El autor del ensayo 'A la espera', Raúl Enrique Asencio.

Jiménez Lozano, poeta a su pesar

Pre-Textos publicará en otoño el ensayo de Raúl Asencio sobre la poesía del Premio Cervantes y el poemario póstumo del abulense, 'Esperas y esperanzas'

Victoria M. Niño

Valladolid

Miércoles, 24 de agosto 2022, 00:59

La poesía la he ido haciendo en los libros de notas que luego han aparecido como dietarios. Como una nota más» , decía José Jiménez Lozano en 1999. Entonces ya empezaban a llamarle poeta porque había publicado tres poemarios, consideración de la que el escritor abulense renegaba. A ese género, que en la extensa bibliografía del Premio Cervantes aparece cuando ya ha cumplido los sesenta, ha dedicado Raúl Asencio Navarro su tesis doctoral. Sintetizada en el ensayo 'A la espera', ganador del premio Gerardo Diego, será publicado este otoño por la editorial Pre-Textos, mismo sello en el que Lozano dio a conocer sus primeros dietarios y que editará simultáneamente su poemario póstumo, 'Esperas y esperanzas'.

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Asencio advierte pronto el «error de bulto de confundir la fecha de publicación con la de escritura», máxime en un autor cuyos originales dormían «una siesta de décadas» en el cajón. Tampoco se adecua a la realidad la etiqueta de 'poeta tardío'. Aunque su poesía no llega a las librerías hasta 1992 (63 años), «una plaquette en la revista 'El ciervo' en 1979 es la primera demostración de su poesía», apunta Asencio. «También hay poemas en sus cuentos, en sus novelas, en sus dietarios, aunque tuvo respeto a publicarlos de forma exenta». Lozano simultáneo casi siempre los géneros, sin cambiar el sayo en su tránsito de uno a otro. 'A la espera' se centra en la poesía, «lo menos estudiado de su obra».

Sin adornos, sin excesos

Quien envidiaba a los pintores porque «las palabras son impotentes para procurar ese gozo de los rojos y los azules, los sienas, los amarillos muertos» buscó la potencia del lenguaje en una depuración continua hacia la estética emparentada con la ética que admiró, la de los jansenistas, la de Port-Royal. «La estética jansenista se levanta sobre la contradicción de representar lo irrepresentable, la verdad desnuda de los ropajes que ya son la palabra y la pincelada», sostiene Asencio. «Jiménez Lozano se siente familiar esa estética sin adornos, sin excesos».

Para que «el verso diga la verdad del mundo» Jiménez Lozano recurre al símbolo. «Lo simbólico nunca anula el valor concreto o específico de un objeto o expresión sino todo lo contrario, siempre lo añade, lo complementa, descubre relaciones», explica el ensayista.

Arqueología inversa

En su caso el símbolo parte de su universo que tienen en la infancia –«un lugar para excavar»– y en la naturaleza los principales referentes, en las plantas y en los pájaros, en los colores, porque «el símbolo nace de lo privado». Los «mimbres de la memoria» de Lozano están hechos de las vivencias de la niñez y del «extrañamiento» ante las palabras, «la capacidad de sacar una palabra del uso normal para elevarlo a un nivel de significación distinto». Eso ocurre en la Biblia, uno de sus grandes referentes literarios, pero también en sus poetas favoritos, los griegos –Hesíodo, Homero,Safo– y los ingleses –Shakespeare, Hopkins– y en el hablar de calle para un oído siempre atento al decir de las gentes.

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Con Simone Weil y Kierkegaard en el altar del santuario de sus ideas, la atención a los «desgraciados» y el rechazo a cualquier sistema rígido de pensamiento que restrinja la libertad humana, son hilos conductores de su obra, también la poética.

En cuanto a la forma, «su poesía mantiene un distanciamiento crítico del yo», sostiene Raúl Asencio, hasta «cierto enajenamiento de autoridad, como si lo escribiera otra mano. Para el escritor el 'yo' era algo así como un agente tóxico, algo que convenía mantener alejado de la escritura». Ese distanciamiento «encuentra en la estética japonesa un remanso en el que poder descansar del yo».

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La «aparente ingenuidad formal» no es tal, advierte el ensayista, sobre un escritor «asistemático» que escribía y reescribía constantemente así como leía, releía en conversación eterna con sus amigos, los escritores que admiraba ya fueran de la antigüedad, el XVII o el XXI.

Guadalupe Arbona, profesora de la Universidad Complutense y estudiosa de la obra de José Jiménez Lozano, dirigió la tesis de Raúl Asencio que el pasado mes de junio distinguió el jurado del XXIIPremio Internacional Gerardo Diego de Investigación Literaria.

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