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Las campanas tañen tres veces por la muerte de un hombre y dos por la de una mujer lo mismo en un pueblo leonés que en uno calabrés. Su finalidad, su cadencia y su horario están reglados desde antiguo por Roma. Pero a pesar de ... su trascendencia, no había ningún estudio del campanario de los campanarios, el de la Basílica de San Pedro. A la ausencia de una torre que aloje a las seis campanas y a la historia de las mismas dedicó el estudio 'Voz Dei ac vox populi' el antropólogo José Luis Alonso Ponga que primero se publicó en italiano y ahora en español, a cargo de la Fundación Joaquín Díaz.
Tras hacer el inventario de las campanas de Valladolid, Palencia, Zamora y León, junto con Antonio Sánchez del Barrio y Joaquín Díaz, y después el estudio de las de las catedrales de la comunidad, Alonso Ponga miró hacia la ciudad eterna.
«En el Vaticano se había estudiado todo menos las campanas. Por otro lado, mientras en los anteriores trabajos debíamos buscar cada dato y cotejarlo porque había poca información y a veces contradictoria, en San Pedro estaba todo muy documentado», explica el profesor de la Universidad de Valladolid, que en este viaje no necesitó de 'escalador'. «No hay torre, se puede acceder por escaleras a las seis campanas. Pero me costó dos años que me abrieran las puertas de los archivos, el de Fábrica –donde están todo lo referente a la construcción de la basílica, desde el inicio de la construcción con Miguel Ángel y Maderno hasta la documentación de Bernini y Borromini– y el Capitular –donde se da noticia de cabildos y canónigos, de sus encargos».
De suicidas y leyendas
La campana más grande del Vaticano es el Campanone, «en ella está todo escrito, es como un palimpsesto desde el siglo XIV». Allí están la marca del fundidor, los escudos de los benefactores, las autoridades eclesiásticas que la encomiendan y la advocación. Con diez toneladas de peso, apóstoles y medallones dominan la parte ornamental. La sujetan unas asas en forma de delfín y en cada pliegue, un angelote. «Son también reflejo de las cuitas cardenalicias y la bendición o bautismo de cada campana se convierte en la ceremonia más elocuente». Benedicto XIV encargó a Giardoni fundir el Campanone (se aprovechaba el bronce) y hacer uno nuevo. Al bautismo, con escenario en la explanada de San Pedro, acudieron una treintena de cardenales y se renovó el espectáculo para subirla. «Esa tarea se la encomendó a Nicolo Zabaglia, un afamado artesano de andamios para bóvedas. Sus discípulos andaban molestos por haber sido ignorados. Al poco de comenzarla a subir, se rompió una de las cuerdas que la sujetaban sin que por ello cayera. La leyenda dice que fue un sabotaje que el maestro superó». Esa campana quebró y fue encargada la siguiente a Valadier, un orfebre más que fundidor que hizo la que ahora luce San Pedro por ser amigo de Pío VI. «Recibió muchas críticas por parte de los fundidores que le acusaban de intrusismo. En 1785 se tiró al Tíber. Hay quien atribuye el suicidio a la presión, otros, a su adeudamiento».
Celebración jubilar
El Campanoncino un encargo de Benedicto XIII a Inocencio Casini en 1725. El ecónomo «no era partidario de una hacer una nueva campana. Le fue dando largas arguyendo que no había dinero y en caso de que se fundiese la Fábrica tenía sus propios técnicos. El Papa reiteró la orden porque quería bendecir una nueva pieza coincidiendo con el año jubilar. El ecónomo se ausentó de la celebración».La campana de la Rota, la de la Prédica, las del Ave María y la del Milenio se extienden por la la fachada. Bernini y Borromini pugnaron por hacer la torre que no llegó a ser, alimentando este segundo con su suicidio cierta leyenda negra.
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