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Después de 'Amsterdam in Fine', regresa Edu Roldán con la segunda entrega de una trilogía conceptual, «más de tono o de ambiente», en sus palabras, que una saga cronológica al uso, donde ni los personajes, ni los momentos cronológicos, ni los espacios geográficos se repiten ( ... con la excepción, a modo de guiño hacia el lector recurrente, de su 'Macondo' particular, Morivia). El autor, colaborador de El Norte de Castilla, presentó este viernes junto a Jorge Praga 'Canciones tristes' en la Biblioteca de Castilla y León, un nuevo trabajo sobre la maduración emocional en un momento y lugar de la historia reciente bien reconocible por todas las generaciones próximas a la retratada.
«Al concluir 'Amsterdam in Fine' me vino la idea de hacer esta especie de trilogía, no una saga al uso; sino una idea central que repite una historia de maduración, o de aprendizaje, en diferentes momentos vitales de personajes dispares y en distintos momentos y lugares espaciotemporales», explicó en conversaciones previas al acto. 'Canciones tristes' se ambienta en 1994 en Los Ángeles en torno a Esopo, el integrante de un grupo de rock instrumental inmerso en su propia educación sentimental ante revelaciones de su entorno, vaivenes que desestabilizan su mundo y desafíos vitales que impactan sobre su modo de vivir la vida hasta la fecha.
«1994 es un momento histórico por muchas razones, desde el estreno de 'Pulp Fiction' al suicidio de Kurt Cobain», enumera Roldán. «Es además una época importante, los últimos días antes de la irrupción de Internet, en los que el tiempo era más lento y moroso, antes de entrar en la agitación que tenemos ahora». Eludiendo, tanto en la evocación nostálgica como en la vertebración de una fábula sobre maduración, todo tipo de tentaciones edificantes y conservaduristas, Roldán hilvana todo tipo de referencias culturales sobre el tapiz explícito de la psicología de Carl Jung:
«Él lo hubiera llamado 'proceso de individuación'», explica. «Es cierto que el enfoque habitual de estas historias de maduración suelen abarcar desde la adolescencia tardía hasta la primera juventud, pero en otras edades vitales estas crisis se siguen dando e incluso se perciben con mayor claridad; por lo que, al igual que jamás es tarde para aprender a tocar un instrumento como adulto, tampoco dejamos nunca de madurar, aunque a veces no nos demos cuenta».
El recorrido junto a Esopo es también el de una época y el de una generación. «A diferencia de sus padres, aquellos jóvenes no tenían nada seguro; ni la obtención de un trabajo fijo ni la formación estable de una familia», opina Roldán. Por ello, y unido a la eclosión cultural que trajeron tanto la globalización como los medios de comunicación de masas, contaron con mayores refugios artísticos como vías de escape:«Vivían en el desencanto y buscaban formas de expresarse a través del cine o la música, y para hacerse todo tipo de preguntas como refugio del día a día en el que vivían, que era mucho más duro de lo que en un primer momento podía parecer».
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