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Asegura que tiene mala memoria y, sin embargo, almacena cientos de canciones y otros tantos versos de autores, y los suyos propios, en su cabeza. El periodista, poeta y ensayista Fernando del Val (Valladolid, 1978), se confiesa lector voraz y concienzudo hasta el extremo, lo ... que le ha valido para escribir su último libro, 'El método Bunbury' (Ed. Difácil). Un ensayo, que va por su segunda edición, y que aporta ejemplos irrefutables de préstamos literarios que el cantante y compositor Enrique Bunbury ha tomado de otros autores para sus canciones, a lo largo de su carrera musical. 25 años lleva del Val recopilando estas coincidencias imposibles, hasta que las ha materializado en este riguroso libro que aporta luz sobre el método creativo del artista zaragozano. A lo largo de 300 páginas, del Val analiza más de medio millar de versos que Bunbury habría tomado de autores como Gabriel Celaya, Blas de Otero, Mario Benedetti, Fernando Arrabal, Pablo Neruda, Pedro Casariego, Fernando Sánchez-Dragó o Felipe Benítez Reyes, entre otros. Ninguno de los cuales aparece citado en los créditos correspondientes. Un método, del 'corta y pega', sobre el que el autor vallisoletano no vierte ninguna opinión personal. Eso se lo deja a varios especialistas en distintos ámbitos artísticos que analizan el asombroso método que tiene Bunbury para crear sus canciones a base de retazos de versos de otros.
–Debe a un amigo el primer hallazgo de un verso copiado por Bunbury, allá por el año 1995. ¿Cómo ha sido la búsqueda del resto de apropiaciones que detalla en su libro?
–En mi vida diaria, me considero despistado y no tengo gran memoria, pero en lo que a literatura se refiere, tengo buena retentiva. Soy un lector compulsivo y, por otro lado, me sé todas las canciones de Héroes del Silencio y Bunbury. Al escuchar un verso de una canción, puede que no supiera exactamente a qué poema de determinado autor pertenece, pero si sabía a qué libro correspondía y sólo era cuestión de ir a buscarlo. Con el 'Método Bunbury' quería entablar la reflexión sobre dónde están los límites de la creación. El periodo de búsqueda se ha alargado 25 años, pero no ha sido una búsqueda activa. Era algo que estaba latente y el verano pasado, cuando ya tenía unos 300 casos en mi cabeza, decidí pasarlos a papel. Probé a buscar más mediante copias mediante programas antiplagio, ya que yo pensaba que funcionaban como una biblioteca con millones de libros almacenados, pero fue imposible. La única manera de encontrar estos los ejemplos, fue leyendo.
–¿Cuántos casos de versos copiados ha llegado a encontrar?
–El libro, más allá de analizar las copias, analiza también otros fenómenos como el culturalismo. Entre versos copiados y ejemplos de culturalismo, encontramos 555 casos. En la adenda de la segunda edición, se incluyen otros 38 ejemplos más que han sido localizados por tres lectores del libro. Pero esto no acaba aquí. Para la tercera edición, tengo ya recopilados hasta 600 ejemplos.
–¿Qué se van a encontrar los lectores del 'Método Bunbury'?
–El libro arranca con una doble introducción donde se contextualiza porqué es importante saber qué hay detrás de la creación de una obra. Eso es algo que puede facilitar claves de interpretación y ayuda a la hora de juzgar artísticamente al autor. A continuación, explico cómo me he ido encontrando cronológicamente con las copias. En el último segmento, cedo los trastos de opinar a importantes especialistas en distintas manifestaciones artísticas. Pero no se trata de un tribunal de expertos, sino de una opinión analítica.
–Destaca de Bunbury, que es una persona «que vive de los libros» y que logra introducir los versos «sin que se noten las costuras». Ahora que sabe lo que sabe, ¿le admira menos que hace 25 años?
–Como intérprete le sigo admirando, pero como persona le admiro menos, porque su punto fuerte eran las letras. A él se le trataba con rango de poeta. Sin embargo, yo como escritor, en el libro no emito juicios al respecto. Solo expongo objetivamente los casos que he encontrado.
