La iglesia del Salvador de Valladolid acogió el lunes 14 la presentación del 'Libro de los santos de Valladolid', del que es autor Javier Burrieza Sánchez, profesor de Historia Moderna de la UVa, editado por Maxtor. A la presentación de la obra, que analiza el papel que estos personajes han tenido en la historia de la ciudad y su provincia a través de más de cien trayectorias vitales, asistió el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez.
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El 'Libro de los santos de Valladolid' analiza el papel que estos personajes han tenido en la historia de la ciudad y su provincia a través de más de cien trayectorias vitales repartidas en tres secciones diferentes, dentro de los criterios propios de la historiografía moderna, acompañado de un aparato documental en más de ochocientas notas de pie de páginas con un recorrido por las fuentes históricas y bibliográficas que trataron sobre cada uno de ellos, procedentes de archivos y bibliotecas históricas, amén de las más diversas publicaciones. También cada personaje, santo o beato, cuenta con una fotografía de una obra referida a él o una fotografía de alguno de los acontecimientos de su vida en el caso de los más recientes. El propio autor ha procurado que, en un tema en constante evolución a través de los procesos de santificación que se desarrollan en el Vaticano por la Congregación de las Causas de los Santos, no se quedasen antiguas estas páginas. Por eso, no faltan aquellos que protagonizan o podrían protagonizar los próximos procesos de santificación.
El libro se divide en tres partes. Los santos nacidos en la provincia de Valladolid; en segundo lugar los que vivieron y moraron en esta ciudad de encrucijada, de muchas decisiones y de grandes instituciones y, finalmente, aquellos que protagonizan los procesos de santificación desde nuestra diócesis vallisoletana, algunos con varios siglos de trayectoria. Al primer grupo pertenecen los seis santos y los veintiocho beatos que nacieron en el actual territorio de la provincia y diócesis de Valladolid, coincidentes hoy casi en su totalidad. Sin embargo, eso no ocurría hasta 1955, donde la diócesis era mucho más pequeña que la provincia, cuando esta última delimitación civil nació en la España liberal. Con anterioridad entraban en el territorio provincial de Valladolid las diócesis de Palencia (Medina de Rioseco por ejemplo), León (Mayorga de Campos) o Ávila (en Olmedo).
De todos estos santos y beatos vallisoletanos, solamente una es mujer, sor Carlota de la Visitación, de las franciscanas de los Sagrados Corazones, nacida en Nava del Rey. Una primera parte que concluye con las páginas dedicadas a los jesuitas mártires de la Universidad Centroamericana, los padres Ignacio Martín Baró y Segundo Montes que, aunque sus procesos no están en marcha todavía desde la Compañía de Jesús, sus trayectorias han sido incluidas recientemente en un «Martirologio» publicado por los jesuitas y referentes a los que dieron su vida por la fe en los tiempos más contemporáneos dentro de la orden.
Muy diversos son los santos y beatos que moraron en Valladolid, desde los más legendarios como san Mancio (con su localidad propia en Tierra de Campos, Villanueva de San Mancio) o los compañeros de san Francisco y san Bernardo, vinculados con los conventos de Valladolid de la Plaza Mayor y el monasterio de la Santa Espina respectivamente; las predicaciones de san Vicente Ferrer; los santos del Siglo de Oro (Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Francisco de Borja, Juan de la Cruz, Pedro de Fabro, Ana de San Bartolomé o Juan Bautista de la Concepción entre otros), sin olvidar a los santos de la nueva sociedad burguesa con el paso por Valladolid de san Antonio María Claret como confesor de Isabel II o santa Cándida de Jesús en el inicio de la fundación de su orden religiosa para la educación: las Hijas de Jesús o «jesuitinas»; hasta los mártires lasalianos de Turón, profesores del Colegio de Lourdes o los más recientes entre loss que se encuentran los 61 viajes de san Josemaría Escrivá de Balaguer a la ciudad, en los años de establecimiento del Opus Dei después de la Guerra Civil.
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Una tercera parte del libro son los procesos de santificación de aquellos que, siendo o no vallisoletanos, se han desarrollado o se están desarrollando en esta diócesis. El criterio es que murieron en la diócesis de Valladolid o sus últimos años vivieron en la misma o su trayectoria se encuentra muy vinculada a la diócesis. Ejemplo de todo ello, en su variedad, es la reina de Castilla Isabel La Católica –fallecida en Medina del Campo en 1504–, un proceso con una trascendencia mundial y plagado de obstáculos y controversias; Luis de La Puente y Marina de Escobar (en el ámbito de la Compañía de Jesús en el siglo XVII), el hermano Antonio Alonso Bermejo (el «santo» no canonizado en Nava del Rey) o las más recientes hermanas Teresa y Encarnita Ortega Pardo (monja dominica en Olmedo y numeraria del Opus Dei dedicada al estudio del mundo de la moda respectivamente). Cierra esta serie, aquellos que están esperando el último «nihil obstat» de Roma para la introducción de la Causa como el carmelita seglar Víctor Rodríguez o el fraile dominico José Luis Gago.
Este libro, prologado por el cardenal-arzobispo de Valladolid Ricardo Blázquez, es un recorrido profundo no solo por las vidas particulares de cada uno de ellos sino por la historia de la Iglesia, de España y de Valladolid, pues los escenarios de sus vidas y la variedad de las decisiones de sus actos asombrarán al lector que gusta saber de lo más cercano –lo vallisoletano– y su proyección.
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Según se lee en el prólogo de Ricardo Blázquez, «esta obra rica en información narra la historia de muchos santos y beatos de la Diócesis de Valladolid o en conexión con ella. Este libro, además, tiene visos de futuro. No quiere quedarse viejo, pues cuenta con las vidas de aquellas personas sobre las que están actualmente en curso procesos».
«Constituyen una obra monumental estás páginas que nos presenta el historiador Javier Burrieza. El conocimiento y el sentido histórico de los santos se encuentra dentro de su línea de trabajo. Trata la realidad de la Iglesia con criterios historiográficos modernos, huyendo de estereotipos hagiográficos y respetando al mismo tiempo la mentalidad de los contemporáneos que vivieron con los santos, se sintieron impresionados por ellos y juzgaron conveniente difundir el llamado «olor de santidad» de acuerdo con las coordenadas de su tiempo. Esta obra que el lector tiene en sus manos trata de la dimensión más honda de nuestra historia. Un santo no es una persona rara sino alguien que levanta el ánimo hacia lo alto», escribe en el prólogo Ricardo Blázquez, cardenal-arzobispo de Valladolid.
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