Dice que escribe por terapia y lee por placer. Le gustaría que sus cuentos fueran una parada gozosa en el devenir de sus lectores aunque las reacciones no son exportables. Guillermo Delgado (Valladolid, 1963) acaba de publicar 'Puede que te llames así' (Maxtor) y ... el día 2 lo presentará en El Corte Inglés (calle Constitución), de Valladolid.
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Hermana de 'Quiero que leas esto' (Fuente de la Fama), esta segunda entrega viene dada «por la buena aceptación de la primera». Mantiene su preferencia por el relato corto, por asir un personaje, una localización, una actitud, y componer la escena, una estampa que, junto con las demás, conforman una mirada caleidoscópica a la realidad circundante.
«De los 63 relatos, quizá cinco los haya vivido, el resto son imaginados», dice quien proyecta una imagen de hombre extrovertido y alegre en su trabajo y se muestra más melancólico en su escritura. «La vida social lleva tal ritmo que no hay forma de pararse a pensar. Escribir es para mí pensar y crear en soledad, sin ruido. Egoístamente escribo por mí».
Desde la cápsula de su mesa se cuela en una tienda de empeño donde alguien gasta su último cartucho, en un escenario para cantautores que prueban suerte, en una misa de pocos fieles que atienden a un párroco pluriempleado. «Me interesan los indefensos, la gente que no tiene voz, que no está pertrechada por argumentos, que no parecen ser nadie porque no se les ve. Me gusta ponerme en su pellejo, ese es el regalo de al escritura». Y Guillermo se traviste en una chica gorda «con una voz privilegiada que lee para los residentes de un geriátrico», en quien «regala un deseado viaje a París» o en el Hermano Bernabé. «Este sí existe de verdad, es un monje de La Trapa, donde suelo ir cuando necesito paz y madrugo para escuchar las nonas».
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Cada cuento está titulado por un nombre o un vínculo personal –padre, amigo, hijo, madre...–. Transita por aeropuertos, institutos, playas y tiene un guiño a su ciudad, en concreto al Círculo de Recreo, donde «dos señoras comparten comida cada día hasta que falta una. Me gusta la gente con clase natural, esa que no se nota, que no la da el dinero».
Envidia del pueblo
En esta segunda entrega hay más escenarios rurales. «Nunca he vivido en un pueblo, no he tenido ninguna cercanía salvo cuando he ido como invitado. Sin embargo envidio a sus habitantes, su ecosistema, su tiempo, su valoración de la naturaleza, su cercanía». Porque Delgado ha aprendido dos cosas en la pandemia: «La gozada que es aburrirse, lo fundamental y necesario. Debemos hacérselo llegar a las nuevas generaciones, que se aburran, que dejen por un rato las redes y los dispositivos electrónicos. Y por otra parte, la importancia del contacto con la naturaleza, su compañía fundamental».
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En su faceta de guionista, Guillermo Delgado e Iván Sáinz-Pardo están concursando en festivales con su segundo corto juntos. Tras 'Tono menor', promocionan ahora 'Espinas', protagonizado por una Aitana Sánchez-Gijón en plena crisis, un conciliador José Sacristán y una agónica Julieta Serrano. Además Guillermo está inmerso en su primer guion para un largometraje.
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