–A lo largo del libro se pregunta varias veces si alguien puede ser autor de la mezcla del todo sin serlo de las partes. ¿Ha llegado a alguna conclusión al respecto?
–Este libro me ha servido para aclararme de lo que es lícito y lo que no. De dónde están los límites a la hora de crear. Después de contar con un soporte teórico en el marco del derecho y en el marco artístico, entiendo, que no eres autor de la mezcla, si no declaras que es mezcla. Del mismo modo que no hay homenaje si no declaras que detrás de los versos hay un autor.
–De todos los trasvases que detalla en este ensayo, ¿cuál le ha llamado más la atención?
–He encontrado trasvases hasta en 80 de sus canciones, sin embargo, en el libro me centro en analizar las 35 letras que contienen más copias. Es especialmente llamativo el caso de 'La chispa adecuada', que Bunbury ha registrado como suya y en la cual, 30 de sus 42 versos están comprobadamente copiados. También es curioso el caso de 'Lady Blue', cuya letra está escrita conforme a la estructura de la novela 'El País de las últimas cosas', de Paul Auster. Las palabras clave, las recoge verso a verso. Si lo hubiese citado, sería un gran ejemplo de culturalismo que habría que reconocerle. Yo había leído esta novela hace tiempo, pero es prácticamente imposible darse cuenta de estos paralelismos. Fue un lector de México el que me escribió a raíz de mi libro y me dijo que el principio de la novela, era el final de la canción en el videoclip. La analicé al detalle y el resultado fue sorprendente. Es uno de los casos que incluyo en la adenda de la 2ª edición.
–Ha entrevistado a los autores vivos afectados y a los editores de los ya fallecidos. ¿Qué opinan del método creativo de Bunbury?
–Incluso los más elusivos, se han escandalizado. Sánchez Dragó le exculpa porque es su amigo, pero a la vez ha defendido mi libro, cosa que agradezco. El tema es que no toma de un solo autor los 600 versos, sino que coge varias decenas de versos de 4 ó 5 autores y versos sueltos de otros autores. Así que no creo que este tema llegue a los tribunales, a no ser que la SGAE tome la acción de oficio.
–En su libro da también ejemplos de buena praxis, como Extremoduro, Sabina, Loquillo o Gabinete Caligari que siempre citan a los autores en los que se inspiran
–Es que eso es lo habitual. Nadie acomete este tipo de escritura. Excepcionalmente, y sobre todo en la cultura anglosajona, como una derivación del culturalismo, se puede deslizar algún verso o idea que forme parte de la cultura popular británica o estadounidense. Esto funciona con textos bíblicos o con textos de Shakespeare, por ejemplo, sin necesidad de justificarlo. Pero está muy tasado. Bob Dylan, por ejemplo, utiliza muchas referencias bíblicas y a veces no las cita, pero está en ese contexto del culturalismo. No es el caso de Bunbury. Con que él hubiera indicado que en sus canciones hay versos de otros autores hubiera bastado y mi libro no existiría. No hubiera sido necesario ni especificar a qué autores pertenecen los versos.
–Es un curioso método de creación cuando Bunbury siempre ha defendido los derechos de autor.
–Todo cabalgamos nuestras contradicciones. Él, al menos, tiene esa. Es fácil de percibir y la gente lo está percibiendo. Creo que le falta establecer una reflexión que vaya desde el marco musical al literario.
–¿Tiene idea de cómo se ha tomado el zaragozano la publicación de su libro?
–Algunos medios han comentado que el disco que publicará el próximo 11 de diciembre y que lleva por título 'Curso de levitación intensivo', puede ser una respuesta a la polémica del libro. Yo no lo sé, pero creo que no se lo debe de haber tomado demasiado bien cuando su mánager, Nacho Royo, que es el único que se ha pronunciado, ha tenido una respuesta errática. Ha llegado a decir que yo quería aprovecharme del nombre de su representado, cosa ridícula, a la luz de mi trayectoria. Los 15 años que han pasado desde mi primer libro, no me he distinguido por buscar la repercusión fácil, más bien todo lo contrio.
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