El escritor Iván Vélez. Virginia Carrasco

Iván Vélez: «Torquemada no era ningún sádico sediento de sangre»

Su libro 'El gran inquisidor' intenta situar en su contexto a una figura caricaturizada por la leyenda negra de la que se cumplen 600 años

Domingo, 6 de diciembre 2020, 18:00

Se cumplen los 600 años del nacimiento del palentino Tomás de Torquemada y, pese a su indudable relevancia histórica, no ha sido objeto de recuerdo ni celebraciones. Y es que la memoria del fraile se encuentra entre las más vilipendiadas por la 'leyenda negra', cuyos excesos y distorsiones han creado una caricatura grotesca tanto del dominico como de la institución que puso en marcha, la Inquisición. El investigador Iván Vélez ha buceado en la historia personal del religioso, así como en la del Santo Oficio, en su ensayo 'Torquemada. El gran inquisidor' con el afán de rebajar la intensidad de algunos mitos y situar la realidad en su justa medida y contexto, pero sin negarle un ápice de horror.

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- No sabemos mucho de Torquemada, pero a usted le ha dado para dedicarle un libro.

-No hay material suficiente como para elaborar una biografía prolija y detallada al uso. Sí sabemos, en cambio, cuál fue su obra y sabemos que fue un hombre moldeado por la orden dominica a la que perteneció. Sabemos que trabajó mucho en favor del convento de Santa Cruz de Segovia, del cual fue prior y al que benefició siempre. Torquemada responde al canon dominico y las particularidades o singularidades del individuo quedan neutralizadas por la regla a la que se tenía que ajustar.

- Desde el principio advierte de que no tiene ninguna intención de blanquear su figura. ¿Tan irrecuperable es?

-Pues, en gran medida, sí. Aunque tuviera propósito de blanquearla es harto difícil porque está muy ennegrecida. Ese oscurecimiento es tardío y responde a intereses ideológicos, pero esas inercias ideológicas se mantienen, por lo que resulta difícil revertir al personaje a sus justos quicios. Ojalá en el futuro la investigación en los archivos haga aflorar nuevos datos que permitan trazar un relato más realista y preciso de aquel fraile.

- Sus contemporáneos le consideraban un hombre piadoso y justo, empezando por el Papa Sixto IV. Sin embargo, la historia ha reconocido en ese papel más al cardenal Cisneros que a él.

-Hay más información sobre Francisco Jiménez de Cisneros. Y al estar Torquemada al frente de la redacción de las primeras Instrucciones de la Inquisición se le atribuyen todos los excesos o errores que esta cometiera, como todo tribunal. El problema de Torquemada es que se sitúa en un contexto histórico mucho más convulso que aquel en que vive Cisneros lo que no le ayuda. Pero no hay que olvidar que Torquemada acomete una labor monumental que es la sistematización de esa institución y su implantación territorial. Una labor que sería luego corregida y matizada por sus sucesores, y muy fundamentalmente por Cisneros (1507-1517) y por Fernando Valdés (1547-1566).

«A Torquemada le preocupaba mucho el rigor de la indagación y la defensa de los intereses del reo»

«Su figura está muy ennegrecida y resulta difícil revertir el personaje a sus justos quicios»

«Algunas prácticas inquisitoriales eran muy duras, pero menos que las de la justicia civil de la época. El contexto es clave a la hora de valorar»

«Diez ejecuciones al año de media es una cifra baja para el contexto de la Europa de su tiempo»

-Paradójicamente esa reglamentación, que imponía límites a la institución, y su transparencia, que le llevaba a dejar constancia escrita de todo, son factores que han jugado en su contra.

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- El problema del Imperio español, y esta es una institución que se inserta en él, es que tiene una carga documental enorme. No hay más que ver los archivos que hay en España. Esto ha perjudicado a la institución, porque si haces una selección de casos puedes encontrar algunos muy duros. Allí donde no hay rastro documental no puedes. Pero, además, lo que ocurre con la Inquisición es que de ella se hace una caricatura y sólo se buscan las llamas y la gente ardiendo. Pero tenía muchas otras dimensiones y perseguía delitos muy graves, como el de la alcahuetería, que acarreaba problemas enormes de carácter social. Hay una distorsión a partir de lo que se elige contar.

- ¿De dónde viene esa deformación de la figura de Torquemada que lo ha convertirlo en icono de intolerancia?

-Es una distorsión operada por influjo de la Ilustración y de esa visión negro legendaria de España como un país ultracatólico y fanático.

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- Si hemos de juzgar al hombre por su obra, ¿qué es lo que esa primera Inquisición nos dice de su autor?

-Nos habla de su preocupación por el rigor, porque sus Instrucciones establecen mecanismos para una indagación muy precisa acerca de las cuestiones de la fe. Y luego detectamos también un interés enorme en las garantías de los reos. Ser llamado a juicio no implicaba condena. A él le preocupaba la depuración religiosa en un mundo, el suyo, en el que había un trasvase importante del mundo judío al cristiano que conllevaba situaciones muy complejas de índole personal, económico y religioso.

-Pero sólo esto ya obligaría a matizar su caricatura como un ser sádico sediento de sangre.

