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Héctor Abad Faciolince (Colombia, 1958) conoció a Luis Alberto Álvarez hace años, muchos años, en un curso sobre neorrealismo italiano al que acudió como alumno en un instituto de lenguas de Medellín. Luis era el profesor. Un sacerdote que, vestido de paisano, contagiaba su entusiasmo ... por el cine, por la música y la ópera a todo el que le quisiera escuchar. Bien en las clases, bien a través de las ondas, en un programa de radio.
Con el tiempo –y con unas grandes comilonas de comida italiana por el medio– se hicieron amigos. Hasta que el tiempo los separó. «Pasaron los años, bastantes, y supe que estaba muy enfermo del corazón. Tanto, que le tenían que hacer un transplante. Necesitaba un sitio tranquilo para vivir. Yse vino a una casa en Laureles, mi barrio, donde había dos mujeres y tres niños», cuenta Héctor Abad Faciolince, quien ayer visitó Valladolid para presentar en la librería Oletvm su última novela, 'Salvo mi corazón, todo está bien', con ese sacerdote como protagonista.
«Esa casa a la que llega Luis era un hogar del que se había marchado un hombre joven, de treinta y tantos, que acababa de abandonar a su familia. Yaquello me atrapó. Siempre dije:aquí hay una historia. Un padre (sacerdote) que llega a ser padre de familia cuando el otro padre acaba de irse. Esa fue la semilla de la historia.
–¿Cómo germinó?
–Con la escritura, me di cuenta de que tal vez Joaquín, el hombre que se va, encuentra que el amor no es simplemente el sexual, el corporal, sino que también pasa por un ejercicio de voluntad y de seriedad. Él se había ido de un modo muy frívolo. Y el Gordo (Luis pesaba más de cien kilos) se encuentra que el amor no puede ser siempre actrices irreales como las que veía en el cine, cantantes etéreas como las que admiraba de la ópera, sino que cuando el amor se manifiesta en una caricia adquiere un peso que él había descuidado.
–Luis es un hombre con dolencias cardiacas (la parte física), pero de buen corazón. ¿Qué es tener buen corazón?
–En este libro hay dos riesgos grandes. Hablo de curas y de corazón, dos cosas que parecen estar pasadas de moda. Si pones curas en un libro, son pederastas. Y el corazón, por mucho que lo canten Chavela y Sabina, sí está pasado de moda. Dices corazón y todo se llena de connotaciones casi siempre sentimentales. No me gusta responder a esa pregunta de qué es tener buen corazón.
–¿Por qué?
–Es como caer en una trampa y ceder al corazón metafórico habitual. Y no quiero.
–¿Cómo lo hacemos, entonces?
–Tener buen corazón no es necesariamente ser bueno. No es eso.
–Vale.
–Es tener la fuerza para oponerse al malo que tenemos dentro.
–«En tiempos de maldad, es donde la bondad adquiere más valor», dice en el libro.
–Está la tendencia a irse por un camino más fácil, en el que puedes dejar de ser pobre rápidamente, o adquirir prestigio en el barrio, tener más parejas... En la Medellín de esa época pasaba mucho: meterse a narco o trabajar con ellos, con políticos corruptos, con la delincuencia común. En general, las ofertas de mejoramiento personal rápido venían de esas categorías y no propiamente de una carrera lenta, contemplativa, de la cultura, la música, el cine.
–¿La bondad es revolucionaria?
–Es muy bonito que alguien, en lugar de dedicarse a predicar el pecado y a amenazar con el infierno, predicara –como hacía Luis– la belleza y aconsejara el arte pictórico, cinematográfico, musical como salvación. Pero no una salvación cristiana, para ganarse el cielo, sino una salvación para una vida intensa y buena, en el sentido de sentirse bien. Era alguien que contagiaba el entusiasmo por estas cosas.
–Si usted tuviera que contagiar algo...
–Serían los placeres que duran toda la vida.
–¿Los hay?
–Claro. Son esos placeres que no se acaban cuando estás peliblanco y en la juventud de la vejez, como yo.
–¿Por ejemplo?
–Caminar por el campo, nadar, conocer los nombres de los árboles y de las flores. Voltaire decía:cultivar un jardín. Y eso no significa plantar hortalizas.Cultivar un jardín puede ser escribir sonetos, estudiar ciencia...
–También se cultivan las amistades, la familia...
