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Pasó de ser un cristiano rebelde a uno impaciente. A José Jiménez Lozano, treintañero en el año 1963, el Concilio Vaticano II le determinó la vida. Dejó la oposición de judicaturas por problemas de conciencia para escrutar a los guardianes de la espiritualidad occidental ... en su cita más importante del siglo XX. Quien luego fuera un reconocido literato comenzó su carrera periodística en Roma, a donde le envió Delibes sin ser aún periodista de este diario. El periodo de prueba resultó tan revelador de su calidad que a la vuelta fue contratado. Dos libros recogen ahora sus crónicas para El Norte de Castilla –'Un momento deslumbrante' (Renacimiento)– y para la revista 'Destino' –'Cartas de un cristiano impaciente' (Verbum)–.
Tras ambas recopilaciones está el profesor José Bernardo San Juan. Desde la Universidad Rey Juan Carlos y con fondos de la Comunidad de Madrid comanda un proyecto de estudio de la obra periodística del Premio Cervantes. «Es un fondo inmenso. De 'El Norte de Castilla' solo hemos trabajado las crónicas firmadas desde Roma pero hay muchos textos que sin firmar que tienen el aroma de su estilo. En cuanto a las columnas de 'Destino', es una antología de 40 de las 600 que publicó», explica quien comenzó admirando al Lozano «poeta, al de los diarios y los ensayos, en los que muestra su mirada sobre el mundo». Al periodista llegó por la investigación académica. «Creo que hay dos Jiménez Lozano, el de los orígenes, el joven periodista tremendamente optimista, volcado en las ideas renovadoras del Vaticano que está convencido de que la unión de Estado y Iglesia había matado la religión en España. Ese cristiano liberal que es Lozano fascina a Delibes que tiene la audacia de enviarlo a Roma sin ser personal fijo de El Norte de Castilla aún».
José era el colaborador que sustituyó al sacerdote José Luis Martín Descalzo en su columna sobre asuntos religiosos cuando se fue a hacer su tesis doctoral a Roma. «Era un laico con formación en leyes que se volvió de Madrid a Valladolid con su carné de periodista», explica San Juan. «Escribía de literatura y religión. Tenía una visión muy crítica con el catolicismo oficial, lo que le valió varios expedientes de censura. Defendía en 1962 que la organización política más acorde con la Iglesia era la democracia. Eso sedujo a Delibes».
Esa fascinación del director le abrió las puertas del semanario 'Destino' y e la editorial donde publicaba el autor de 'El camino'. Y siguió sus pasos enviando 'Historia de un otoño' al Premio Nadal. «Tengo la sospecha de que esa historia la escribe en forma de novela porque era más fácil evitar a la censura que expresar esas ideas como periodista. De hecho no se atrevieron a premiarla para evitar poner el foco sobre ella pero sí la publicaron, algo que nunca había pasado», rememora el profesor.
El laico que escribía de religión «tuvo un gran éxito en toda España con sus 'Cartas de un cristiano impaciente' que el semanario 'Destino' ponía a menudo en portada. El público estaba ávido de esas ideas».
En 1963 reunió las columnas que publicaba en El Norte en el libro 'Un cristiano en rebeldía'. «Rebelde, así se sentía antes del Concilio, en cambio luego pasa a ser impaciente por que los cambios que se operaban en la Iglesia se trasladaran a la sociedad. Esas primeras crónicas muestran el giro del joven escritor». De las cuatro sesiones del Concilio, el abulense comentó los textos de la encíclica de 1962 desde Valladolid y acudió a Roma a las sesiones de 1963, 1964 y 1965. Ya octogenario, Jiménez Lozano recordaba aquellos años con su sorna habitual. «Contábamos lo que nos decían desde la Oficina del Vaticano», eso sí debatido en la Embajada de Cuba, donde él tomaba Coca-Cola en taza de café.
Sin embargo sus crónicas reflejan la búsqueda de fuentes, entrevistas y decepciones. «Él deja entrever que la aportación del episcopado español es muy pobre. Cuando intervenían los obispos españoles, los padres conciliares aprovechaban para ir al baño. No querían cambiar nada y sus votos iban en contra de los resultados aprobados por mayoría», señala Bernardo San Juan. «Identifica en sus crónicas las dos corrientes; la más progresista, con la que se alinea, y la más conservadora. Su gran preocupación es la libertad religiosa, a la que dedica muchas crónicas. Es muy crítico con la curia española y quiere cambiar muchas cosas pero tiene un hondo sentido de al fidelidad, es decir, lo quiere hacer desde dentro de la Iglesia».
Para Jiménez Lozano amar la libertad «es intrínseco a la condición de católico» y como «se ha pervertido la esencia de la Iglesia» hay que recuperar: «la libertad religiosa, la empatía con otras creencias y la reflexión sobre el ateísmo, no pueden existir corrales en los cementerios para los no creyentes». Pero el 'aggiornamento' preclaro en Roma no llegó a España hasta mucho más tarde. Jiménez Lozano vivió un postconcilio en Valladolid sembrado de vetos. A las autoridades religiosas locales no les parecía tan buena idea que un laico hablara de fe.
«Creo que vivió una doble amargura, pues se le cierran puertas y por otro lado, a medida que avanza el postconcilio el ansia de libertad termina en una sociedad neopagana entregada a lo políticamente correcto, exclavizada por las ideologías. Eso le ensombreció el carácter», concluye José Bernardo que presentará los libros en Roma.
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