La mezquita de Ortakoy, en Estambul. T. Bozoglu

Historias turcas sin hiyab

Viajes desde casa ·

Burhan Sönmez y Elif Shafak escriben del subsuelo de Estambul, ciudad a la que dedicó otra novela Pamuk. Los tres tienen un pie fuera de Turquía, donde están censurados

Victoria M. Niño

Valladolid

Sábado, 30 de mayo 2020, 09:04

Mucho antes de la burbuja especulativa del tulipán en Holanda, Turquía lo sublimó en jardines y palacios. Flor del Asia Central, los otomanos la llevaron a sus alfombras, telas y azulejos. Esmirna/Izmir, en el Egeo, mantiene la tradición cerámica pintada con la evanescente ... tulipa. Milenario es el cultivo de esta liliacea en Anatolia, como milenarios son los cimientos de las mezquitas más conocidas de Estambul, levantadas sobre basílicas romanas. El característico perfil de una gran cúpula rodeada por cuatro minaretes con Santa Sofía como modelo hipnotizó a Pierre Loti y a millones de visitantes cada año. Los embriagadores atardeceres del Cuerno de Oro, vistos desde el café que recuerda al escritor francés, tienen su reflejo inverso en el subsuelo de la ciudad, como dice un personaje de Burhan Sönmez. Tanto este escritor kurdo como Elif Shafak, una de las novelistas más leídas en su tierra, han escrito sobre los bajos fondos de Estambul con gran disgusto de las autoridades. Ellos, junto al Nobel Orhan Pamuk, que rememoró en 'Estambul' la decadencia de la Constantinopla decimonónica, son censurados por el Gobierno de Erdogan y tienen un pie en Cambridge, Londres y Nueva York, respectivamente.

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'Estambul, Estambul' (Minúscula) es la tercera novela de Sönmez, abogado especialista en derechos humanos. Encontró la cita con la que cierra el libro después de escribirlo: «El infierno no es el lugar donde sentimos el dolor, sino el lugar en el que nadie oye nuestro sufrimiento», Mansur Al-Hallaj. Y en una cárcel subterránea, en la celda que comparten el Doctor, el estudiante Demirtay, Kamo el Barbero y el viejo Küheylan, va enlazando relatos populares con la historia de los cuatro detenidos. La tortura es la práctica habitual para exprimir a los detenidos así que el acuerdo tácito que rige la convivencia obliga al silencio sobre todo lo relativo a su detención.

Durante jornadas sin distinción entre el día y la noche, de monotonía solo rota por una comida diaria y los sanguinarios interrogatorios el único entretenimiento en el zulo es el cuento que cada cual quiera narrar. Fábulas, chistes, adivinanzas, historias que saltaron de 'Las mil y una noches' al 'Decameron' o a los hermanos Grimm engrasan los eslabones de cuatro condenados que escapan del infierno cada vez que lían cigarrillos, ponen teteras, preparan una cena, beben raki, en una existencia imaginada que se sobrepone a la real.

El Doctor está allí por su hijo, a quien encubre; Kumo, por la esposa que lo abandonó, militante de una facción disidente; a Küheylan lo señalaron en su pueblo y al estudiante le tendieron una emboscada. El puzle de delitos y culpas se va construyendo a la vez que el retrato de una ciudad que es «amada difunta», de esplendor pasado «durante el sultanato grandioso» y ahora está «dormida», un lugar de «engaño», de «espléndidas mansiones y magníficas historias ya bajo los escombros». Küheylan, una suerte de Thoreau, cuenta la historia de un cartógrafo y una isla, quizá la más hermosa del Estambul de Sönmez.

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Novela sobre el sufrimiento físico, sobre la convivencia de horror y la belleza, sobre el dolor y el olvido, escrita con primor poético e imbuida de piedad por unos personajes que, tratados como animales, se empeñan en preservar su humanidad. Casi la antítesis de otro turco realista, Hakan Günday, que afronta en '¡Daha!' (Catedral) la animalidad humana que preside el tráfico de refugiados entre Asia y Europa.

Más digerible, más convencional, resulta el tono de Elif Shafak en su exitosa 'Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo' (Lumen). De la animada avenida de Beyoglu hacia la plaza de Taksim, de las vistas desde la Torre de Gálata y los pescadores de su puente, del brillo de los minaretes y el encanto de Ortakoy, ese Estambul que anhelan los hombres de Sönmez, a los arrabales donde acaban los emigrados del interior rural que buscan fortuna en la urbe. Allí se mueve Tequila Leila, una prostituta de origen armenio que cuenta su vida en 'flash-backs', durante sus últimos momentos antes de morir. La bigamia de su padre, los abusos de su tío, el destino que le van trazando y finalmente la rebelión le llevan a escapar. El mundo de los burdeles en una sociedad musulmana, los intentos de emancipación femenina y los precios pagados son las ventanas más interesantes que entorna Shafak. En definitiva, una Turquía bien distinta a la que busca el Ministerio de Turismo, con tulipán en el logotipo, y la que muestran sus exitosos culebrones televisivos, que se han impuesto a los latinoamericanos.

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