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Pedro Simón, en la librería Oletvm. Alberto Mingueza

Pedro Simón, escritor

«Hablar de padres octogenarios y muerte es un spoiler, un anticipo de lo que seremos»

El periodista presentó en Oletvm 'Los siguientes', tercera entrega de una trilogía que es la memoria sentimental de su generación

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 22 de noviembre 2024, 20:41

«Envejecer es callar», escribe Antonio, el protagonista octogenario de 'Los siguientes' (Espasa). Contra y con ese silencio novela Pedro Simón (Madrid, 1971) la relación de tres hijos con su desvalido padre, la historia de una familia. Este viernes lo presentó en Oletvm.

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–'Los ... siguientes' aúna vejez, enfermedad y discapacidad, tres anatemas en la sociedad actual y, aún así, vende.

–Creo que había una cantaora flamenca la Tía Anica la Piriñaca a la que cuando le preguntaban cuándo sabía si había cantado bien, contestaba «cuando la boca me sabe a sangre». Escribir te tiene que hacer daño, te dejas la piel. Yo quiero que mis libros sean honestos y que tengan que ver con muchos, que sean lo más universal posible.En este caso son tres hijos que están en torno a los 50 años y un padre octogenario, viudo, desvalido. Les llega el momento de preguntarse qué hacemos con papá. Es un tema que nos toca a todos porque todos tenemos una familia que es una puta mierda de familia. Somos lo que somos gracias y por culpa de nuestra familia. Quizá no sea el mejor motor, las hay muy desiguales, pero es la cicatriz más grande, la que más te marca y te define, la que ves en el espejo, ese barro te marca y no poco.

–Hay un hijo, Gabriel, al que parece que no le marca pero acaba por taladrarle.

–Los libros no están para caer bien, la literatura está para hablar de cosas que no queremos nombrar. Hay un hijo al que le pasa una cosa que hace que entiendas su forma de ser. Los tres cuidan de forma diferente y están bien las tres. Mi obsesión era que la novela no fuera maniquea. No hay una forma buena de cuidar, cada uno hace lo que puede, desde la memoria, desde el tam-tam de la sangre.

–Retrata la encrucijada de ser hijo y padre a la vez, ese vínculo con el padre-niño y con el niño-lúcido.

–La primera frase del libro es una declaración de intenciones. Es verdad que Carmen es la que más culpa siente. Pertenecemos a la generación educada en la culpa, te tenías que golpear desde que medías un metro por una culpa de 200, sin saber qué habías hecho. Si eres mujer sientes más culpa, la sociedad espera una superheroína y ella está concernida por eso. Tiene culpa si le lleva a la residencia, si no se toma la medicación en casa de su hermano, ella es la principal cuidadora. Sabía que se iba a comer el marrón, principalmente por ser mujer. Hay gente que le molesta que se diga pero nueve de cada diez cuidadoras siguen siendo mujeres en la Europa de 2024. Es un tema del que no podemos parar de hablar.

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–¿Necesita el dato, la información, con la que trabaja como periodista?

–Lo que tratas es de que lo lea quien lea no le parezca ridículo. Siempre tienes un senado de médicos, amigos, psicólogos, que consultas. Pero lo más importante es la piel, que las novelas te digan que no eres tan raro, que no estás tan solo. Espero que mis novelas hagan sentir algo, son como las parejas si no te hacen sentir, cambia y coge otra, el mundo está lleno de gente y de novelas maravillosas.

–'Los ingratos', 'Los incomprendidos' y 'Los siguientes' ¿forman una historia sentimental generacional?

–Tengo 53 años años. La trilogía habla de nosotros en tres momentos y fotos distintas; la infancia relacionada con el mundo rural, en mi caso con Zamora; la estampa del padre con los adolescentes y la tercera, la relación con nuestros padres en la última etapa. Después de ellos, somos los siguientes. El paso del tiempo es como el dentista te arranca todo; un día no puedes de moverte, otro pierdes la salud, luego la memoria. Creo que hablar de muerte y padres octogenarios nos provoca una sacudida, es un spoiler, un anticipo de lo que seremos, genera desasosiego.

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–La muerte también es una constante. ¿Les permite a sus personajes ese duelo escrito por conmiseración?

–Me gusta que las novelas acaben bien que para eso pagas 20 pavos y pasas ocho horas leyendo, también busco para los reportajes un final feliz, como un beso de despedida.No envejecemos tanto por años como cuando dejamos que nos aplaste el dolor. La felicidad es la ausencia de malestar, lo sabes cuando te llaman para darte una mala noticia y te das cuenta de que eras feliz sin saberlo. Trato con misericordia a mis personajes porque soy yo en otros planos, quiero días que acaben con luz.

–¿Ordena una estantería de su trastero en cada libro?

–Antes de escribir bajo a trastero, somos memoria y todo eso que nos atrevemos a tirar. No bajamos al trastero porque nos da miedo. En el mío hay cosas que hablan de mi, eso siempre tiene sitio en una novela; la memoria, tus obsesiones, tus insomnios, lo que te duele o te quita el sueño. A esos temas se vuelve como escritor.

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–¿Lo han leído sus padres?

–Mi padre lo leyó en agosto y me dijo que era el mejor de los tres.

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