Darío Adanti
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Darío Adanti
«La gente quiere la sátira en papel para el tren y el baño, es la mejor compañía»Lamenta haber cerrado ya el siguiente número de 'Mongolia' y perder «tanta chicha para la sátira» como procura la moción de censura. Darío Adanti (Buenos Aires, 1971) participa en los XXII Diálogos del Sr. Boliche, el encuentro del cómic que se celebra este fin de ... semana en Valladolid. Acaba de publicar 'El meteorito somos nosotros' (Astiberri) un libro sobre el cambio climático para todos los públicos. «Es un problema con cierta urgencia. Quizá dentro de diez años tengamos que gastar lo que cuesta el libro en comprar agua».
–¿Por qué un cómic ensayo?
–Venía leyendo desde hace tiempo divulgación científica sobre el cambio climático. Me gusta mucho la ciencia y quise poner mi granito de arena, contar lo leído en un formato popular como es el cómic, explicarlo con humor siendo la negación tan psicológicamente fácil y tentadora por tratarse de un problema tan grande y difícil. Un día hablando con una persona del FNAC me dijo que por qué no hacía algo con esto, un pequeño cómic para regalar. Y le pasé 30 páginas que se agotaron en seguida. Mis apuntes daban para 200. Luego hablé con Astiberri y les pareció bien. Se dieron todos los factores: mi cabeza, ese pedido y el editor.
–Se dibuja a usted como personaje, entre Attenborough y Groucho Marx.
–Me gustan los dos. Uso documentales como fuente de información pero añadirles a la bibliografía hubiese supuesto más páginas. El documental permite, como el cómic, divulgar de una forma amena. Ya en el libro 'Disparen al humorista', sobre la libertad de expresión, utilicé este recurso porque si cito a Hannah Arendt, la dibujo a ella, pero informes u otros materiales más impersonales, los cuento yo. Por otro lado, me di cuenta de que en los cómics que más me gustaban el dibujante era el narrador –por ejemplo Art Spiegelman en 'Maus' o Marjane Satrapi en 'Persépolis'– pero caí en que a mí no me pasó nada grave en la vida. Seguí pensando y concluí que mi Auschwitz o mi Irán, mi gran acontecimiento, era estar viviendo el cambio climático, algo global. Así que me dibujé.
–¿Cómo ha equilibrado información y entretenimiento?
–Soy un maniático de la corrección. Tenía un guion de 1.000 páginas que dibujarlo me hubiera llevado más tiempo del que precisa el cambio climático para transformar la Tierra. Lo fui reduciendo. Soy consciente de que no hay que apabullar con datos, aunque me gustan mucho y es la manera de luchar contra el negacionismo. Con ellos no te puedes quitar el problema de encima. Y además hay que resultar ameno. En ese trabajo me ayudó la editora a quien cada poco enviaba lo que iba haciendo. Yo tengo muchas dudas, un día te parece genial lo que haces y al día siguiente lo odias. Esa variabilidad de ánimo no la tiene el editor profesional que está pensando en lo que puede ser más atractivo para el lector. En cambio el dibujante vive encerrado en su huevo y tiene un prototipo de lector que quizá no es real.
–¿Lleva gafas verdes?
–El libro me ha cambiado, pasa como con el feminismo. Ellas te dicen que te pongas las gafas moradas y entonces eres consciente de las conductas que tenemos asumidas y no debieran existir. Pues con esto pasa igual, una vez que lees a los científicos alarmados, los entiendes mejor y te pones las gafas verdes. Voy a comprar con mi bolsa de tela, busco productos cercanos y de temporada, cocino más y no pido que me traigan comida a casa. Es verdad que el esfuerzo de uno no sirve para mucho pero hay que ir predicando poco a poco.
–Satiriza la actualidad en 'Mongolia'. ¿Sus lectores son de papel o versión digital?
–Vivimos a base de un modelo de suscripción, tenemos 3.000 suscriptores. Es un público fiel que nos ayuda en nuestras batallas legales a través de campañas de crowdfunding. Aunque les enviamos la revista digital, prefieren el fomato físico. La gente quiere la sátira en papel para el tren, para el baño, es la mejor compañía.
Las barcelonesas Genie Espinosa y Elisa Riera completan el cartel de los XXII Diálogos del Sr. Boliche. Ambas proceden del mundo del diseño y de la publicidad. Espinosa llena sus ilustraciones de color, de figuras con perspectiva exagerada, de trazo vitalista y dinámico (como la que se cuela en este texto). Reunió sus historietras para público adulto en 'Hoops' (Sapristi, 2021), reconocido con el Premio Ojo Crítico y el Salón del Cómic de Barcelona. Más monocromática resulta Elisa Riera que en su última novela gráfica, 'La estirpe fracasada' (Astiberri, 2022) utiliza cuatro tonos, correspondiendo cada una a las cuatro partes de su ácido puzzle familiar. Publica un 'ecómic' en Instagram sobre sus desventuras @elfuturoesbrillante.
–¿Siguen ofendiendo tanto como al principio?
–Creíamos que con lo de 'Charlie Hebdo' se podía superar, que se toleraría la provocación y cada cual gestionaría la ofensa particular sin recurrir a los estados. Pero la polarización del discurso cultural, eso viene de EE UU donde se gesta y luego pasa al resto de las democracias, ha hecho que en vez de que derecha e izquierda defiendan la libertad de expresión, se atrincheren aún más. La libertad de expresión debe ser el paraguas que permita una confrontación cultural. En vez de eso, la izquierda se atomiza y cada facción se enfrenta a las otras porque quien no piense al 100% como ellos es su enemigo. Las derechas se unen en torno a unos mínimos básicos. Nosotros desacralizamos las ideas y provocamos a todos. La izquierda responde activamente en Twitter y la ultraderecha, en los tribunales. No hay un verdadero respeto a la libertad de expresión porque en el Código Penal aún se mantiene el reducto del artículo 525 sobre la ofensa a los sentimientos religiosos, una rendija por la que se cuelan grupos muy minoritarios que tienen más que ver con la promoción de la ultaderecha que con la defensa de cuestiones religiosas. Ahora tenemos tres querellas. Tanto la de Abogados Cristianos como la de Hazte Oír forman parte de la constelación alrededor de la secta ultracatólica con base en México El Yunque, clave en la creación de Vox. Los políticos en vez de pulir el código penal permiten que trasciendan organizaciones reaccionarias. Mientras 'Mongolia' intenta estirar los límites de la libertad de expresión y seguir tocando las narices.
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