–La familia es otra institución que en los últimos tiempos y libros es muy atacada. Es como el origen del horror, de la castración, del maltrato, de lo que te cohíbe. Yo sé que hay familias así. Padres, hermanos que te pueden hacer un daño inmenso. No lo dudo. Pero mi experiencia no es esa.
–¿Cómo fue?
–Mi experiencia de la familia es un montón de hermanas muy bonitas, muy alegres y amorosas;una madre llena de entusiasmo, con ganas de trabajar, que siempre nos enseñó a recuperarse rápidamente después de sufrir con mucha intensidad. Yun padre bueno en la vida pública y la privada. Para mí hablar mal de la familia sería muy desagradecido.
–Así que...
–Si con un esfuerzo de voluntad, de ganas y de responsabilidad por los hijos que ha traído al mundo, uno se dedica a convencerlos de que vale la pena vivir, de que la experiencia de la vida es maravillosa, de que el amor existe y la solidaridad y el cuidado y el sacrificio... incluso cuando pierdes a un padre así, ya te queda por dentro un sello, como una cicatriz imborrable. Pero no por una herida. Es como si también las caricias dejaran una cicatriz mental favorable.
–Muchas personas han conocido a su padre a través de 'El olvido que seremos'.
–Es muy bonito porque hay dos tipos de lectores. Los que me dicen: mi padre, mi madre o mi tío, mi abuelo se parecía muchísimo. Ylos que me dicen: en mi familia no ha habido nada parecido a esto, pero yo aspiro a ser algo así. Así que por un lado está la lectura de evocación, de revivir recuerdos dulces. Ypor otro, está el ejercicio de cambio, de renovación, de aspiración. Hasta cierto punto, lo hizo también mi padre.
–¿Cómo?
–No es que él hubiera tenido un mal padre, pero sí demasiado autoritario y casi violento. Así que, es como identificar en la propia experiencia qué es lo que ha dolido y tratar de no repetirlo porque ser un padre que asusta es fácil. Es fácil asustar a un niño cuando eres grande, tienes un vozarrón fuerte... Es tan fácil asustar que es casi cobarde.
–En la novela abunda en eso: «Lo verdaderamente misterioso no es el mal o la enfermedad, sino la salud, la bondad».
–Es lo más misterioso, creo yo. Se escribe mucho más sobre lo otro porque es más atractivo. Yeso no es despreciable. Si uno se imagina la psicología del ser humano primitivo, desvalido, con pocas defensas, es muy importante que haya narraciones de los peligros, del horror, de a lo que uno se expone.Pero no como veneración, sino como: cuidado, esto existe, hay que protegerse. Pero de ahí se puede derivar un engolosinamiento que se convierta en admiración. Yahí me cuesta más trabajo seguirlo.
–El narrador es un amigo de Luis, un sacerdote homosexual que no cree tanto como su amigo en la felicidad.
–Para escribir el libro yo hablé con muchos amigos del Gordo, del Gordo real.Y entre ellos había varios sacerdotes. Y había cosas que, aunque puedes deducirlas intuitivamente, yo no sabía. Y es que en Colombia las vocaciones sacerdotales se concentraron bastante en dos tipos de personas. Por un lado, muchachos de familias muy numerosas que encontraban en el seminario una manera de alimentarse (comer tres veces al día) y recibir educación gratuita. Para las familias –pobres o con muchos hijos– era una descarga: una boca menos que alimentar. Generalmente mandaban al hijo más formal, más estudioso y no con un gran vocación religiosa.
-¿Y por otro lado?
¿Y o-Otro tipo de muchacho que entraba en el seminario también con mucha frecuencia eran los que sentían inclinaciones claramente homosexuales, pero se veían en medio de una sociedad muy conservadora que, tanto en la familia como en el ambiente, les iban a rechazar con mucha fuerza. Ellos vivían esto con una culpa enorme y pensaban de buena fe que en el sacerdocio ellos se podrían refugiar, en la castidad. No ejercer nunca sus inclinaciones. Esa mezcla de pobreza y homosexualidad, que obviamente para mí no es ningún pecado, aspiro a que Lelo (el personaje) acabe convencido de que no es un pecado. El verdadero pecado es no aceptarnos como somos y no vivir según lo que somos. El pecado lo cometen más quienes impiden que eso se pueda vivir tranquilamente.
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