Para ser 'El último barco', está surcando raudo los caladeros de lectores y va ya por la quinta edición. Su autor, Domingo Villar (Vigo, 1971), estará este fin de semana con sus lectores de Salamanca (hoy) y Segovia (mañana). Es la ... tercera entrega de las novelas protagonizadas por el inspector Leo Caldas, que llega nueve años después de la anterior. El escritor gallego celebra tener una editora paciente (Siruela) que respeta su ritmo de trabajo.
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«Tardé tanto porque hace años tenía una novela, 'Cruces de piedra', que contaba esta misma historia pero de otra forma en unos cientos de páginas. Había ya portada, ISBN y fecha de lanzamiento pero me eché para atrás porque no me convencía, no estaba como debía. Elegí apartar lo escrito y comenzar de nuevo», dice quien escribe en sus dos lenguas maternas, el gallego y el castellano. «Los diálogos me salen en español pues es la lengua en la que transita el 99% de mi vida, y, sin embargo, otras cosas me salen en gallego porque me llevan al paisaje y al lugar donde transcurren los hechos». Leo Caldas trabaja en la Ría de Vigo, «mi territorio emocional. Es bueno para una novela policiaca si esta es capaz de ahondar en los personajes ayudada por el conocimiento de la zona. La costa gallega es el personaje ideal porque tiene puertos llenos de tránsito de cualquier mercancía, una orografía compleja, un litoral lleno de rocas y de playas, de pueblos pequeños y ciudades grandes, con un mar y una tierra muy fértil que permite que se coma muy bien y los personajes disfruten en la mesa y una frontera a pocos kilómetros».
Provocar la voracidad
El inspector se enfrenta a la desaparición de Mónica Andrade, una treintañera hija de un eminente cirujano vigués, que vive en una aldea. A partir de ahí transcurre la acción que se extiende por más de 700 páginas. «Hice un esfuerzo mayor para que el lector entre en ella con facilidad y se sienta mecido capítulo a capítulo como por las olas. Quizá sea muy extensa pero así lo requirió una historia que tiene muchos vericuetos, integra a muchos personajes. Podía haberla hecho en menos páginas pero hubiera sido peor. Los lectores me sorprenden cuando me dicen que han leído en 3 o 4 días el trabajo de casi nueve años. Por otra parte, su voracidad es mi premio». Cada capítulo comienza con la entrada de una palabra en el ediccionario.«Es un juego, un homenaje al diccionario y la constatación de que una palabra puede tener distintos significados según la frase. Uno puede entrar en el juego de encontrar la palabra oculta en el texto y decidir qué definición prefiere. Es un juego metaliterario y una manera de mostrar que el diccionario es mi paleta de pintor». Y a partir de ahí, se suceden fundalmentalmente diálogos. «Prefiero no juzgar a los personajes. Una novela negra mejora cuando en lugar de contar los hechos se deja a los personajes tomar las riendas del diálogo y de la acción». Seguirá con Caldas, a su ritmo. «Tengo colegas capaces de escribir rápido y bien. Yo no, no soy un superdotado sino más bien un artesano. El oficio de escritor es de pacientes. La prisa y la literatura se llevan mal».
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