- Es que no lo era en absoluto. Pero aún más, atribuirle a la Inquisición una supuesta obsesión personal suya por el hecho de ser su cabeza visible es algo muy difícil de sostener porque en la España de entonces todas las instituciones tenían contrapesos internos. Torquemada no actúa de forma caprichosa, sino que recoge una larga herencia de reglamentaciones vinculadas a los conflictos entre religiones en España.

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- Una reciente publicación describe a la Inquisición como «un tribunal de misericordia». ¿Comparte esa apreciación?

- Es verdad que muchos saldaban sus culpas con penas que hoy asimilaríamos con unos ejercicios espirituales o con penas que no llevaban siempre a la ejecución del individuo. Y si por tribunal de misericordia se entiende que contemplaba el arrepentimiento de los reos, efectivamente lo era. Pero quizás sea un poco excesivo calificarla de ese modo.

- Su libro explica que, en las penas más graves, el arrepentimiento suponía pasar de la muerte a la cadena perpetua. Tampoco era ninguna ganga.

-No, ciertamente. De hecho, en muchas ocasiones las penas llevaban aparejadas la pérdida de bienes o el veto a ocupar cargos públicos, entre otros castigos. Que te acusara la Inquisición no era ningún chollo, te podía torcer la vida para siempre. Y la de tus descendientes.

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-Darwin atribuía a la Inquisición la decadencia de España, porque había suprimido a los hombres más valiosos «los que dudaban de las cosas y discutían sobre ellas».

- Eso no sostiene de ninguna manera. Hombres valiosísimos estuvieron integrados en la Inquisición. No tiene sentido; es un exceso darwinista.

- En el marco de la leyenda negra, la Inquisición ha sido presentada como el signo de la España atávica e intolerante, convenientemente utilizado por los separatistas catalanes.

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-Los separatistas catalanes son unos incansables cultivadores de esa visión. Este es el problema. El secesionismo catalanista, aparte de sus componentes racistas, se nutre de unas altísimas dosis de leyenda negra.

- Stanley Payne en La España imperial cifra en 3.000 las ejecuciones durante tres siglos, aunque hay oscilaciones con esa cifra según los historiadores.

-Ese número que señala parece bastante aceptado, pero yo no he querido dar ninguno para no entrar en la guerra de cifras. Lo que, desde luego, los expertos han demostrado -sobre todo Jaime Contreras, que es el que me parece más fiable- es que las cifras son infinitamente menores que las que el común maneja; que en realidad no es ninguna cifra concreta, pero sí la idea de que hubo un número muy elevado de muertes. Diez ejecuciones al año de media es una cifra que yo no voy a justificar, pero es baja si se pone en relación con las guerras de religión que se desataron en Europa en aquella época.

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-Sin embargo, Kamen acusa a la Inquisición nada menos que de protagonizar el primer holocausto. Y Mary Beard dice que la expulsión de los judíos de 1492 fue una «purga asesina».

-Vamos a ver: si se les expulsa no se les asesina. Aclarémonos. Lo que se expulsa de España es el judaísmo, no a los judíos. Los judíos no son atacados en cuanto que nación étnica, si se quiere hablar así. Lo que se expulsa es la religión. Los que se convertían al catolicismo podían quedarse. Y, de hecho, muchos volvieron a España, con mayor o menor sinceridad hacia su nueva fe, casi de inmediato tras la expulsión. Y muchos sufrieron en su exilio unas vidas durísimas, mucho peores que las que habían vivido aquí.

Respecto de la purga asesina y el holocausto no hubo tal. De entrada, porque la Inquisición no tenía jurisdicción sobre los judíos, sino sobre los cristianos judaizantes, los falsos conversos. Pero es que, además, las cifras no avalan en ningún caso un calificativo semejante. Ni siquiera los 3.000 ejecutados en tres siglos fueron todos judaizantes, había una variedad muy grande.

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-Vistos desde el presente hay aspectos del funcionamiento inquisitorial que usted relata que producen espanto: los encarcelamientos preventivos, la confiscación preventiva de los bienes, la extrema dureza de algunas penas…

- Por supuesto. No son defendibles e imponían condiciones muy duras, pero, en todo caso, menos duras que la justicia civil de la época. Eran prácticas del momento. El contexto manda y es algo inexcusable a la hora de indagar en algo ocurrido hace cinco siglos. No tiene sentido verlo desde la perspectiva del siglo XXI. Entonces la tortura estaba presente en los procesos judiciales, y los encarcelamientos preventivos, el secretismo, las condiciones muy duras eran habituales. Es así. Y ocurría en toda Europa.

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- El investigador Pedro Insúa, en '1492. España contra sus fantasmas' asegura que la Inquisición no sólo no estaba entre lo peor de su tiempo, sino que estaba entre lo mejor.

- Coincido con Pedro Insúa en eso. Suscribo sus palabras.

- Como ha explicado, la tortura era un procedimiento de investigación común en la época. ¿Es verdad que en la Inquisición se aplicaba de forma más restrictiva?

