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Hace ahora 50 años, un joven Roy Thomas elaboró un informe para los directivos de Marvel en el que defendía la conveniencia de convertir a Conan, el personaje literario creado por Robert E. Howard, en un nuevo héroe de la Casa de las Ideas. Pese a que el bárbaro cimerio estaba lejos de los parámetros habituales de una empresa que apostaba sobre todo por los superhéroes, sus argumentos debieron ser lo suficientemente convincentes como para que, un año después, en 1970, viera la luz la primera historieta (con guion de Thomas y dibujo de Barry Windsor Smith) del que se convertiría en uno de los más grandes y exitosos mitos de la historia del cómic de todos los tiempos. Un mito que acaba de regresar a Marvel, tras casi 20 años ausente, y que protagoniza estos meses un verdadero relanzamiento editorial, con reediciones de los clásicos y nuevas colecciones.
No es que pueda decirse de Conan que fuera un mito olvidado o que necesitara ser desempolvado. Al contrario,si el personaje había sufrido un cierto desgaste probablemente se debiera más que a ninguna otra causa a la sobreabundancia de ediciones y reediciones de sus viejas historias y no siempre con la mejor de las calidades gráficas, ni con el suficiente rigor. Todas las series clásicas del cimerio (Conan el bárbaro, La Espada salvaje de Conan y Conan Rey) han sido reeditadas una y otra vez, y muy especialmente La Espada Salvaje, la línea de aventuras más adulta, en blanco y negro, que se encontró al fin con una versión digna y restaurada hace tres y años y medio, pero que ahora está previsto recuperar también en el nuevo formato de libros de gran tamaño que en Marvel reciben el nombre de Omnigold.
Las historias gráficas del salvaje guerrero creado por Howard en el año 1932 -que vieron la luz por primera vez en la revista pulp de literatura popular fantástica Weird tales (Cuentos extraños)- fueron recopiladas hace más de una década en La saga de Conan, que era un intento de poner orden en las dispersas historias del cimerio, repartidas por las distintas series, a partir de una cierta linealidad biográfica del personaje. Anteriormente, en los años 90, habían sido recopiladas por ciclos (Conan el pirata, Conan y Bélit) o agrupadas por dibujantes (John Buscema, Neal Adams, Ernie Chan, Alfredo Alcalá, Gil Kane, Tony de Zúñiga…) en libros hoy sólo encontrables en el mercado de segunda mano. Y en 2003 la editorial Dark Horse, depositaria de los derechos de Conan hasta el año pasado, comenzó a reeditar la serie madre, Conan el bárbaro, con el nuevo nombre de Las crónicas de Conan y un nuevo color que no convenció a todos. En 2008, además, se reeditó como tomo Conan el mercenario, una historia en dos entregas escrita por Thomas y dibujada por Esteban Maroto para La Espada Salvaje. Maroto, el único español que ha puesto sus lápices al servicio del Conan clásico, jugó también un papel decisivo en la configuración gráfica de otro de los héroes del universo Conan, la fiera espadachina pelirroja Red Sonja. Una heroína que volvió a dibujar el año pasado, con guion de Roy Thomas y apoyo de Santi Casas, en La balada de la diosa roja.
La editorial Dark Horse se hizo con los derechos de Conan a comienzos del siglo XXI y en su amplia etapa no se limitó a las reediciones, sino que creó nuevas versiones de las viejas historias, con nuevos guionistas y dibujantes, y añadió otras nuevas. La primera de las nuevas sagas, Conan, la leyenda, de Busiek y Nord, empezó a publicarse en 2003 y logró gran éxito crítico. Como también la obtuvo la serie Conan el cimerio, de Truman y Giorello, iniciada en 2008. Y, muy especialmente, Rey Conan, de los mismos autores, publicada entre 2011 y 2016. En cambio, otras como las nuevas versiones de Conan el bárbaro, o Camino de reyes no despertaron el mismo interés en la afición.
