Fermín Herrero: «La literatura corre el peligro de desaparecer»

La Feria del 2023 acogió la presentación de los dos primeros tomos, los dietarios de Jiménez Lozano, ya agotados. Este año la Fundación Jorge Guillén, que está llevando a cabo la ingente tarea de reunir los textos del prolijo escribidor, ha publicado otros dos tomos de ensayo y uno de poesía. Herrero ha sido el encargado de prologar este último.

Quien destaca de la literatura de Lozano su «verticalidad trascendente y su hondura de los adentros» considera particular en su poesía la suma de «desnudez jansenista y la influencia de la literatura japonesa».

El escritor que tenía su parlamento en Alcazarén siempre sostuvo que no era poeta a sabiendas de que «un libro de poesía da a entender que su autor lo es». Publicó diez poemarios en los que no hay «ni rastro del odioso yo», apunta Herrero. Con una estética alineada con sus amigos de Port-Royal, «desdeñaba toda afectación o efusividad inspirada», despoja de todo ornamento su expresión, adelgazándola, hasta dejar la esencia de la «revelación involuntaria».

Herrero confesó que nunca habló de poesía con su amigo por «ser cosa de mucho secreto, decía Santa Teresa» pero sí rastrea las manifestaciones públicas del Premio Nacional. En una conferencia «explica el proceso de un poema mediante dos poderosas imágenes, la de un trozo de carbón que parece extinguido pero un soplo casual le confiere un brillo inesperado y la del color de una flor en sus fases para advertir que 'cuando la composición se inicia, la inspiración ya va en declive, y la más gloriosa poesía que jamás se haya comunicado a mundo quizá sea tan solo una tenue sombra de las concepciones que en un principio se tuvo del poema'».

De las muchas lecturas que poblaban el estudio del autor de 'Tantas devastaciones', citó Herrero su conocimiento de los nórdicos (Hamsun, Gunnarsson, Dreyer), los japoneses (Ooka, Dazai, Inoué, Kawabata), las damas sureñas (Carther, O'Connor, McCullers) y sus filósofos de cabecera (Pascal, Spinoza, Weil, Arendt).

Gabriel Albiac introduce los tomos de los diarios y de los ensayos. Durante casi veinte años visitó a Jiménez Lozano en excursión trimestral a Alcazarén. Considera que toda su obra conforma una simbología del mundo como conjunto, independientemente de los géneros. «Jiménez Lozano ha escrito de lo bello y lo sagrado», afirma y recuerda «la inmovilidad y el silencio» de los jansenistas frente al «ruido ensordecedor de la sociedad». Del terror de Port-Royal «ante la belleza del mundo» porque puede despistar de la belleza trascendental se erige «la santidad de la escritura» que aspira a atravesar las sombras y buscar la luz, «como el corazón de la filosofía, práctica extrema de la lucidez por la que apuesta el escritor».

Ha donado su archivo personal a la Fundación Jorge Guillén, una «rara avis en el panorama intelectual español». El filósofo se duele del «olvido que tiene España por sus escritores» y rememora la respuesta que le dio una gente literaria al sugerirla que ya tenía una edad y que quizá en su ordenador hubiera algún texto rescatable: «Me dijo que en España los libros póstumos no se venden. La idea de que lo escrito tiene que estar asociado a una persona física y que sin ella, se extingue, me parece atroz».