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El Día de San Valentín es una jornada señalada para los floristas, también para la protagonista de la primera novela de Clara Sanz, 'Todas las ... flores que olvidamos' (Harper Collins). La geóloga madrileña, de origen soriano, cambió la ciudad por Arcos de Jalón y los minerales por vegetales hace once años. La Rusti Tienda es el origen de su blog La Moderna Rural Shop, de su academia 'on-line' y de su debut en la narrativa.
Bella, una mujer en la treintena que vive en Barcelona y vuelve a su pueblo en Soria a arreglar una herencia, protagoniza su historia. Lo que iba a ser un viaje relámpago cambia su vida. Se queda allí y abre una floristería, la que quiso su madre, el día de los enamorados. Hay ciertas similitudes con la autora, pero la motivación nada tiene que ver.
«Vivía en Madrid cuando nació mi primer hijo y me di cuenta de que era un lugar hostil para criar niños. Puse todo mi ingenio marcha para volver al pueblo. En mí familia nos gustaban las flores, mis abuelos las vendían y pensé 'vamos a intentarlo'», explica Clara. En cambio Bella fue feliz en su pueblo hasta la adolescencia, luego no quiso volver. La muerte de sus padres le obliga a tomar las riendas de sus propiedades.
«Lo difícil hubiera sido venir sin ganas, como Bella, que llegó desmotivada y acabó encontrando las virtudes de vivir en un pueblo. Pero en mi caso lo difícil fue convencer a la gente de mi entorno de que era mi opción, que quería dejar la geología, aunque me gustara, para dedicarme a las flores. Tenía claro por qué tomaba esa decisión, aunque te das cuenta de que hacemos un poco lo que se espera de nosotros». Por otro lado, «hasta antes del covid volverse al pueblo estaba mal visto. Me decían que nunca hubo floristería en el pueblo, que quién iba a comprar, me hicieron dudar de mí misma».
Contada a dos voces, Bella y el otro protagonista, 'Todas las flores que olvidamos' habla de segundas oportunidades para los narradores. Clara Sanz y su marido se empeñaron en construir esa segunda vida, sin el romanticismo que sobrevuela la novela, y lo lograron. «En los pueblos hay más economía y oportunidades de negocio de las que creemos», afirma quien comenzó con la tienda y mostrando su trabajo con vídeos en las redes. «Hacía trabajos típicos para restaurantes, iglesias, cementerios, pero si había una boda en la zona, traían las flores de fuera. Me enfadaba y comencé a hacer ramos de novia más exclusivos. Los subía y se los veía la gente de aquí también. Hay una mirada negativa hacia los pueblos, también desde los que vivimos en ellos. Ahora hago más trabajos para gente de aquí, se han vuelto superfans», explica Clara que también creó comunidad digital.
«Crecí mucho en redes sociales porque me gustaba hace otros trabajos que no me pedían pero hubiera podido mantenerme con lo que se genera allí». Celebra que «la gente de los pueblos somos muy dados a comprar en establecimientos cercanos. Hay muchas oportunidades y nada de competencia, factor a tener en cuenta. Son grandes desconocidos».
Flores silvestres
No le gustan las etiquetas de rural, ni de emprendedora. «Me parece absurdo, si algo se ha mantenido vivo al paso del tiempo, será por algo. Lo rural es un concepto que se romantiza mucho. Me alegro, nos viene bien pero lo malo de las modas es que se pasan y nos olvidan. Lo que hay que hacer es conocer bien el pueblo y no poner etiquetas, saber la realidad de vivir en uno».
Por eso el nombre de su sitio web, la moderna rural shop. «Seremos de pueblo pero no antiguas, quería dar relevancia al orgullo de lo rural, puedes ser rural y moderno. Tenemos los mismos medios, redes, carreteras que en la ciudad, vivimos en mundo global y todos tenemos acceso a las tendencias, a las modas». También le hace gracia lo de 'emprendedora', «todos me lo llaman pero ya llevo diez años. Soy autónoma, una señora del pueblo normal y corriente, como yo hay cientos».
Cerca de la tienda cultiva su huerto, la Granja de Flores, en Somaén. «Al final es la manera de trabajar, de usar productos como la madera o las flores silvestres. Hay muchas flores con las que no me gusta trabajar, por ejemplo el lilium, las gerberas, las rosas, no me siento cómoda con ellas. Me gustan las flores sencillas, silvestres, son diferentes».
Si tiene que elegir, se queda con «la paniculata, aunque depende de la temporada y el estado de ánimo. En verano me enamoro de las dalias y verónicas del huerto». En la novela se suceden varias flores, «están en momentos que nos marcan en la vida, tienen su simbolismo y en cada persona es distinto».
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