![Gustavo Martín Garzo, con su](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202210/11/media/cortadas/garzo-kqFF-U180345359642M7D-624x385@El%20Norte.jpg)
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No hay meandros en la línea del tiempo que permitan a un abuelo ser niño a la vez que su nieto. Fue un deseo fugaz de Gabriel que, a sus diez años, fantaseó con jugar con Gustavo Martín Garzo, su abuelo, a la edad que ... mostraba una fotografía. El escritor vallisoletano se embarcó en el viaje hacia 'El País de los Niños Perdidos' (Siruela), una novela hecha de cuentos con parada en los niños invisibles, en los niños verdes, en los niños que mueren y en otros más. Una historia que enlaza el territorio en el que moran todos los niños que fuimos, la fantasía, con la realidad, la inexorable mudanza hacia la madurez.
«Casi todos los libros de literatura infantil los firman autores que estaban pensando en un niño en concreto. Es el caso de Barrie ('Peter Pan') o de Ana María Matute. Una vez le preguntaron a ella que si no volvería escribir un cuento de niños y dijo que lo sentía mucho pero no tenía ningún niño cerca para que aquello tuviera sentido. Estas historias cobran sentido si piensas en que un niño las está escuchando», explica Martín Garzo. Gabriel y Adriano son a la vez los protagonistas de esta novela y los nietos del escritor, quien elige una cita de Matute para comenzar: «Todos los niños desaparecen, misteriosamente. Cuando menos se lo espera uno, un día, los niños se han ido, y no vuelven más».
«Los que hemos tenido hijos hemos vivido eso, un día el niño con el que has tenido esa relación tan especial y única no está. En su lugar hay un muchacho. En cierta forma pasa con el niño que fuimos. Ahora vemos fotos de cuando éramos pequeños y no sabemos quién es, no es posible estar en el pensamiento de un niño, por más que los mayores digamos para consolarnos que hay que mantener el niño interior que fuimos. Es mentira, la infancia se abandona para siempre es como un territorio al que no puedes regresar por mucho que te empeñes», afirma el narrador para quien «todos los cuentos hablan de eso».
Gustavo Martín Garzo sigue la senda de «el libro más extraordinario sobre esto, 'Peter Pan'», aunque a diferencia de la criatura de Barrie, «un alegato contra hacerse adulto», Gabriel viaja acompañado de un dragón que cada noche le traslada al país fantástico pero acaba por despedirse del niño. «Es el único que puede sacarle y devolverle a la realidad. Le aclara que para hacerse mayor tiene que abandonar ese mundo y que cada uno tiene su lugar. La última escena viene a decir que es a través del amor como el adulto recupera aquello que perteneció a ese territorio anterior».
Garzo se remonta a la primera aparición de Peter Pan «que fue en 'El pajarito blanco' y allí se explica que todos los bebés fueron pájaros antes de nacer. Peter Pan es un niño que sigue conservando su condición de pájaro. Cuando los padres contamos cuentos a los niños queremos hablarles de ese tiempo en ellos fueron pájaros, cuando vivieron en un mundo en el que todo era posible. De alguna manera, les decimos guarda memoria de ese mundo perdido anterior. Crecer es despedirte».
Las siluetas de Rilova
El vallisoletano ancla la fantasía con personajes realistas como la cuidadora de los niños, con su resabio vital y su rechazo a los cuentos. «Ese tipo de referencias ayuda a la verosimilitud. Por otra parte, soy contrario a la simplicidad con el que se tratan las cosas hoy, como eso de poner nombre a las emociones. Los niños las entienden a través de cuentos, a través de lo que viven. Me da pena que los educadores hayan dejado de creare en poder educativo de los cuentos. Son una forma de acercar al niño la complejidad de la vida, los afectos, los temores, los sentimientos sin decirle cómo deben vivir. Eso lo hacen los cuentos de manera maravillosa».
'El País de los Niños Perdidos' está iluminado por la burgalesa Sandra Rilova, una ilustradora que no se ciñe a la lilteralidad del texto. «Para mí es más interesante transmitir mucho con muy poco, como el uso de siluetas sin demasiados ornamentos ni pretensiones que puedan alejarse del mensaje principal», asegura quien considera el orden y la sutileza coordenadas fundamentales de su obra. «En este caso creé una paleta de colores cálidos, como el abrazo de una madre mientras que cuenta un cuento a la hora de dormir, pero también triste porque ese niño que llevamos dentro un día se irá y no lo volveremos a ver». Rilova ha ilustrado recientemente 'Los Muertos', de Joyce para Enciclopedia Catalana, y trabaja en un poemario de Yeats.
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