años de experiencia. ¿Pero para gestionar un país vale cualquiera? Habría que coger a los mejores candidatos y sobre esos, un sorteo».
Vega, que se crió en Huerta del Rey y tuvo durante años varios grupos de música en Valladolid (el más recordado, Jennifer in Látex, a finales de los 90) ha construido un artefacto adictivo, lleno de acción, traiciones, muertes y personajes que citan a Nietzsche, que enfila su parte final con macabros sucesos que, dice, también ha sacado del mundo real. Y por el camino, cuentas en Suiza, dinero negro, prácticas sado, campañas para desacreditar al adversario en las redes sociales y negocietes en reservados. Ladrillos, que juntitos y con bien de argamasa, dan lugar a 'La arquitectura del mal'.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.