En este contexto, el regreso de Conan a la casa que le convirtió en héroe de cómic se ha convertido en una nueva ocasión para darle una y mil vueltas al legado del héroe más representativo del género de la Magia y Espada. Marvel acaba de reeditar en formato Omnigold la primera etapa del personaje, la dibujada por Barry Windsor Smith, con guiones de Roy Thomas, en una versión que recupera los colores originales y añade gran cantidad de extras A finales de año llegará el segundo tomo, con las primeras historias dibujadas por John Buscema, el artista que proporcionó la imagen definitiva al héroe, el preferido por los aficionados. Y luego irán reeditándose los demás números. Además, se anuncian cuidadas recuperaciones de La Espada Salvaje original y nuevas colecciones con artistas modernos. La primera de ellas, editada con el poco original título de Conan el bárbaro, y con el subtítulo, más estimulante, de La vida y la muerte de Conan, llegó en abril a las librerías. Está guionizada por Jason Aaron, uno de los escritores más reputados de Marvel, y dibujada por Mahmud Asrar. Y este mismo mes se ha sumado la nueva Espada salvaje de Conan, de Gerry Duggan y Ron Garney. Ambas, por ahora, en grapa. Otras nuevas series, ya editadas en Estados Unidos, irán llegando poco a poco a España.
La paradoja es que la oleada de nuevas publicaciones a cargo de Marvel, y editadas por Panini, coincide con nuevas ediciones de Planeta, que es la empresa que en España ha tenido los derechos de publicación de Conan durante los últimos 37 años, y que ha decidido sumarse al renacer del bárbaro. De modo que Planeta, que ya editó en tomo de gran formato la etapa de Barry Smith hace dos años, con la excusa del 35 aniversario de la presencia de Conan en su compañía, ha vuelto a reeditar ese mismo tomo y ha empezado a recuperar todo el material editado en Las Crónicas de Conan (con colores modernos) en nuevas ediciones de 700 páginas que emulan a los Omnigold de Marvel. Lo que multiplica las opciones de los aficionados, así como la confusión.
También ha reeditado Planeta los cuatro tomos originales del Conan Rey de Truman y Giorello en uno único grande. De modo que podemos decir que el regreso de Conan a la batalla editorial se caracteriza por la abundancia de oferta y por los formatos contundentes. El cimerio desenvaina de nuevo su espada editorial, convencido de que el coleccionista le entregará la bolsa sin necesidad de amenazas, seducido por ediciones cuidadas y enriquecidas con extras inéditos (sobre todo en las de Panini).
Y, sin embargo, cuando hace 50 años comenzó a gestarse la aventura de Conan en Marvel sólo Roy Thomas, que sería su escritor de referencia durante décadas, e insuperable guardián de las esencias del personaje, apostaba por el éxito. «En ese momento no recuerdo que nadie estuviera muy entusiasmado» recordaba el guionista en una entrevista con Jim Amash. «A Stan Lee (el alma mater de la compañía hasta su muerte) le daban un poco igual las historias de espada y bujería». Y, por lo que parece, estaba obsesionado con meter a Thor en el mundo del cimerio.
Thomas había descubierto a Conan en las novelas de Robert E. Howard, uno de los más notables escritores del círculo de Lovecraft, y un verdadero creador de personajes y registros a lo largo de su breve pero intensa carrera. En sus relatos de Conan había magia, aventura, mujeres bellas y monstruos. «Tenía todos los elementos que me llamaban la atención y pensaba que podían llamársela a los lectores», recuerda Thomas. El tiempo le dio la razón y sólo unos años después de salir al mercado el éxito popular del guerrero bárbaro eran ya tan abrumador que aportaba a Marvel tantos ingresos o más que Spiderman.
En ese momento empezó ya a plantearse el problema de cómo administrar el legado literario de Howard, pues de su máquina de escribir sólo salieron 21 historias de Conan escritas entre 1932 y 1936. Pero Roy Thomas se encargó de sacarles el máximo rendimiento en su traducción al cómic. No sólo eso, sino que incorporó también al corpus del cimero algunos de los relatos escritos por el discípulo de Howard L. Sprague de Camp. En otras ocasiones aprovechó los argumentos de otras historias de novelista, escritas para otros personajes o incluso en distintos contextos, para trasladarlos al universo del guerrero bárbaro.
