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José Antonio Abella (Burgos, 1956) tiene que pagar 6.000 euros al mes para no morirse. El médico y escritor ganador de la pasada edición del Premio de Novela Ateneo Ciudad de Valladolid padece un cáncer de colon del que le operaron en las ... Navidades de 2021 en fase avanzada con metástasis hepáticas. Al cabo de un año el tratamiento resultó efectivo. Sin embargo, dos tromboembolismos causados por los efectos secundarios de la quimioterapia obligaron a suspender el tratamiento. La alternativa que se le ofreció fue seguir una segunda línea terapéutica basada en la combinación de dos fármacos (Encorafenib y Cetuximab) con un coste mensual de 6.000 euros. El Ministerio de Sanidad tiene aprobado el medicamento pero no lo financian ni la Seguridad Social ni Muface. «El Ministerio me condena a muerte a mí y a otros 530 ciudadanos españoles. ¿quién puede pagarse esto?», deplora Abella desde la casa en la que reside en Segovia.
Sin ese fármaco, la esperanza de vida para los pacientes de cáncer de colon (mutación BRAF V600E, una de las más letales) es de entre cuatro y ocho meses. «De ese medicamento se sabe que como mínimo duplica la esperanza de vida, no cura este tipo de cáncer pero sí lo cronifica, puedes llevar una vida aceptable sin que la enfermedad progrese», alega este médico rural que ha ejercido en pueblos de Burgos, León y Segovia.
Le duele a José Antonio Abella el trato recibido por el Ministerio de Sanidad, desde donde le remitieron una carta «en la que con buenas palabras me daban calabazas». «El problema –explica– es que cometieron un error y el texto que les mandé se lo reenviaron entre varios departamentos sin borrar los mensajes intercambiados por los técnicos. En uno de ellos se decía textualmente en mayúsculas: 'Cuidado!!! Propuesta de respuesta-Está montada a partir de otra respuesta parlamentaria. Conviene la revise César porque el ciudadano (que es médico y novelista) amenaza con una campaña'. Me parece todo tan hipócrita, con tanta dosis de falsedad... Nuestras vidas les tienen sin cuidado. Me gustaría tener el teléfono del ministro de Sanidad y llamarle personalmente. Me hubiera gustado que hace años algún paciente afectado hubiera movido todo esto; ahora lo voy a hacer yo, me siento obligado». Un hijo suyo ha iniciado una campaña en change.org y lleva recogidas más de 70.000 firmas. Este diario se puso en contacto con una portavoz de prensa del Ministerio de Sanidad en Madrid para conocer su versión de estos hechos, que el departamento gubernamental sigue sin ofrecer.
Lleva cinco años jubilado y durante su vida, en paralelo al ejercicio de la medicina, ha desarrollado una carrera literaria que le ha llevado a ser reconocido con el Premio de la Crítica de Castilla y León y, el más reciente, el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid. Lo recogió en la pasada Feria del Libro (10 de junio) por su novela 'La cueva del cíclope'. Está dotado con 20.000 euros que decidió donar a un hospital de la orden de San Juan de Dios en Senegal y a la Asociación Protectora de Animales de Segovia. Así lo decidió el 12 de abril, cuando el entonces alcalde, Óscar Puente, le comunicó por teléfono que era el ganador.
Entonces aún desconocía que iba a necesitar de por vida una medicina que cuesta 6.000 euros mensuales (su pensión es de 2.500). «Me puedo permitir este tratamiento durante un año, quizá un poco más; uno no puede morirse y dejar a la familia arruinada porque ha consumido todos los ahorros. Si llego a saber que tengo que pagar 6.000 euros al mes, el premio me hubiera dado para tener tres meses más de vida; hoy –por ayer– acabo de recibir la notificación del Ayuntamiento de Valladolid de que me van a ingresar el cheque y voy a cumplir con la donación. Es preferible morirse de cáncer que de vergüenza; para mí incumplir mi palabra supondría morirme de vergüenza».
José Antonio Abella
Médico y escritor
Hace un mes que Abella, de 67 años, comenzó el costoso tratamiento para el cáncer colorrectal, cuatro pastillas diarias y cada caja, de 42 comprimidos. «Mi estado general en este momento es bueno; de hecho los marcadores tumorales han bajado a límites normales en solo quince días», comenta esperanzado sin perder de vista que su vida, al igual que la de otros 530 pacientes españoles en su misma situación, está tasada a un precio que la mayoría no puede costear, ni siquiera durante unos meses. «Culpo al Ministerio de Sanidad y a la directora de Muface, que es quien firma todo esto pese a disponer de informes médicos que certifican lo que necesito. A muchos oncólogos se les cae la cara de vergüenza por prescribir un fármaco que saben que el paciente no puede comprar».
Más allá de su caso, deplora que en España se haya creado una «sanidad para ricos y para pobres, quien se lo puede pagar, vive, y si no, te mueres. ¿En qué país vivimos?».
Al médico que atendió a miles de pacientes durante cuarenta años le resulta imposible comprender cómo 14 países europeos sí financian un tratamiento cuya gratuidad se rechaza en España. «Algunos son de nuestro entorno, como Portugal, Francia, Italia y Grecia... ¿Por qué aquí no?».
Aunque de ánimo está bien, dice –«cualquiera que me vea por la calle no adivinaría que tengo lo que tengo»–, le subleva la irracionalidad de ciertas prioridades políticas: «No entiendo que se financie el Interrail para que los jóvenes recorran Europa o que nos subvencionen el cine a dos euros a los mayores de 65 años cuando hay gente que no puede comprar el fármaco que le salve la vida».
Entre tanto, se encomienda también al «poder sanador» de las palabras. «Si no fuera por la escritura, no estaría tan tranquilo; cuando uno escribe recreas otro mundo, te olvidas de tu hígado, de tu colon... la escritura es a la salud mental lo que el ejercicio físico a los músculos». Tiene una novela terminada, está escribiendo otra y reformando una antigua que dormía en un cajón. «Tengo trabajo para años si la naturaleza, la suerte y el Ministerio de Sanidad me conceden la posibilidad de vivir unos años».
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