El encuentro de dos erasmistas heterodoxos
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Trotta publica la correspondencia entre Américo Castro y José Jiménez Lozano, un ateo y un cristiano que coincidieron en las razones de la primitiva religiosidad españolaAmérico Castro le fueron a buscar 'los suyos', los republicanos, a casa. A José Jiménez Lozano, católico, le reprobó y censuró la Iglesia. El ateo y el creyente acabaron encontrándose intelectual y personalmente. Su entendimiento en la diferencia, su pasión por la libertad individual ... y el diálogo, su mirada a la historia de España sin prejuicios académicos ni religiosos y su admiración por el humanismo erasmista les unió desde la primera carta en 1967. Su correspondencia durante cinco años, hasta la muerte del filólogo granadino en 1972, ha sido recopilada en una edición crítica por Guadalupe Arbona y Santiago López-Ríos, profesores de la Universidad Complutense, y publicada por Trotta.
José Jiménez Lozano solía entregar al fuego su correspondencia en una pira anual. Le horrorizaba que una comunicación crecida en la intimidad se expusiera a la luz pública. El buen hacer de algunos amigos y el tacto de Guadalupe salvaron de aquel destino las cartas de Américo Castro. Por otra parte, las suyas al profesor dormían en la Fundación Zubiri, pues la hija de Américo, Carmen, se casó con el filósofo. «Al principio fue reacio a la publicación, pero poco a poco le fue gustando la idea de juntar las cartas», explica Arbona, quien pudo preparar esta edición con el escritor que murió el pasado 9 de marzo.
El nexo entre el entonces treintañero periodista de El Norte de Castilla y el profesor que clausuraba su etapa docente en la Universidad de California es el libro 'Meditación española sobre la libertad religiosa', que Jiménez Lozano publica en 1966. Será Jorge Guillén quien se lo lleve a Castro, a su casa en La Jolla, porque ese ensayo se enmarcaba en las tesis de Américo sobre la formación de lo 'español'. El luego Premio Cervantes había cubierto el Concilio Vaticano II para el periódico constatando en Roma la resistencia de las autoridades eclesiásticas nacionales a aceptar la libertad religiosa, a desligar catolicismo y Estado. Esa cerrazón tan privativa de obispos y cardenales españoles le llevó a indagar en la razones de un cristianismo castizo, «biológico». Acabará encontrando respuestas en Américo Castro quien contrapone la España de las tres religiones con la de la Guerra Civil. La 'casta' cristiana será un anacronismo mantenido hasta el siglo XX. Ambos correspondientes serán entusiastas rastreadores de los procesos de limpieza de linaje durante toda su vida.
«Ante todo me sorprende que un creyente como usted piense en forma tan marginal a la tradición española...porque lo admirable y alentador de su caso es el hecho de que lo diga desde dentro», escribe Américo Castro a Lozano, quien le apunta que el libro está escrito «en unas circunstancias llenas de inquisiciones y casticismos».
«Américo Castro defendía la tolerancia de las tres religiones que convivieron en España en el XVIfrente a la intolerancia de la Guerra Civil. Sus ideas le llevaron al exilio, en una carta cuenta cómo la señora que limpia su casa le advierte que vienen a por él, 'los suyos', entre otras cosas por ser contrario a la quema de conventos», dice Arbona.
La relación comienza siendo epistolar. «Don Américo mantuvo viva correspondencia con Juan Goytisolo, con Cela, con Guillén, pero cuando venía de visita a España con quien quería hablar era con Jiménez Lozano. Y la primera vez se encuentran en Valladolid». Fue el 11 de septiembre de 1967, le recibieron Miguel Delibes y Jiménez Lozano.
Las cartas comienzan siendo «eruditas, intercambian datos, información para tornar hacia más personales», cuenta Guadalupe. Castro fue filólogo y le interesó la historia como «vividura existencial» que explica un tiempo, no como acumulación de datos. Eso le procuró reproches por falta de rigor. «Un escudo, un legajo, una obra literaria podían ser los puntos de partida de su curiosidad», recuerda Arbona. De hecho hay unas cuantas cartas sobre un escudo en el colegio de San Gregorio. Américo Castro pedirá a Lozano que le envíe una foto pues sospechaba de la condición de converso de Fray Alonso de Burgos, fundador de dicho colegio y demasiado insistente con los símbolos de pureza.
El autor de 'La realidad histórica de España' le muestra a Lozano cómo acusa los ataques a sus libros, desde un destierro que será doble. Tras 30 años en Estados Unidos, donde hizo toda su obra, tiene que pensar en volver a España por la enfermedad de su mujer. Como había donado a la Universidad en San Diego su biblioteca personal, debe comprar sus libros de nuevo para trabajar en España.
Por su parte el autor de 'Sobre judíos, moros y conversos' le da cuenta de las dificultades que conlleva su 'heterodoxia'. En diciembre de 1967 escribe: «He pasado una mala racha de prohibiciones de hablar en público y para remate el Consejo de Ministros ha cerrado destino durante dos meses». De las prohibiciones políticas a las religiosas. El 12 de marzo de 1968 le cuenta: «El arzobispo de Valladolid ha publicado una pastoral en la que quedan censurados El Norte de Castilla y sobre todo mi labor en él»:
Poco después anda José «en crisis» pues se el presenta la posibilidad de trabajar en Madrid y acaba descartándolo: «Hay que luchar demasiado, zancadillear quizás, termina uno politizándose, esterilizándose en esa lucha». Y se quedó en Alcazarén levantando una obra que tendrá la siguiente entrega de sus diarios en noviembre. No cumplió su deseo de hacer unos 'Diálogos con Don Américo Castro'. Esta correspondencia se acerca a lo que pudo ser aquel libro.
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