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«Toda mi obra es autobiográfica», dice Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936), quien ha recibido este lunes una noticia gozosa procedente de su tierra de adopción. El autor de 'Las fuentes del Nilo' o 'La prueba del laberinto' suma a su currículo el premio Castilla ... y León de las Letras. Lo hace, según los argumentos defendidos por el jurado, gracias a «la amplitud y solidez» de su trabajo, a «su dilatada trayectoria divulgativa de la lengua y la literatura españolas» y a su «vínculo especial» con Soria, tierra que lo acogió primero en la niñez, luego en la madurez después del exilio y que se ha convertido ahora en su hogar.
«Mi padre, Fernando Sánchez Monreal, era periodista. Fue asesinado en tierras castellanas, en Burgos, al comienzo de la Guerra Civil. Mi madre se casó en segundas nupcias con un señor de Soria, que había nacido en Castilfrío, ese pueblo en el que está mi verdadera casa en estos momentos», explica el escritor.
Sánchez Dragó se crió en el barrio de Salamanca y allí está, dice, su primer recuerdo como fabulador. Lo cuenta en su libro 'Esos días azules. Memorias de un niño raro'. «Aprendí a leer muy pronto. Fui muy precoz en la lectura. Leía muy bien, con una sonora dicción castellana rotunda, manejando bien las erres, las jotas, las zetas… Y mi mamá estaba muy contenta de lo bien que leía el nene. Cuando venía una visita, me sacaba para que leyera algo. Me aplaudían y luego yo me iba a jugar. Pues mi primer recuerdo es de un día de esos, cuando la señora se marchaba y me llamaron para que me despidiera de ella. Allí, en el rellano de la escalera, me preguntó: '¿Y tú que vas a ser de mayor?' Lo típico que se le pregunta a un niño. Y yo, con un arrojo formidable que sorprendió a mi madre, a la señora e incluso me sorprendió a mí, contesté: 'Yo voy a ser escritor'. Y todo en mi vida ha ido encaminado a ese propósito». Por ejemplo, alimentado por las lecturas que llegaron después.
-¿Cuáles fueron?
-Y son. Algunas todavía están en mi mesilla de noche. Las de Guillermo, por ejemplo, ese niño creado por una maestra de escuela inglesa, Richmal Crompton, que inundó la infancia de todos los niños de mi generación. Como dijo Fernando Savater en 'La infancia recuperada', era el único anarquista triunfante de la historia de Humanidad. Ese fue mi primer héroe. Luego llegó Nils Holgerssons, el personaje de la autora sueca Selma Lagerlöf. LuegoTarzán, Sinuhé el Egipcio. Yo siempre he querido ser Guillermo, Nils, Tarzán, Sinuhé… y en parte me he ido construyendo a mí mismo como un personaje de novela, de ahí que toda mi novela sea autobiográfica porque el personaje que mejor conozco soy yo mismo.
-¿Que relación guarda esa persona/personaje con Soria?
-Gran parte de mi infancia y adolescencia está ahí, porque íbamos a veranear cuando a mi padrastro le daban las vacaciones de agosto. Y la vinculación se estrechó a partir de 1970. Cuando regresé del exilio, me instalé en Soria. Primero en Soria capital, en El Collado, y luego me fui derivando hacia ese pueblo de las tierras altas, del altollano numantino, como lo llamaba Antonio Machado. Ahí es donde vivo o finjo que vivo, porque como tengo un hijo de 10 años, la escolarización me obliga a pasar gran parte del año en Madrid. Pero mi casa y mi corazón están allí, en las Tierras Altas de Soria.
-O sea, ahora vive en primera persona el drama de la España vacía.
-Yo no lo he vivido como un drama. Soy una persona poco propicia al drama. No tengo un sentido dramático de la existencia, sino más bien feliz, cómico incluso. Si te subes desde Castilfrío hasta las ruinas de Numancia, desde allí ves América. Ese es el paisaje que más me gusta y me conmueve del mundo. Cuando estaba en el exilio, en tierras tan lejanas como Japón, la India, Indochina… cuando soñaba con volver a España (como lo sueña siempre el exiliado, regresar a su país, a su patria, a su raíz, a su lengua, que es la patria de un escritor) yo soñaba con irme a Soria. Cuando en 1970 pude volver del exilio, me instalé allí.
-En una de las provincias más despobladas de España.
-Y no solo. Esa Meseta soriana es el lugar más despoblado de Europa. El índice demográfico de la provincia de Soria es inferior, manda cojones, al del desierto del Gobi. No llega a dos habitantes por kilómetro cuadrado. Ahí está su problema económico, administrativo, industrial… pero al mismo tiempo ahí está también su encanto. Decía Machado que en esa Meseta soriana se escucha el rumor de los mercaderes de Levante. Es verdad. Soria es la provincia de España que tiene más fronteras con otras provincias. Es tierra de paso. Por ahí ha pasado todo el mundo, moros y cristianos por supuesto, los celtas y los íberos. Allí, en Burgos, en Valladolid, se fue forjando mi verdadera patria, que es la lengua castellana, la lengua en la que escribo. Tiene para mí una carga emocional de la cual no puedo separarme.
-El jurado dice que usa esa lengua en una obra torrencial, apasionada e inquieta.
-Me identifico con los tres adjetivos. Inquieto, qué duda cabe que lo soy. A los 20 años estaba en la cárcel por motivos políticos, a los 23 ya tenía a mi primer hijo (ahora tengo cuatro). Me he casado y descasado un montón de veces. He recorrido cien países, he sido profesor en tres universidades, tengo 53 libros escritos, decenas de miles de piezas periodísticas de prensa, radio y televisión. La inquietud en mi caso es evidente, soy un rabo de lagartija.
