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El desencanto de quien cumple su sueño era la idea y un viaje a Malta armó las circunstancias que concurren en 'El cazador ... de hienas' (Multiverso Editorial), primera novela de Edmundo Molinero. La isla como reducto postrero del imperio colonial, el ejército como laboratorio grupal y un teniente de brillante expediente como exponente de la libertad en una férrea jerarquía son los mimbres de esta ficción escrita como quien la ve tras la cámara.
«Me interesaba seguir a alguien que comienza una andadura profesional, en este caso en el ejército, con todas sus credenciales, preparado y la decepción habitual, cuando se llega a algo con mucha ilusión», explica Molinero (Valladolid, 1972). «También quería reflejar todo lo que deriva de la pertenencia al grupo, la cuestión de cómo un individuo se sitúa frente a él y cómo acaba retirándose voluntariamente, renunciando a lo que quería pertenecer, por tradición familiar, por formación y por aspiración».
Para ello elige una comunidad jerarquizada como es el ejército. «Lo conozco bien, hice la mili. En un momento de la novela se dice que el ejército puede proporcionarte una vida tranquila siempre seas lo suficientemente obediente. Stuart Glass, el protagonista, lo es. Requerido por un amigo de su padre, acude a ese lugar sin cuestionar nada, de buena voluntad. Allí descubre el ambiente de la descolonización, los imperios van cayendo, los ejércitos de liberación, haciendo su trabajo. Hay unas colonias más violentas que otras. Esta no lo es demasiado, pero sí hay enfrentamientos». Y la muerte del soldadoMathews, que funciona como detonante y debe ser esclarecida.
«El teniente acaba por aborrecer lo que ha hecho y quiere abandonar. Es un personaje hastiado, superado por las circunstancias, siempre va por detrás de la realidad. Trata de investigar para saber pero nunca tiene el control de lo que ocurre. Dentro de su propio ejército hay zonas oscuras y un mar de fondo muy ruidoso».
Frente al joven idealista, el comandante veterano Thompson que «está de vuelta de todo y mantiene una doble postura. Sirve a su Ejército a la vez que cultiva sus contactos con los insurrectos porque quiere participar del nuevo régimen que surja y acabar en un retiro dorado en la metrópoli. Usa el conflicto a favor de sus intereses».
Molinero, lector de Graham Greene, urde esta trama en un lugar alejado y abarcable, bajo el sol mediterráneo que abrasa la isla. ¿Hasta qué punto comparte el desencanto de Glass? «Tenemos ya una edad y claro que hay decepciones, no soy escritor profesional sino que trabajo en una mutua de accidentes. Los años pasan y las expectativas e ilusiones cambian. Pero a la vez, no soy como Glass, sobrepasado a la primera de cambio. Pones todo en una balanza y lo valoras de otra manera». No es ningún misántropo pero considera que soledad y sociedad «tienen sus pros y sus contras. El individuo no es mejor por pertenecer al grupo y sí me parece que los que dirigen los grupos a veces avanzan gracias al trabajo de esos individuos».
En el cajón tiene un poemario y lista para la imprenta su segunda novela, 'Duros', el viaje de una moneda de veinte duros en los años ochenta entre seis personas.
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