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Entre el anonimato y la escritora superventas median seis años en la vida de Dolores Redondo (San Sebastián, 1969). Irrumpió en las librerías en 2013 con 'El guardián invisible', precoz pasaporte de ingreso en el club de los libros más vendidos. El personaje de la ... inspectora Amaia Salazar se hizo con tantos lectores como para seguir en la misma veta con 'Legado en los huesos' y 'Ofrenda a la tormenta', la trilogía del Baztán que ha convertido el valle pirenaico navarro en territorio literario donde se mezclan modernas técnicas de identificación criminal con mitos y brujería. Fuera de esos márgenes se alzó con el Premio Planeta en 2016 con 'Todo esto te daré'. Ahora retoma a la policía foral Amaia Salazar en un relato cronológicamente anterior al resto de la saga, entre el Baztán y la Nueva Orleans devastada por el huracán Katrina en 2005, tras la pista de un asesino en serie que aprovecha el desastre para cometer sus crímenes. «Mi éxito no se puede atribuir a la casualidad ni a la suerte», previene quien antes de entregarse por completo a la escritura cursó estudios de Derecho y trabajó en varios restaurantes, entre otros el suyo, ya cerrado.
–Cocinera y escritora, ¿a qué ingredientes atribuye el tirón de su receta literaria?
–Llevaba mucho tiempo esperando. He querido ser escritora toda mi vida. Desde los 14 años me he presentado a concursos, he intentado meter la patita por debajo de la puerta, pero estaba alejadísima del mundo editorial, no conocía a nadie, no sabía cómo acceder y quería llegar con una historia diferente y original. Me costó mucho publicar 'El guardián invisible' porque la magia y la mitología mezcladas con novela negra no convencían a muchos editores, no creían que pudiera tener trascendencia más allá del norte de España. Las mitologías al fin y al cabo responden al miedo del mundo, al temor que la humanidad sigue sintiendo ante cosas que no se pueden explicar.
–¿Cómo resiste el personaje de Amaia Salazar el peso de la trilogía y ahora esta novela?
–Está siendo fantástico para ella, un momento que estaba por contar. En mis libros me había remitido varias veces a Nueva Orleans, siempre con la intención de que llegase el momento de contar esta historia. Fui dejando pistitas que nos han llevado hasta aquí. Amaia Salazar no solo está dotada para perseguir el crimen, también el mal. Lo primero se aprende en una academia de policía, lo segundo se conoce si has convivido con la maldad, y ella lo ha hecho. La ambientación es esencial, por eso es importante que el escritor sea honesto con lo que está contando, y lo sé porque antes que escritora soy lectora. Sé también que entre ser honesto, contar la verdad sabiendo que hay un poco de piel real y hacer pornografía de las emociones hay una frontera estricta. La capacidad de ser empático es esencial en un escritor.
–El personaje de la inspectora se ha convertido en su obra en el equivalente del Bevilacqua a Lorenzo Silva o la Petra Delicado de Alicia Giménez Bartlett. ¿Teme que ese empeño anule otras opciones narrativas?
–No. Conocí al escritor irlandés John Connolly en varios festivales y me habló de su detective Charlie Parker. 'Coincidimos con la segunda novela de Amaia Salazar y, a punto de salir la tercera, me dijo: 'Sé que estás teniendo éxito, pero piensa en la posibilidad de encontrar otras salidas'. Él la encontró con un detective juvenil totalmente distinto a Parker. Seguí su consejo y tras la trilogía escribí 'Todo esto te daré'. Ahora he vuelto con Amaia pero la próxima novela en la que estoy trabajando no trata sobre ella, es distinta, otros personajes, otros territorios. Estoy muy agradecida a Amaia Salazar, pero siento la necesidad de explorar otras voces narrativas.
–¿Qué busca el lector de novela negra ante una oferta narrativa tan nutrida?
–Está muy lejos de eso que se suele decir de que es un poco morboso y le atrae lo oscuro y siniestro. Creo que es más poli que caco y va buscando justicia, acercarse a eso que nos llega a través de las noticias de los periódicos, de los telediarios: la violencia, el maltrato, el crimen... esas situaciones que en la vida real no siempre se resuelven como a nosotros nos gustaría. Los malos no siempre reciben su castigo y en la literatura podemos darles su merecido. Lo que mueve al lector de novela negra es cazar al malo. Suele ser un comentario muy común en redes sociales. La intriga de estar pensando quién puede ser y descubrirlo antes de llegar a las últimas páginas es otro de los atractivos.
–Que sus obras se traduzcan a 36 idiomas le lleva a pensar...
–Que al final conceptos que creemos que son muy propios y casi exclusivos del lugar en el que vivimos son más extrapolables al resto del mundo y que la humanidad es más parecida de lo que pensamos. En casa tengo ejemplares de mis novelas en los que ni siquiera reconozco mi nombre porque está escrito en cirílico, japonés o coreano. Me sorprende que la traducción al alemán ocupa más páginas que en castellano y en japonés muchísimas menos.
–¿Lo más ingrato de escribir novelas?
–Cuando la he terminado. Me resulta terrible releerla seis o ocho veces haciendo correcciones. Esa parte me parece espantosa, así que en ese momento suelo empezar otra novela para leer la acabada con más distancia. La noche antes de que se publique nunca duermo. Me sostiene la adrenalina pura de ver cómo respira, de saber que hay lectores voraces que en dos o tres días devorarán la novela. Ahí me empiezo a calmar.
Dolores Redondo y César Pérez Gellida comparten algo más que crímenes e intrigas literarias. Ambos coincidieron presentando su primera novela en la Feria del Libro de Valladolid en 2013. La guipuzcoana, con 'El guardián invisible'; el vallisoletano, con 'Memento mori'. Ayer Pérez Gellida hizo de anfitrión de la autora de 'La cara norte del corazón' en la la Casa del Libro, en Valladolid. Ella recordó la amistad que ha fraguado entre ellos y sus familias desde que se conocieron en su estreno con dos títulos que les relanzaron en el mercado lector. «Desde entonces nos caímos bien y hemos disfrutado de momentos de ocio y de trabajo, nuestros hijos se llevan muy bien», refiere la escritora.
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