- De hecho, el uso de la tortura estaba reglamentado. Se exigía presencia de médicos para asegurar que no causara daños permanentes y tenía que estar en manos de gente 'experta', aunque esto nos pueda sonar mal hoy. Y se exigía la presencia de testigos. Estaba reglamentada y acotada. El reo no quedaba a la merced sádica de unos siniestros personajes, como ha sugerido tantas veces la leyenda negra.

- Una de las acusaciones más negativas que pesan sobre Torquemada es que él fue uno de los artífices de la expulsión de los judíos de 1492. Pero usted dedica varios capítulos a explicar que el conflicto venía muy de atrás.

- El problema judío es una de las partes más importantes del libro, porque su conversión extendida, y sujeta a sospechas sobre su sinceridad, es uno de los cometidos de la Inquisición. Por otra parte, se trata de un colectivo muy complejo, y que ha sido víctima también de la caricatura. Los judíos estaban sometidos desde antiguo a una amplia serie de limitaciones sobre lo que podían o no hacer, lo que los llevó a desempeñar tareas relacionadas con la recaudación de impuestos o el prestamismo, lo que causó mucho malestar. Y, como formaban parte del tesoro real, siempre estaban sometidos a las pugnas que se daban en torno al trono. Eso les hizo replegarse en sí mismos, encapsularse, y ser objeto de rechazo por una parte del mundo cristiano. Pero es que aquellos que se convertían al cristianismo, como apóstatas que eran desde la perspectiva del judaísmo, también sufrían las invectivas de sus antiguos compañeros de fe. Es un tema complejísimo.

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- ¿Existió la convivencia pacífica de las tres culturas o es un mito más?

-Esa Arcadia feliz con la que muchos fantasean debe ser puesta muy en cuestión. Si uno analiza mínimamente los fueros y las legislaciones, desde los tiempos de los visigodos, el tratamiento que se da a los judíos o a los musulmanes es muy diferente al que se establecía para los cristianos; las condiciones eran mucho más duras para esos colectivos. No olvidemos que también latía en el fondo la idea de que el judío era el pueblo deicida.

- El historiador Enrique Martínez Ruiz declaraba recientemente que no será fácil eliminar la leyenda negra de la cultura popular porque ha generado imágenes muy poderosas. ¿La del monje fanático como Torquemada es una de ellas?

- Torquemada es el único nombre de inquisidor que se maneja vulgarmente y su imagen está asociada con la idea de un sádico que se deleitaba viendo arder a hombres en la hoguera; unos hombres, por otra parte, que probablemente también han sido idealizados. Sería enormemente difícil revertir esa caricatura.

Los primeros inquisidores fueron nombrados en Medina del Campo

El libro permite también trazar la historia de un recelo y rechazo hacia el judaísmo que arranca de lejos, en toda Europa y también en España. Antes de que el Santo Oficio se creara, ya circulaban algunos relatos como el difundido por el fraile Alonso de Espina en un sermón de Cuaresma de 1454 que mencionaba la historia de un niño desaparecido en Valladolid a quien los judíos habían arrancado el corazón. El propio Espina habló también del intento de profanación en Segovia de una ostia consagrada. Por no hablar de los conflictos y las tensiones sociales que Vélez explica con detalle. En realidad, la Inquisición surgió con la intención de poner orden en todo este hervidero de tensiones sociales y religiosas, con el fin de poder discernir lo que había de verdadero y de falso.

Los primeros inquisidores, entre los cuales no estaba aún Torquemada, fueron nombrados por los Reyes Católicos en Medina del Campo en 1480 y en esta misma ciudad ferial se creará el primer tribunal. Torquemada -nacido que fue ordenado dominico en el convento de San Pablo de Valladolid- llegará dos años después al Santo Oficio, en 1482, primero como un inquisidor más y enseguida será nombrado inquisidor general por el Papa Sixto IV. Su objetivo era meter en vereda una institución incipiente pero cuyos agentes habían protagonizado ya muchos incidentes por su excesos de severidad. De hecho, sus Instrucciones buscarán, sobre todo, establecer criterios para que la actuación del tribunal sea rigurosa, y garantizar las opciones de defensa del reo, para evitar sentencias injustas.

Uno de los acontecimientos más conocidos y ligados a la Inquisición es el auto de fe celebrado el 21 de mayo de 1559 en la Plaza Mayor de Valladolid, en el que se destruye a una familia entera, los Cazalla. «Sin duda se ha convertido en un hito y es una de las hogueras más famosas de la Inquisición. Estamos ya lejos de Torquemada, en otra fase. Si hasta entonces la mayoría de las ejecuciones se cariz religioso se habían centrado en los judaizantes, ésta afecta directamente al mundo cristiano, y a sus heterodoxias», explica Vélez. Es una depuración dentro del propio cristianismo ya. Se les denomina los alumbrados porque Juan de Cazalla había escrito un libro titulado 'Lumbre del alma'. «Lo que defendían era una experiencia religiosa interior sin pasar por el tamiz de las instituciones religiosas, y eso los acercaba al mundo protestante. Y usaban, además, una terminología muy parecida». Pero, sobre todo, eran desviaciones que «atacaban la posición que la Iglesia católica española había defendido en el Concilio de Trento».

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