Japón, el modelo tecnológico y cortés
Viajes desde casa. Murakami y Endo alumbran a sus personajes en una sociedad ordenada y eficaz como la nipona pero les llevan a dilemas racionales y morales ajenos a sus contemporáneos
Esta semana Japón ha adoptado las medidas de confinamiento por el coronavirus. No las impone, la ley solo permite la recomendación. Por norma o por ... educación, sus modales son tan propios que a la exportación de tecnología y manga se une la cortesía. La pandemia apunta que durante un tiempo largo nos saludaremos a la japonesa y nos despediremos a la francesa.Ni Haruki Murakami ni Shusako Endo representan la quintaesencia nacional, son dos novelistas muy marcados por la cultura occidental cuyas novelas bordean la irracionalidad y el misterio, tan inanes para una sociedad volcada en la eficiencia.
Haruki Murakami empezó a correr unos años después de ser escritor. En el trote encontró la compensación al sedentarismo de su nuevo oficio, tras cerrar su club de jazz, el Peter Cat. Décadas después, una revista estadounidense le propuso una sesión de fotos corriendo entre Maratón y Atenas. Aceptó. Comenzó de madrugada y cuando llevaba unos cuantos kilómetros, ya amanecido, el fotógrafo le dijo que tenía suficiente material y podían dejarlo. Pero Murakami había ido hasta allí para correr un maratón. Lo cuenta en 'De qué hablo cuando hablo de correr', un ensayo ligero, curioso para sus lectores y para los corredores. Su mayor angustia cuando participa en alguna prueba de ultrafondo: que su mujer no esté, que en ese tiempo se haya aburrido y le haya abandonado. Su última obra publicada en español, 'La muerte del comendador' (Tusquets), demanda también un lector de fondo. Casi mil páginas divididas en dos entregas.
En esencia, el novelón cuenta el retiro de un pintor de 36 años que acaba de separarse de su esposa. Un amigo le ofrece el estudio en las montañas de su padre, afamado artista nonagenario ya. A partir de ese sencillo planteamiento, el protagonista abandona el bullicio de Tokio –la ciudad referente de buena parte de las novelas de Murakami– y vive entre los recuerdos, la música y los libros de Tomohiko Amada. Mientras nuestro hombre vive de hacer retratos bien remunerados, Amada representó la vanguardia nipona, estudió en Viena y el nazismo le deportó a Japón. A partir de entonces se dedicó a la pintura histórica. El título de la novela es el de un cuadro que duerme en el desván. Los vecinos de las dos casas más próximas, la relación con sus alumnas del centro cívico y con su amigo mecenas constituyen los hitos sociales de una existencia poblada de fantasmas. Los lleva propios –la muerte de su hermana cuando eran niños, la costumbre de la soledad, el desapego– y se los encuentra –hay presencias invisibles, débitos sobrevenidos–. Murakami expone a sus personajes tanto a lo sobrenatural como a lo naturalista. Las descripciones sexuales han provocado la censura en China. Escritura de funámbulo, su aparente ligereza está cargada de símbolos y señales que administra con precisión.
Tampoco hay geishas ni almendros en la prosa de Shusako Endo. Conocido por 'Silencio', novela que narra la llegada y represión de los jesuitas en el Japón del XVII y que fue llevada al cine por Scorsese, la parada se hace en 'Escándalo' (Edhasa). Es la historia de un reputado escritor católico, como el propio Endo, que recibe llamadas anónimas en las que se le informa sobre sus visitas al barrio rojo de Tokio. Él niega que se trate de la misma persona y comienza a investigar la existencia de un impostor. En ese camino se encuentra con la señora Naruse, voluntaria en un hospital de día, sadomasoquista de noche. La culpa y el pecado son extremos morales unidos a su fe (solo el 1% de los japoneses son católicos) mientras que ella nombra y afronta sus miedos. Tanto en Murakami como el Endo, los hombres tiran de la trama y las mujeres la iluminan.
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