Conan dio el salto al cine en 1982 encarnado en el rostro inexpresivo y el musculoso cuerpo de Arnold Schwarzenegger. Aquella primera película, 'Conan el bárbaro', de gran éxito, la dirigió John Milius, que logró un hito en el género de la aventura fantástica, aunque los aficionados más exigentes no reconocieran al cimerio en el cuerpo voluminoso pero rígido de su protagonista. Dos años después, Richard Fleischer tomaría las riendas en 'Conan el destructor', de nuevo con Schwarzenegger como protagonista. Y hubo que esperar hasta 2011 para que llegara a los cines una nueva versión de 'Conan el bárbaro' protagonizada por Jason Momoa, entonces un actor todavía desconocido y hoy una celebridad gracias a Juego de Tronos (Khal Drogo) y, sobre todo, Aquaman. Hace tres años tomó forma un nuevo proyecto para recuperar al protagonista original, pero el proyecto fue finalmente cancelado por Universal pese a contar con un guion que había levantado las mejores expectativas.
Una de las aportaciones principales de Howard que Thomas respetó escrupulosamente, fue la creación de un universo propio, la Edad Hyboria. Un periodo histórico imaginario desplegado geográficamente en la Tierra Nemedia, un mundo con reinos y estados inventados (Cimeria, Estigia, Aquilonia, Hyrkania…) con sus propias religiones y creencias, pero que evocaban el universo de civilizaciones reales. Ciertamente, la Tierra Nemedia no alcanzó nunca la precisión de la Tierra Media de Tolkien (El señor de los anillos), por poner un ejemplo próximo, pues Howard fue un creador mucho más impulsivo, poco metódico, y que trabajaba a un ritmo frenético, lo que explica la desigual calidad literaria de sus textos. Pero aún así, esa diversidad de espacios, mundos y civilizaciones era una clave que proporcionó un gran atractivo narrativo y visual a la serie, al menos durante la etapa gloriosa de Thomas y John Buscema.
En el fondo, el atractivo de las historias de Conan tiene que ver con esa mezcla de mundos, y también de géneros y estilos. Pero todo ello se sostiene sobre la piedra angular del propio personaje protagonista: un guerrero rudo y valiente, musculoso y ágil, un buscavidas que tan pronto ejerce de ladrón, como de soldado o mercenario, o incluso de general de ejércitos ajenos, y que al final de sus días llega a rey. Un hombre pegado a sus instintos, tanto a la búsqueda de placer (en el alcohol y en las mujeres) como al afán de supervivencia, que no cree demasiado en los dioses, aunque los teme, y que se guía, pese a su crudeza, por un noble código de honor que le granjea la simpatía del lector Conan nunca matará gratuitamente a un inocente, ni sacrificará personalmente a una mujer, por malvada o cruel que haya sido. Y aunque es también tempestuoso en la conquista sexual, nunca proseguirá el asedio si detecta que no hay consentimiento.
Y si bien en la relación de mujeres de sus historias abundan las que no cumplen más función que servir de motor narrativo para las historias, en su universo cabalgan, o navegan, también otras verdaderas heroínas de carácter, como la pirata Bélit, la guerrera Valeria o la ya citada espadachina Red Sonja, que se convierten en algunos de los pocos personajes recurrentes en las historias del bárbaro. En el caso de Bélit, el gran amor del cimerio, ambos protagonizarán una larga y memorable saga de más de cuarenta números recopilada hace años en un tomo de casi 800 páginas.
Conan evoca, de algún modo, el mito del buen salvaje, del que comparte la crítica a la hipocresía de la civilización. Pero no hay en Conan ningún desprecio a la civilización real, que prefiere siempre a las tiranías y los reinos sometidos al terror. El mito de Conan es en buena medida una rebelión contra la rutina de lo cotidiano. El escritor Sean Hood lo explica: «Nos atrae esta figura porque vivimos en una sociedad que nos obliga a mantener oculta una parte de nosotros mismos. En cambio, Conan vive en un mundo bárbaro en el que puede comportarse según sus impulsos naturales». ¿Tendrá relación el resurgir de Conan con la creciente conciencia de vivir en una sociedad cada vez más artificial y regulada hasta en los mínimos detalles? El tiempo dirá.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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