
Rubén González Tuero
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Rubén González Tuero
Cuando en la mañana del pasado viernes le comunicaron que había ganado el Premio Ateneo de Novela Ciudad de Valladolid, Rubén González Tuero (Gijón, 1962) ... se hallaba en Londres. Recién jubilado como profesor de inglés en el instituto Bernaldo de Quirós de Oviedo, disfrutaba de un viaje regalado por sus compañeros de trabajo para asistir a la final de una de sus pasiones: el campeonato de billar inglés en Manchester. «Era la primera vez que me presentaba al Premio Ateneo, lo hice sin ninguna esperanza, un poco por deporte», confiesa el autor del 'thriller' seleccionado entre los 193 enviados a la convocatoria de la 72 edición del galardón vallisoletano, el segundo más veterano de España tras el Nadal.
Lector voraz, entre otros de Raymond Chandler, Hammett y Andreu Martín, hace años que el autor asturiano escribe, aunque hasta 2015 no se decidió a autopublicar. Lo hizo con dos títulos donde plasma su fascinación con la civilización romana: 'Rehenes de Roma' y 'Oro para Augusto'. Pero antes de abordar estos títulos había comenzado a documentarse y tomar notas de la novela que ha convencido al jurado. «Tenía 'Gijón 2085' en la cabeza desde hace años, pero se me cruzaron las otras novelas, muy absorbentes en cuanto a documentación; por eso dejé aparcado este relato de ciencia ficción que al principio no pensaba que fuera una intriga, pero salió así. Las novelas son como los hijos, nunca sabes por dónde van a salir».
Padre de dos hijas, una de ellas ha autopublicado una novela, también de ficción. «Siempre fui fan de Isaac Asimov, he leído literatura fantástica toda mi vida, es de los géneros que más me gustan, junto a la novela negra y la histórica», sostiene este aficionado a la escritura que no suele frecuentar los círculos literarios asturianos. «Alguna vez asisto a alguna presentación de libros, pero no tengo relación con otros escritores».
En 'Gijón 2085' imagina su ciudad en esa fecha, anegada de agua por los efectos del cambio climático, un escenario que alienta la búsqueda de soluciones a partir de un sistema de producción de energía ilimitada y gratuita y en el que se desenvuelve una trama alrededor de un asesinato. «El futuro me interesa mucho, tener hijos hace que muchos nos planteemos cómo será planeta que les dejemos», explica hallando en la actualidad cierto paralelismo catastrofista con el Londres decimonónico: «La ciudad iba a colapsar por la cantidad de excrementos de caballo acumulada en las calles; calculaban que a comienzos del siglo XX habría dos o tres metros de altura de heces en la vía pública, hasta que se inventó el motor de explosión, llegaron los automóviles y se solucionó esa cuestión; por eso creo que, aunque el cambio climático traerá muchos problemas, nos adaptaremos, soy optimista».
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