-¿Apasionado?
-Lo he sido. Apasionado y romántico. Mi literatura también lo es. Pero ahora un poco menos, porque la edad te va ahormando, limando los excesos.
-Y torrencial.
-Sí, literariamente he tendido a ser torrencial. Ahora ya no tanto. He sido un escritor boscoso, exuberante y frondoso, cargado de adjetivos, de tropos, de metáforas, de sinécdoques, de metonimias… de todos los recursos posibles. Y ahora tiendo a ser un jardinero zen, he aprendido a recortar, a convertir el bosque en un bonsái. Pero es verdad que 'Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España' es un obrón: cuatro volúmenes, 2.000 páginas, cinco mil libros leídos, veinte mil kilómetros recorridos. Es una obra hercúlea. Uno de los propósitos que yo me marqué, acicateado seguramente por vivir en el exilio, por estar lejos de mi lengua (y de las lenguas románicas: el francés, el portugués, el italiano…) fue mantenerla viva. En ese libro me planteé crear una especie de castellano total, en el que estuvieran presentes todos los afluentes, todos los filones del idioma, desde el español clásico a los arcaísmos, los neologismos, los barbarismos, la lengua coloquial, incluso el cheli. Eso me convirtió en un escritor torrencial. Normalmente los escritores se quejan del pánico al folio en blanco.
-¿Es su caso?
-Cuando me coloco delante de un folio en blanco, ahora delante de la pantalla del ordenador, también siento pánico, pero no al blanco, sino al exceso, a lo torrencial. A ver cómo diablos recorto esto y pongo en orden todas estas palabras que se me están viniendo a las mientes.
-Dice también el jurado que su obra es «rescate de los marginados, los heterodoxos, los malditos de nuestra cultura».
-Yo mismo me he considerado siempre así. De niño soñaba con ser Robinson. Y fantaseo con vivir en una isla desierta, con ser invisible. Eso ha marcado mi vida entera. Siempre he cerrado filas con los marginados, con las personas que viven sin atenerse a las convenciones. Como escritor, me considero discípulo de todos los escritores. Pero también...
-¿De quién?
-Yo estuve en la cárcel en tres ocasiones, 18 meses en total, en la época de Franco, por motivos políticos. Yo era un niñito del Barrio de Salamanca, de la Escuela del Pilar, de buena familia. Y tuve que salir al patio de la cárcel de Carabanchel y ponerme a charlar con los presos comunes que habían entrado la tarde anterior y te contaban su historia. Eran como juglares de la Edad Media. Maravillosos. Yo eché los dientes como escritor, como narrador, fundamentalmente escuchando a aquellas personas, que entonces eran marginadas, heterodoxas, que vivían de una manera diferente, delictiva a menudo. De ahí procede en gran parte mi fascinación por ese tipo de personajes.
-Los marginados.
-Cuando volví del exilio, adopté una costumbre. Escribía frases en baldosas pequeñas, de las que se usan para alicatar las paredes del cuarto del baño. Y una de las frases que todavía conservo, colgada de la pared de la casa de Castilfrío, dice: 'Marginado, pero no desarraigado'. Así que he procurado marginarme siempre, pero manteniendo mis raíces.
-¿Quiénes son hoy los marginados?
-Es una pregunta compleja. Si yo digo que soy un marginado, va a sorprender. Porque soy un escritor conocido, de éxito, acaban de darme un premio importante. Pero sigo siendo aquel niño que tenía la impresión de que siempre pensaba acerca de casi todo lo contrario de lo que casi todo el mundo piensa acerca de casi todo. Eso sigue siendo cierto hoy. Yo vivo en una especie de enmienda a la totalidad. Vivo a contrapelo de los lugares comunes de nuestra época. Los marginados somos quienes no nos atenemos a ese canon vigente, a eso que se llama el discurso de valores dominante (que va cambiando). Son los biempensantes los que te imponen una codificación del arte de vivir. Los que se escapan a esa codificación, viven a su aire y son siempre fieles a sí mismos... esos son los marginados. Lo han sido siempre y siempre lo serán.
Sánchez Dragó suma su nombre a la lista de premiados con el Castilla y León de las Letras, que el año pasado recayó en Juan Manuel de Prada. Desde su puesta en marcha en 1984, este galardón ha reconocido la trayectoria de escritores que, según explicó Sánchez Dragó en declaraciones a Ical, están muy vinculados a su vida y obra. «Hay muchos amigos» como Julián Marías, premiado en 1987, al que conoció en la provincia de Soria; Claudio Rodríguez, «amigo y compañero de universidad», que recibió el galardón en 1986; Gonzalo Torrente Ballester, a quien definió como su «comadrona literaria» y que fue premiado en 1995; o Antonio Colinas y Andrés Trapiello, que recibieron su galardón en 1998 y 2010, respectivamente. El jurado, cuyo nombramiento se realiza por el consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Gonzalo Santonja, ha estado integrado en esta edición por Juan Manuel de Prada, José Luis Garci (director de cine y escritor), Francisco Javier Pérez (secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española), Marta Herrero (catedrática de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Valladolid), María Jesús Jabato (académica y escritora) y como secretario del jurado, Jesús Ignacio Sanz. Los últimos publicados por Sánchez Dragó son 'Un paseo por el honor y la muerte', 'Habáname', 'Galgo corredor', 'España guadaña' y 'España vertebrada', una conversación con Santiago Abascal, líder de Vox.
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