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La novela estaba casi en la imprenta cuando la realidad la convirtió en premonitoria. Luis Artigue imaginó que Trump ganaba por segunda vez las elecciones ... de EE UU, y así fue. Era solo un hecho que el escritor leonés utilizó como punto de partida para una novela de vampiros, política de segundo apellido. Este miércoles presentó en la Casa de Zorrilla 'Trumpsilvania' (Eolas), acompañado de Pedro Ojeda.
Con una decena de poemarios y ocho novelas publicadas, mientras que los versos llegan a través de distintos sellos, las narraciones «literarias» las publica en Alianza y las «fantásticas» en Pez de Plata. Estaba en negociaciones de cambio de sello con la editorial leonesa Eolas cuando llegó la segunda entrega del trumpismo. «Esta novela es producto de la imaginación que ha terminado por ser una ucronía», dice Artigue. «Sufrimos un ataque de los años 40, como lo que anunció Simone Weil. Estamos en una involución política porque aquí no ha venido Napoleón a conquistarnos, sino que hemos votado».
Pero aún así, Artigue prefiere usar otro prisma para analizar el mundo. «Soy de los que discuto el canon realista. Reviso las novelas clásicas de género desde otro punto de vista. Este es un 'drácula' pero no de amor sino una novela política. Drácula es el capitalismo que representa Donald Trump, que vive de chupar la sangre de otros, en un mundo medieval de vencedores y vencidos sin piedad.Desde ese ángulo imaginé que Trump ganaba por segunda vez y daba una rueda de prensa en la que anunciaba que había aprendido de sus errores y que nombraría un gobierno paritario de humanos y vampiros», explica.
«Eso nos hace ver el presente de otra manera que nos dice que cuanto más jodida es la realidad mejores son las novelas fantásticas.Así nos lo hizo ver Freud, que nos enseña que es difícil que la novela sea una representación, como quiere el realismo, y que somos más que la realidad, que desde la imaginación y el humor se puede ser más contundente. Por eso las novelas de género son mas necesarias que nunca».
Y su fantasía engancha con su tiempo a través también de «la importancia que tiene el feminismo en esta novela en la que no hay mujeres pasivas. Creo que el espíritu machista, belicista y fascista del trumpismo solo puede combatirse con el dique de las mujeres, ellas pueden contrarrestar el espíritu tóxico de esta masculinidad saturada».
Intercala entre el «trabajo obsesivo» que requiere la novela su poesía. «Elaboro mucho el lenguaje con el sentido y el rigor de la alta literatura. Me formé en Toronto y en Norteamérica los escritores escriben de todo. Me gusta mucho la poesía de los novelistas como Paul Auster o Margaret Atwood. Ahora acaba de editarse la poesía de Cortázar, que me parece muy buena. ¿Qué era Borges, un poeta o un narrador? Todo lo que sé de las novelas me lo enseñan los poetas, todo lo que sé de poesía me viene por las novelas», cuenta este niño «de pueblo» que se sentía el friki del lugar por leer «literatura de quiosco en soledad».
Hasta que «de repente descubrí una Asociación de Ciencia ficción, Fantasía y Terror en Valladolid y gracias a la redes sociales me hice amigos, formé parte de su comunidad y dejé de estar solo. Mantienen ese espíritu los frikis empoderados, que apuestan por una pasión en la que invierten energía, talento y dinero. El frikismo es tener imaginación. En una comunidad realista como esta Valladolid irradia esta apuesta».
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