Hay futuros poemas, un encargo teatral, unas notas que quizá, con el tiempo, Violeta Gil (Segovia, 1983) transforme en su segunda novela. Durante estos días, la escritora y dramaturga aprovecha una residencia creativa enFrancia para avanzar en sus próximos proyectos y mirar desde la distancia ... el éxito alcanzado con 'Llego con tres heridas' (Caballo de Troya), novela que se ha alzado con el Premio de la Crítica de Castilla y León.
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–¿Cómo se abrieron esas tres heridas?
–Con Jonás Trueba, el editor de Caballo de Troya en ese momento, hablamos de que este era un libro que había estado escribiendo toda mi vida. Evidentemente, no es así. Pero sí que es un proyecto que llevaba mucho tiempo en mi cabeza. Son cosas que tenía ganas de poner por escrito, pero no encontraba el formato. Pensé en hacer una pieza escénica que tuviera que ver con la historia de mi padre.
–Pero…
–Pero tuve una revelación muy clara de que era un material que no podía tener un reflejo escénico. No podía estar encarnado por otras personas, no podía repetirse una y otra noche. Buscaba otro formato más cercano a la narrativa, porque eso permitía que convivieran mejor los aspectos autobiográficos con una construcción literaria.
–El título alude a un poema de Miguel Hernández...
–Yo llego a él sobre todo a través de las canciones. Las he escuchado desde pequeña. Y si te fijas en su letra, te das cuenta de que hay una idea aparentemente sencilla: que hay tres heridas (la de la vida, la de la muerte, la del amor) que te acompañan y rodean tu existencia. Pensé que eso tenía mucha relación con mi propia biografía y con mi voluntad de escribir sobre esto que quería escribir. Tirando de esa relación de lo ocurrido en mi vida con esas heridas encontré la estructura de la novela.
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–Son tres partes vinculadas a tres personas (su abuelo, su padre, su pareja...).
–Y así podía pasar por las diferentes generaciones y acabar en la mía propia, en el presente.
–«Ninguna palabra es tan específica como mi deseo de hablar de ello», escribe.
–Esa frase tiene que ver con mi relación con el inglés y la búsqueda de palabras. En ese idioma, hay muchas formas de referirse al duelo y me parecían mucho más específicas que las que tenemos en español. Hice muchas búsquedas en el diccionario, pensé mucho en las genealogías de la muerte, en sus representaciones (su relación con la religión, la Semana Santa, los velatorios…). Pensaba cómo a veces el vocabulario que tienes te ayuda o no a describir una situación, una sensación interna.
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–¿También la literatura sirve para entenderse a uno mismo?
–Sí, de alguna manera tomo la literatura como oportunidad para hablar de cosas (que estás pensando, que estás sintiendo) que de otra manera no se podrían contar.
–Escribe que todos «necesitamos, queremos, deseamos, buscamos» una historia que contar.
–Necesitamos ser protagonistas de nuestras propias vidas, tener una identidad. Muchas veces buscamos encajar en algún lugar, que sepan quiénes somos, sentirnos reconocidos como parte de algo. Para eso tienes que tener una identidad, una raíz y una historia que avale esa identidad.
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–Otra frase: «Para escribir hay que enfrentarse a la familia».
–Esa me la suelen destacar en los encuentros con los lectores.
–¿Y qué les dice?
–Hay muchos autores que han escrito sobre esto: cuando hay un escritor en la familia, todo el mundo se echa a temblar. Siempre habrá algún miembro de la familia que no va a estar feliz o de acuerdo con lo que dices. Porque tú cuentas las historia de una manera o la recuerdas de un modo diferente… Si alguien quiere dedicarse a escribir, tiene que asumir que eso va a ser así, que nunca va a haber una comprensión total por parte del otro. Si no se entiende así, uno nunca escribiría nada.
–Material sensible.
–En este caso, son cuestiones que atañen a la familia, pero creo que se refiere a una herida general en la literatura. Cuando uno escribe, se está mostrando a sí mismo su forma de pensar, de vivir, de sentir las cosas. Cuando eso se ve con ojos de los que te rodean, casi nunca se recibe bien. Porque piensan, ah, no eres tú la persona que yo creía que eras. Piensas y sientes tantas cosas y las pones por escrito para que el mundo las vea que eso siempre asusta. Pero se puede transformar en algo fructífero. Mi plan durante el proceso de escritura ha sido ese, que ese enfrentamiento no acabara en guerra, sino en paz.
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–El título comienza con una palabra: llego...
–Yo tenía mucho interés en el acto de llegar, en presente. Es una forma de decir:esto no es pasado. El pasado importa en la medida en que afecta al presente y a los nuevos modos de encontrarse, de estar en el mundo y relacionarnos. No es que he llegado y a ver qué hacemos con eso. No, no. Es que llego, en presente puro. ¿Y ahora qué hacemos? Para mí eso tiene mucha importancia porque me tomo la creación como el lugar de generar cosas, conversación, vida.
–Hace poco mantuvo, en la librería El Rincón de Morla, un encuentro con sus lectores de Valladolid.
–Te encuentras con gente bastante agradecida y que tiene historias que, aunque no sean parecidas en lo específico, sí que encuentran ecos en su propia vida. Cosas de su biografia de las que no se ha hablado y que les ha supuesto una incomprensión del mundo, de su familia o su historia. Hay muchas personas que me hablan del suicido, que es un tema muy tabú, del que se habla poco y del que mucha gente tiene necesidad de hablar. Esto me asusta un poco. Hay una parte en la que quiero hablar de eso, pero tampoco quiero ser adalid, porque es un tema complejo que tiene muchas aristas. Hay lectores que se acercan y me dan las gracias porque es un tema del que es difícil hablar y poca gente está dispuesta a hacerlo. Y te dicen:necesitaba leer sobre ello. Además, veo que los lectores se enganchan mucho a la última parte, que está mucho más ficcionada. Y les gusta, creo, por esa posibilidad del regreso al hogar, de la construcción de una nueva vida en un sitio que era del pasado.
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–El jurado del premio de la Crítica de Castilla y León ha destacado el peso poético de la obra.
–Para mí tenía mucha importancia la manera de hablar de esto desde lo literario. Tengo una relación con la escritura que viene del teatro, de la poesía, de pensar en el lenguaje, en el ritmo, en las palabras.He leído muchas veces en voz alta la novela para encontrar esa cadencia. Y para poder romperla a veces. Para mí es importante combinar fórmulas, pensar cómo fluye la literatura, cruzar lenguajes y disciplinas. Siento que no es un trabajo perfecto, que tendrá fallos. Siempre buscamos la manera mejor de expresar las cosas, pero sí siento que algo he conseguido en este libro y eso se recibe. La historia es importante, pero ha sido la forma de contarla (con un lenguaje muy pensado, limpio, nada barroco pero con una huella de poesía) lo que ha hecho que pueda llegar a los demás.
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