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La habitación infantil del pequeño Eloy Moreno (Castellón, 1972) estaba llena de cómics, repleta de volúmenes de 'Astérix' y 'Súper humor'. «Me encantaba ir los fines de semana a cambiarlos a los mercadillos de segunda mano, porque luego volvía a casa con cuatro o cinco ... cómics nuevos para leer». Y así, letra a letra, bocadillo a bocadillo, se armó una pasión literaria que desembocó en la autoedición de 'El bolígrafo de gel verde' y la posterior publicación de libros superventas, como 'Invisible' (ya se han acordado sus derechos para una película)y 'Tierra', con la posibilidad de que termine en serie de televisión. Ahora, Eloy Moreno recupera aquel espíritu de sus lecturas infantiles con 'Juntos', el primer volumen de una serie de cuentos ilustrados «para contar entre dos».
–¿Entre dos?
–Sí. Yo quería escribir un cuento a partir de las experiencias que he vivido con mi hija, que tiene nueve años. Ysiempre hemos leído juntos. Lo que pasa es que, a veces, contamos a los niños un cuento y ahí se queda. Tú lees, él escucha y ya está, cierras el cuento y a otra cosa. Quería que este fuera un libro para leer juntos, para disfrutar en compañía. Porque no es solo la historia que se cuenta en el libro, sino que entre las páginas hay muchas actividades para interactuar con tu hijo.
–¿Por ejemplo?
–Pues tienes que encontrar algo que está escondido. O en el escenario hay algo que no cuadra y que no debería estar ahí... Para muchos niños, lo más importante de contarles un cuento es la compañía. Que estés a su lado, disfrutando de la historia con ellos. Y en este caso, el libro tiene varios ejercicios, con partes de memorización, de relacionar volúmenes, objetos, de coherencia de escenarios... Son detalles que permiten hacer nuevas lecturas cada vez que se coge el libro. Porque los niños, cuando les gusta un cuento, lo leen mil veces. Una vez y otra vez y otra vez. Y lo interesante es que, cada vez que lo abran, encuentren algo nuevo.
–Al final de cada página hay preguntas para imaginar por dónde irá la trama.
–Cuando le contaba cuentos a mi hija, me decía: '¿Y qué va a pasar ahora?'. A veces imaginas una cosa totalmente distinta a lo que luego ocurre. Si al niño le preguntas:'¿qué pasaría si...?', le abres mil posibilidades a su imaginación. Y junto a eso, hemos tratado mucho el tema de las emociones. Hay libros que hablan exclusivamente de emociones y eso a mí me parece un poco forzado.
–El riesgo de la moralina.
–Lo interesante es hablar de las emociones que hay a lo largo de una historia, porque todos, en función de lo que nos pasa a lo largo del día, hemos estado más tristes, más ilusionados, más sorprendidos. En la historia, el protagonista pasa por estas situaciones en las que se desilusiona, tiene frustración (que para mí es un tema muy importante). Y al terminar el libro, hay preguntas para detectar en qué momento el personaje ha sentido cada emoción. Eso te permite desarrollar la empatía.
–¿Cómo ha sido el trabajo conjunto con el ilustrador?
–Pablo Zerda y yo no nos conocemos personalmente. Trabajamos juntos desde hace ocho años y todos los encuentros han sido virtuales, por videoconferencia. Él vive en Buenos Aires. Ya hicimos los tres volúmenes de 'Cuentos para entender el mundo' y decidimos que, para este proyecto, cogeríamos al mismo personaje, más infantil. Hemos buscado una estética años 80, por ejemplo, en la bicicleta del protagonista.
–¿Cómo se ha armado la historia?
–La teníamos clara. Es un niño que, en verano, que es una etapa mágica en la infancia, se prepara para ir en bicicleta a la piscina. Y por el camino, en el bosque, se encuentra con varios animales que se suman al viaje. A partir de ahí, hemos añadido detalles, con golpes de humor, de sorpresa o llamativos, en la ilustraciones.
–¿A quién va dirigido, al padre que elige o al niño?
–A veces el adulto compra un libro infantil porque le gusta a él, como padre, pero después al niño le aburre. Amí me ha pasado mucho. Así que para esta historia consulté a mi hija, que ha sido una gran asesora.
–¿Qué ha volcado en este libro de sus lecturas infantiles?
–Sobre todo, el tema de la aventura. Cuando somos pequeños no vemos los riesgos y nos gusta hacer cosas nuevas. Quería ese punto de aventura (el niño que va solo en bici y cada dos minutos se encuentra con algo distinto). Eso genera una sensación de que estás vivo y de que cada vez hay cosas nuevas que hacer.
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